Estoy seguro de que Pablo Iglesias tiene un laboratorio político escondido y secreto en alguna habitación de su piso de Vallecas, en la sede de La Tuerka, en algún recóndito sótano de la facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Complutense o, incluso, en el patio trasero de su casa de madera de Casavieja en Avila, pero como las meigas, haberlo, haylo. Porque solo así, como fruto de un ensayo de laboratorio, y nada más que como eso, se puede entender la NO oferta de pacto que el pasado viernes le lanzó a Pedro Sánchez, cuando éste se encontraba despachando con el Rey y casi, casi, dando la vez a Mariano Rajoy.
Esa puesta en escena, ese paquete de caramelos envenenados que le ofreció degustar a Pedro Sánchez, esos guiños para la galería, incluso ese desaire a la periodista, que como Gonzo a Wyoming en El Intermedio, le hizo la pregunta incómoda de la mañana, solo puede ser el ejercicio práctico de una fórmula política teórica elaborada previamente en el laboratorio secreto de Iglesias & Company.
En los laboratorios suele salir casi todo bien, porque generalmente no se daña a nadie, si se tiene éxito y la fórmula utilizada sirve para los fines que el estudioso de turno andaba buscando, pues miel sobre hojuelas, que decimos por estas tierras manchegas; que no, que no ha habido tanta suerte, pues nada, se toma nota de los ingredientes utilizados y del proceso seguido para mejorarlo, modificarlo, sustituirlo o lo que sea que hagan los científicos cuando pintan bastos y de nuevo se vuelve a la carga cuando corresponda con renovado ímpetu.
Pero esto amigo Iglesias es otra cosa, aquí conviene tener mucho cuidado con lo que se dice, con lo que se hace y, sobretodo, con lo que se propone, porque ahora no estamos para teorías, ahora está en juego la ilusión, las ganas y las esperanzas de muchos ciudadanos y ciudadanas españolas, que entendíamos, ilusos nosotros, que estas elecciones podían ser una buena oportunidad para variar el rumbo que había fijado el timonel Rajoy, ese rumbo que solo nos conducía a más desigualdad, a que los pobres sigan siendo más pobres cada día, a que la justicia social sea sólo un concepto que se estudie junto con Aristóteles y que se conmemore cada 20 de febrero y a seguir llevando ofrendas, día sí y día también, al altar de la austeridad.
Pero claro, como no estaba pensando en el bienestar de la ciudadanía sino en repetir las elecciones, porque el modelo estudiado en el laboratorio secreto daba como resultado, que tras una nueva cita con las urnas, sus apoyos electorales aumentarían, sobre todo si lograban pasar la lija de grano grueso por las siglas del Partido Socialista tras acusarlos de no haber querido liderar (es un decir) un frente de izquierdas, pues dicho y hecho, se convoca una rueda de prensa nada más despedirse del Rey, a la que concurre con su fiel guardia de corps y se le ofrece a Pedro Sánchez un gobierno de coalición en el que también entraría Alberto Garzón de IU, que pasaba por allí, se le nombra la mitad de ese hipotético Consejo de Ministros y se busca la frase poética que cierre el discurso y sirva de titular de prensa, aunque en esta ocasión mas pareció un epitafio que otra cosa, aunque sea cierto que el destino a veces te pueda sonreír de forma inesperada.
Hay políticos que adoptan una pose en su quehacer diario y juegan su papel de la forma que mejor saben y quieren, los hay que adoptan una pose guay y van por la vida autodefiniéndose como conseguidores, tal es el caso de Albert Rivera, para después afirmar sin ruborizarse que apoyará a nadie, como si excluyéndose fuese la mejor forma de conseguir algo. Rajoy, por su parte, parecer haber optado por la postura del gran estadista que le dicen a diario que es sus más íntimos colaboradores, salvo Cospedal, que solo se lo dice en diferido y en forma de simulación.
Creo que Pedro Sánchez ha escogido para la ocasión la pose de alumno aplicado, heredero de una larga estirpe de gobernantes y al que, por muchas piedras que tenga al camino, nada le hará desfallecer hasta conseguir firmar el contrato de inquilino de La Moncloa, y por último tenemos a Pablo Iglesias, que como resultado de un minucioso estudio de laboratorio parece haberse decantado por elegir varias poses según la ocasión y el momento del día, y lo mismo aparece por la mañana tan guay como Rivera, pero en mangas de camisa, que por la tarde y sin cambiar de indumentaria, se presenta como un sólido hombre de estado capaz de resolver desde la teoría de su laboratorio secreto, y solo desde la allí, los graves problemas que arrostra nuestra sociedad, para terminar cenando con sus polluelos ministrables vestido con el uniforme de futuro vicepresidente de un gobierno de izquierdas.
En política, como en casi todos los órdenes de la vida, conviene cuidar los tiempos y las formas, y la NO oferta de pacto de Iglesias a Pedro Sánchez adoleció de estas cualidades, porque ni se hizo en la forma adecuada, en rueda de prensa y sin preaviso, ni en el tiempo correcto, sin conocer las intenciones de Rajoy, quien como buen gallego practicante que es, no se sabe si va o viene, pero siempre aparece, por eso no es de extrañar que NO ofertas de este tipo se acojan con más recelo y desconfianza que respecto y alegría, y es una pena, porque al igual que el Alba va desperdiciando ocasiones para ir sumando puntos en su casillero, al menos cuando juega en casa, Iglesias y su gente puede que estén desperdiciando una oportunidad única de dar un golpe de timón que devuelva a la ciudadanía algo de esperanza, por lo que no sería de extrañar que a quien así actúe, el destino, en vez de una sonrisa lo que le pueda ofrecer sea una sonora pedorreta. Dicho queda, con perdón.