78

El periodista albaceteño José Iván Suárez analiza, en un artículo difundido en sus redes sociales, analiza qué pasaba en Albacete justo hace ahora 100 años, en 1924.
Por su interés, reproducimos su artículo:
En la calle de la Caba, 54, rodeada de sus nietos y bisnietos, vive Antonia Martínez Ruescas. A sus 106 años sigue observando la vida con sus ojos azules, “llenos de luz y ese mirar burlón del que vio mucho”, escribe un cronista de la revista Centauro que se ha acercado a la vivienda a entrevistarla. Una longevidad así es digna de admiración en un tiempo en que es común ver esquelas en los periódicos con protagonistas demasiado jóvenes. Albacete dispone del Hospital Provincial, la Casa de Socorro o el Sanatorio Romero, pero si la cosa viene torcida, ni el famoso “Digestónico” te salva. Pese a todo, las cosas han cambiado mucho.
“Antes no tenían la listeza de ahora”, dice Antonia, la centenaria. A mediados de aquella década de los años veinte, tras la Gran Guerra y la epidemia de gripe, el progreso marca la ruta y Albacete es de las más adelantadas. Entre los testimonios repetidos, dice Muñoz Palao en El Liberal: “Albacete, que es una ciudad escasa de medios naturales, pero fuerte de espíritu, ha realizado en estos últimos años un progreso, un mejoramiento que no admite comparación proporcional con ninguna ciudad de por acá”. El carácter “progresivo” y emprendedor de sus trabajadores e industriales ha hecho crecer Albacete y ya tiene encanto de ciudad moderna, “de altos y severos edificios nuevos, con luz en los balcones terceros”, relata el joven escritor Francisco del Campo Aguilar.
Edificios albaceteños que no alcanzan los treinta y siete pisos que se construyen en Nueva York. El adelanto urbanístico viene acompañado del desarrollo de la tecnología o los medios de transporte. En 1924, el tren no es ninguna novedad en Albacete. Sin embargo, la estación ofrece un espectáculo singular a quien llega por primera vez a la ciudad: “Los muchos trenes que allí maniobran; los amplios muelles, abarrotados de mercancías que se pierden a lo lejos; la confusión de innumerables luces rojas, azuladas, blancas … formando un archipiélago de colores en el mar tenebroso de la noche”. Así lo describe Eleázar Huerta Valcárcel, en el Diario de la Marina. Aún pasarán unos meses hasta que el escritor veinteañero resulte absuelto por una publicación hecha en 1921 cuando todavía no se había implantado la dictadura de Primo de Rivera.
{loadmoduleid 6406}
Ahora sí. Los designios de la patria están en manos del Directorio Militar auspiciado por el rey Alfonso XIII desde septiembre de 1923. Atrás quedaron “la vieja política” y los caciques. Eso se proclama mientras se forjan nuevas agrupaciones locales de la Unión Patriótica y se arman grupos del somatén. Las dictaduras están de moda y entre los líderes más rumbosos se encuentra el italiano Benito Mussolini, inventor del fascismo. Tanta admiración despierta, que en enero de este 1924, la iglesia parroquial de San Juan de Albacete acoge el bautismo de un niño al que llaman Alfonso Mussolini, quizá el primer caso registrado en toda España.
Curiosidades aparte, Albacete está empeñada en seguir creciendo. Se habla mucho del emprésito del Ayuntamiento para emprender nuevas infraestructuras y profusamente se reclama el proyecto del ferrocarril Requena-Baeza con beneficios incalculables para esta tierra. Eso si es que algún día pudiera ser una realidad. Entre tanto, la ficción desata una exclusiva. “La noticia, confirmada ya, del film de Albacete, es hoy en día tema de muchos comentarios en cafés, sociedades y tertulias”, publica La Paz y añade que “en una ocasión se hizo la cinta de nuestra famosa feria y corridas de toros, pero faltaba la película de Albacete en su estado normal, la sensación de realidad, nuestra vida diaria y común”. Se anuncia que se va a rodar una auténtica película de costumbres, “un verdadero suceso cinematográfico”, titulan en otro rotativo. El cine, otro signo más del progreso que se vive en 1924. Una época de fusión, costumbres de antaño y de novedoso cuño.
De nuevo, escuchamos a Antonia, la mujer de 106 años. Cuenta que nació en Chinchilla y precisa: “Vine aquí de niñera en casa de don Mamerto Parras y llegué a ama de llaves; entonces Albacete era muy chico y no había de lo de ahora”. Ella, que sobrevivió a las guerras carlistas y al cólera, confiesa sobre el invento que más le impresiona: “A mí eso que vuela; yo no me lo explico ¿Cómo puede ser eso? Pero luego los veo que vuelan expuestos a matarse”. Albacete es la ciudad aérea. Y este año aún más. En mayo se inaugura oficialmente la Escuela Civil de Aviación. Hasta 14 aparatos se alinean para deleite del numeroso público que asiste, como en una romería, al acto en La Torrecica. En la crónica que da cuenta del hecho en la revista nacional Aérea, se explica que Albacete ha tenido la suerte de que se establezca en su suelo la primera de estas instalaciones en el país y “puede sentirse satisfecho, pues ello, aparte de otras razones de orden espiritual, supone una fuente de riqueza”.
{loadmoduleid 6651} {loadmoduleid 6652}
El hito aeronáutico trae a Albacete a jóvenes militares dispuestos a arriesgarse por aprender el oficio de la modernidad. Y no van a ser pocos los que se dejen la vida en el intento. El fotógrafo Julián Collado llega a tiempo de captar el estado en que queda uno de los aviones tras estrellarse en el Hoyo de la Morena, próximo a la carretera de Murcia. En aquel bancal en barbecho recién labrado perece Augusto, de 24 años y capitán por méritos bélicos en África. Allá, en el otro continente, en los reductos coloniales, España sigue en guerra y miles de jóvenes siguen derramando su sangre. Sobre el accidente del avión, la prensa local dice: “Otra víctima inmolada en aras del progreso; y como en todos estos casos, una vida joven y fuerte, pletórica de ilusiones, fervorosa y creyente en las glorias modernas”. Falló la hélice, se paró el motor y por suerte, bajo las astillas del aparato, pueden ser rescatados vivos los otros dos tripulantes.
Solo unos meses después, en Alcaraz, otro “hombre pájaro” abate sus alas para no elevarse más. Ahora sabremos más. Antes, y por primera vez, observamos Albacete desde las alturas. Un prodigio de visión gráfica que es captada por el señor Moreaux, a bordo del avión pilotado por Jean Boujassy, profesor en la Escuela de Aviación de Albacete. Este profesional francés tiene una experiencia de ocho años haciendo la línea francesa de Marruecos. Hace poco habló en la prensa local y dijo que la mayoría de los accidentes de avión son culpa del piloto, pocas veces por fallo del aparato. Es verano y Boujassy recibe aviso de un avión averiado en Alcaraz. Junto con dos mecánicos se desplaza volando hasta el pueblo serrano. Arreglan el aeroplano y cuando alzan el vuelo, apenas a cincuenta metros, caen estrepitosamente. Los acompañantes se salvaron, pero no Jean. Allí, en una zona conocida como Humilladero, tenía su destino el piloto galo. La suerte siempre es un amasijo de casualidades.
{loadmoduleid 7929}
El infortunio puede que solo sea una amalgama de circunstancias erráticas. En plena madrugada del viernes santo, arde la Fábrica de La Pajarita, una de las más importantes de la ciudad. Una inmensa nube de humo cubre Albacete. Alguien que ha presenciado el suceso lo describe: “Como si el fuego se hubiera desarrollado al conjuro de una fuerza invisible, todos los huecos del edificio despedían aterradoras llamas que amenazaban consumirlo en pocos instantes”. El miedo se propaga entre los vecinos y la preocupación por el “paro forzoso” de cien obreros y obreras se prolongará durante meses. Un fenómeno social trágico que se repicó en la fábrica de cera de Luis Tortosa Poquet. La pericia de un fotógrafo anónimo inmortaliza el incidente para la posteridad. Otro más conocido, Luis Escobar, realiza un reportaje sobre el derrumbamiento de una casa en el número 15 calle del Rosario que cuesta la vida de dos albañiles, Daniel y Cándido.
Un cronista entristecido y lírico cuenta que “la tragedia, mujer atrevida y cruel, ha tendido su mano huesuda y descarnada sobre el puñado de casas que nos rodea; y mostrándonos su risa amarga, su extraña risa, pasea por nuestras calles el esqueleto mohoso de su silueta”. Las pérdidas económicas de estos sucesos fueron millonarias y la huella humana, insustituible. Aquellos hechos dieron que hablar, tal vez más, incluso, que los tres cambios de alcaldía que vive Albacete en este 1924. En otros consistorios municipales también hay muchos movimientos y en la Diputación Provincial se certifica una pésima gestión, según reconocen sus propios administradores. Entre líneas, escondidos en breves, sin titulares llamativos, noticias de crímenes pasionales, subida del precio del pan o la detención de un jovenzuelo al que apodan Charlot, tras escaparse del hogar paterno.
Con todo, Albacete celebra el carnaval; la procesión de Los Llanos con una sonora novedad, “el coro de damas y señoritas”; y por supuesto, la Feria. Los periódicos se congratulan: “Se observó desde las primeras horas una afluencia de forasteros jamás igualada”. Así es, el público repleta la calle. Toros, fútbol, música y, otra vez, el drama golpeando a los más inocentes: “Anoche, después de terminar los fuegos artificiales del paseo de la Feria, un petardo, que sin duda había quedado sin quemar y debido a causa que se desconoce, explotó en el suelo, alcanzando a varias personas, entre ellas, dos niños”.
{loadmoduleid 6407}
1924, año en que muere Lenin y Fontecha, es año de miles de realidades cruzadas. En Albacete se mezclan los asiduos al Café del Progreso y los que disfrutan del teatro, por poner un caso, con las excelencias de la genial Margarita Xirgu y los que mendigan o ratean por las calles céntricas. La ciudad es un juego de paradojas entre la ostentación de las viviendas del paseo Alfonso XII y las cuevas de la Puerta de Valencia. En 1924 cae un pedrisco terrible que destroza el tejado del mercado de la Plaza Mayor pero también es el año en que se pone la primera piedra del nuevo recinto de la Gota de Leche, se llevan a cabo obras en el Teatro Circo y en el que se inaugura el Asilo de San Antón. Un Albacete a la que llegan todos los años los segadores y de la que se han marchado dos escritores de éxito: Artemio Precioso y Roberto Molina. Así de caprichosa es siempre la contradicción del mundo.
Y terminamos esta travesía centenaria con un susto. Porque si fuera poco el propio sobresalto de la vida, a las cinco y media, pero no en la plaza, sino en los muelles de la estación se escapan dos toros que viajaban en dirección a Cartagena. Uno de los animales sigue la calle de San Agustín, Salamanca, Condes de Villaleal, Mayor y Tesifonte Gallego, donde finalmente resulta muerto de un certero disparo que desde el automóvil le hace un guardia. Como dice la mujer de 106 años, Antonia, si alguno de su época despertara, “se moría, se moría; los autos, la luz, el ruido de las motos. Ya se lo digo a usted”. Y se ríe y no le falta razón a la mujer. El entrevistador le pregunta sobre su mayor alegría en la vida y la anciana contesta que ninguna. E insiste el periodista si se trata del día de su boda, a lo que entrevistada contesta con guasa: “Eso sería lo peor”. Mientras que Antonia sigue comiendo de todo, con su siglo largo a cuestas, en Almansa, cuando acaba 1924, hasta 19 parejas se casan el mismo día. Un hecho insólito que llega a la prensa nacional: “Un caso raro jamás conocido en la localidad, y en muchas leguas a la redonda”.
Quizá si despertáramos en 2124, el pasmo sería de aúpa. Cien años no parecen nada para la larga historia de la humanidad. Sin embargo, en una sencilla vida puede ocurrir tanto. Pueden pasar tantas cosas en tan solo un instante …
{loadmoduleid 6399}