Con los ánimos bien dispuestos y ciertos sentimientos encontrados
-de pena y alegría a la vez-, iniciamos nuestra última etapa hacia el este, bordeando varios cerros o ‘cabezas’ por el Camino de las Grajas. Al llegar a la Casa del Molar, descendemos hacia el río Escorial, lo cruzamos por la Presa de los Batanes y, tras un brusco giro a la izquierda –que nos encamina definitivamente hacia el norte- ascendemos al Cerro del Santo. Por los páramos llegamos al cortijo del mismo nombre, también llamado ‘Alcaraz Viejo’, asentamiento previo a la actual ciudad de Alcaraz, que incluye una necrópolis rupestre y los restos de una iglesia tardogótica, la Ermita del Salvador.
En la confluencia de los ríos de El Escorial y La Mesta nos espera otro rincón de singular belleza: el Abrigo de los Batanes, un impresionante balcón de piedra tobácea situado en un entorno encañonado que alberga algunas manifestaciones de arte rupestre esquemático y ha sido declarado como microrreserva por la presencia endémica de la herbácea ‘Coincya rupestris’. Si alzamos la vista, comprobamos que Alcaraz está ya a nuestro alcance.
Siempre en descenso, nuestro camino continúa, pasa por la central eléctrica los Batanes y avanza hasta bajar por la Cuesta de la Madre, cruzar el río Alcaraz, pasar por la antigua fábrica de las lanas y adentrarse en las empinadas y serpenteantes calles de la villa. Un año más, la Plaza Mayor nos recibe con la calidez de los viejos amigos y vuelve a ser testigo de nuestros vítores, abrazos y sonrisas de satisfacción. La 42 Marcha Nerpio-Alcaraz ha llegado a su fin. ¡Viva la 43!