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LO QUE PUDO SER EN MARZO, HOY NO LO ES

El pasado 4 de marzo pudo haber un presidente socialista al frente del Gobierno de España, pero Rajoy y el PP votaron en contra, lógico, y Podemos, sus confluencias, las de entonces y las que se sumaron después, también le dijeron a Pedro Sánchez que nones, lo que no resultó tan lógico, y no solo porque con ello se perdió la posibilidad de rescindir el contrato de inquilinato de la Moncloa a  Rajoy, sino porque además le dio alas a un PP que, por entonces, andaba cabizbajo y meditabundo y le hizo pensar a Rajoy que no todo estaba perdido.

En resumidas cuentas, que el NO de Pablo Iglesias a Pedro Sánchez en marzo ha hecho posible que, en junio, el PP y Rajoy estén en condiciones de reclamar para sí la Presidencia del Gobierno con toda la fuerza que les da ser el único partido que ha ganado en votos y escaños, y mira que me fastidia, pero es que hay decisiones que duelen.

En esta ocasión, la calculadora electoral le ha jugado una mala pasada a los estrategas de Podemos, que de teoría política sabrán mucho, no lo niego, pero a los que la realidad les ha golpeado con fuerza y los ha despertado con brusquedad del sueño en el que vivían, todo ello amparado por un amplio grupo de corifeos mediáticos que han ido inflando la burbuja podemita, y que cuando se ha pinchado ninguno se quiere hacer responsable, pero a los que todos les ponemos cara, e incluso, nombre y apellidos.

Errejón decía en A Coruña que la victoria electoral la “estaban tocando con la punta de los dedos”, Garzón ha pasado de “estar en condiciones de gobernar” a “trabajar para mejorar las condiciones que permitan ganar más adelante” y Pablo Iglesias hoy ya no se ve ni presidente del Gobierno, ni tan siquiera de líder de la oposición. Los hechos son tozudos, que dijo Lenin.

La confluencia de intereses entre Podemos e Izquierda Unida ha terminado por restar y no sumar, el pacto del botellín lleva camino de perpetuar a Rajoy en la Moncloa y el abrazo de Sol se ha convertido en el abrazo del oso para Izquierda Unida y todo a cambio de nada. Y es que, como dijo Platón, “las buenas decisiones están basadas en el conocimiento, y no en números”, y a los susodichos estrategas lo único que les importaba eran los números, pasar el PSOE como fuera, en votos, en escaños, o en las dos cosas, el caso era adelantar por la izquierda, pero les faltó el conocimiento de la realidad y les cegó el oropel demoscópico, y es que en política no siempre dos y dos son cuatro, hay veces en que son cinco y otras, como ayer, en la que no llegan ni a dos y medio.

Por su parte, Pedro Sánchez ha salvado de la quema los muebles que le van quedando al PSOE, y eso que con cada cita electoral nos vamos dejando por el camino un buen puñado de votos. Ayer, sin ir más lejos, otros 120.000 y cinco diputados, pero hay que reconocerle que ha luchado como un jabato contra viento y marea sin desfallecer, ha desafiado a las encuestas, a la frutería andorrana, al CIS, a los de dentro y a los de fuera y a los que le querían enterrar, políticamente hablando se entiende, antes de tiempo; y no solo ha logrado mantener el segundo puesto, sino que ha consolidado al PSOE como el partido de referencia en el ámbito de la izquierda.

Pero como no hay dos sin tres, ni tregua para el guerrero, el PSOE tiene ante sí una nueva disyuntiva, porque con las cifras en la mano no hay posibilidad alguna de un pacto de izquierdas para formar gobierno, por lo que tocará decidir qué hacer. Eso sí, una vez descartada la gran coalición con la que sueña Rajoy, porque de hacerlo se estaría siendo cómplice del partido que más casos de corrupción política tiene pendientes en los juzgados y es que hay compañeros de viaje con los que no se puede ir ni a comprar el pan. La decisión la tomará el Comité Federal el 9 de Julio, espero que sin filtraciones interesadas, por lo que ya habrá pasado el tiempo suficiente para que los ánimos se hayan enfriado, la cabeza se haya despejado y el corazón se haya serenado, porque no hay nada peor que tomar decisiones en caliente y con el corazón a mil.

Es cierto que unas terceras elecciones son indeseables para todo y para todos, y no es menos cierto que, a este paso, de celebrarse, Dios, Ala, Jehová, Vishnu o Buda no lo permita, el Partido Popular obtendría la mayoría absoluta que tanto le gusta, porque si los españoles fuésemos dinosaurios seguro que votábamos el meteorito, que dijo @ManuAlvarez95, a través de Twitter a modo de reflexión sobre lo que había dado de sí la jornada electoral, por lo que habrá que hilar fino para mantener la palabra dada de no apoyar, ni por acción ni por omisión a Rajoy, y no ser una rémora para que se pueda formar gobierno, un gobierno que habrá de ser en minoría y que estará obligado a pactar hasta el color de la corbata de Rajoy.

Y mientras unos saborean las mieles del triunfo, otros se lamen las heridas a media sonrisa, algunos andan en busca del voto perdido, el ciudadano Rivera, sigue con su tole tole de convocar a unos y otros para ver que pasa con esa segunda transición que no termina de llegar, porque solo está en su cabeza. Y es que cuando se aspira a ser bisagra y falta lubricante, se corre el riesgo de que nadie te llame por temor a que el chirrido sea demasiado molesto.

Llegados a este punto, a Rajoy le toca levantarse del diván en el que lleva tumbado seis meses, apagar el puro, dejar el Marca a un lado y ponerse a trabajar de una vez, que ya está bien de vacaciones. Pedro Sánchez va a tener que tirar de muleta y torear al natural lo que le vaya llegando, que no será poco. Pablo Iglesias debería mirarse al espejo de la autocrítica, con la esperanza de que sea capaz de comprender que los ánimos de revancha solo conducen a nuevas derrotas, y al ciudadano le toca levantar la cabeza, dejar de mirarse el ombligo para comprobar, probablemente no sin cierta sorpresa, que el mundo sigue su marcha.

Y a ti y a mi nos toca seguir soñando con un mundo mejor, un mundo donde no se premien la corrupción y la mentira.