Salimos de Peñarrubia en dirección Norte, dejando atrás las Casas de los Cuartos, y tomamos un camino que nos ofrece las primeras vistas de la imponente Peña que da nombre al pueblo. Un giro a la derecha nos enfoca hacia la senda que llega al pie de la pared, que rodeamos para encarar el tramo más exigente del ascenso. Mientras nos acercamos a la cima, encontramos en el suelo fragmentos de cerámica que nos hablan de antiguos poblamientos en tan singular enclave. Por fin hemos coronado el paredón de ese color tan característico que tantas veces hemos admirado al circular por la carretera hacia Yeste.
Retrocedemos y cogemos a la izquierda una senda marcada por la que descendemos del peñasco. Por buen camino pasamos por la Casa del Prado, otra vez con las casas de Peñarrubia muy cerca, atravesamos la Rambla del Fontanar y conectamos con otro camino que atraviesa el Paraje de Los Pinachares. En la Rambla del Canalizo perdemos el sendero y seguimos el curso del barranco, para enlazar con una exigente subida que, entre los matorrales, nos conecta con una pista que discurre ya por encima de los mil metros de altitud. Transitando por ella pasamos cerca del Peñón de Valentín y por el Llano de la Tejera, y nos dirigimos, con un tramo final de senda, hacia el famoso Bujero, gran cavidad o ventana en la roca desde donde se observa con gran amplitud el otro lado del valle.
Volvemos sobre nuestros pasos y giramos hacia la izquierda por el Corral del Canalizo hacia Los Peñascos y la aldea abandonada de Las Hermanas, cuya Torre del Reloj, instalado en la primera mitad del siglo XX, es todo un símbolo de la zona. Molinicos está cerca, vigilado desde lo alto por Peña Perico. Tras un corto descenso nos internamos en sus empinadas callejuelas, llenas de referencias a la mítica película ‘Amanece que no es poco’.