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LA PORTAVOZ, EL GUARDAESPALDAS Y OTROS ENTES QUE CUSTODIAN LA CLÍNICA DE LA CALLE DEL MUELLE

Un miércoles cualquiera de una semana cualquiera, si vas paseando, volviendo a casa, yendo al trabajo o simplemente has salido a tomar un cafelito y, por casualidad, pasas frente al número cuatro de la Calle del Muelle a eso de las tres y media de la tarde, te podrás encontrar con un trío de personas compuesto por una pareja de chicos jóvenes que rondan la veintena, acompañados por una mujer de mayor edad, a la sazón portavoz de la Asociación Derecho a Ser Madres.

Este encuentro no tiene porque llamarte la atención, salvo si observas que, a poco más de veinte metros, se encuentra otro chico. Éste ya más cerca de la treintena, que no le quita ojo al trío y que por sus movimientos parece estar dispuesto a intervenir al menor contratiempo, cual Kevin Costner protegiendo a Whitney Houston.

Si te tomas la molestia de seguir observando, verás como la portavoz de la Asociación permanece alerta de todo lo que acontece en la acera de enfrente, prestando especial atención al tránsito de personas, tratando de discernir qué mujer, de las que por allí pasan, tiene concertada cita en la única clínica albaceteña que puede practicar abortos legales. Clínica que, por aquellas casualidades de la vida, comparte calle y vecindad con el Partido Popular albaceteño. Unos se encuentras en el cuatro y los otros en el cinco. Vamos que ni aposta.

Pero volviendo al tema que nos ocupa, cuando la portavoz ve que alguna mujer titubea al comprobar el número de la calle o se detiene más de la cuenta leyendo el cartel anunciador de la clínica, no duda en cruzar con determinación y presteza la calle para abordarla folleto en mano y explicarle que lo que allí la lleva va en contra de lo que ella predica y representa, además de, por supuesto, de la fe católica, y que tiene que seguir adelante con su embarazo sí o sí, sin importarle y sin preguntar cuales son los motivos que la han llevado a tomar la decisión de abortar. Eso, para ella, es lo de menos, a fin de cuentas es una “próvida” y su misión es erradicar de la faz de la tierra el derecho de las mujeres a decidir si siguen, o no, continuar con su embarazo.

Al menos, el miércoles pasado la tarde dio para poco más, ya que solo pudieron abordar a una mujer. Eso sí, en dos ocasiones, al entrar y al salir de la clínica, o al menos eso es lo que vieron mis ojos, mientras tomaba un cortado con mi amigo Antonio en la terraza de la cafetería de enfrente.

Siempre me ha llamado la atención que aquella que se presenta como portavoz de la Asociación Derecho a Ser Madres le niegue ese mismo derecho a quien no quiere serlo. Como tampoco comprendo que se cree una asociación para defender algo que no se le impide a ninguna mujer, porque la mujer que quiere ser madre y puede, no hay nada ni nadie que le ponga la más mínima pega. Por eso, me pregunto ¿Quiénes son ellas y ellos para tratar de impedir que otras mujeres tomen libremente la decisión que consideren oportuna?, ¿Qué derecho tienen a tratar de impedir a los demás, lo mismo que reclaman para sí? Derecho a decidir no, pero derecho a “informar” sí. Ellos y ellas son así.

Sabemos que la historia está llena de conflictos por motivos religiosos, y éste me temo que es uno más de ellos, porque solo desde posicionamientos ultra católicos se puede entender que quien hoy se dedica a abordar a mujeres frente a la clínica, ayer irrumpiera airadamente y provista con fotos de fetos ensangrentados en una mesa redonda convocada por la Red Feminista bajo el lema “Decidir nos hace libres”. Y aún diría que era sin intención de provocar.

Pero es que, además, llueve sobre mojado, estamos hablando de la misma persona que en una charla a chicos y chicas de catorce años impartida en un Colegio religioso de nuestra ciudad, recomendase abstinencia y fidelidad frente a la educación afectivo sexual, a la que no dudó en tachar de incentivadora de graves riesgos para la salud, además de poner en tela de juicio la felicidad de nuestros hijos. Casi ná, que diría el castizo.

Estoy convencido de que las mujeres que acuden a la clínica para interrumpir su embarazo están pasando ya por una situación bastante desagradable cómo para tener que aguantar el sermón de la portavoz de la Asociación que la aborda en plena calle para “informarle” de que existen otras alternativas. Cómo si las mujeres no las hubiesen estudiado una y otra vez durante esas noches, demasiadas, en las que el insomnio no deja espacio para el descanso. Eso sin contar con el temor que provoca toda intervención quirúrgica y con los poderosos motivos, que seguro que los hay, y que le han llevado a tomar la decisión de interrumpir su embarazo.

Sinceramente, no sé cómo ni cuándo acabará todo esto, porque mucho me temo que los y las miembros de le mencionada asociación seguirán con su particular cruzada y no cejarán en su empeño de seguir abordando a mujeres a la puerta de la clínica, y más si cuentan, como cuentan, con el apoyo incondicional de la concejala de la Mujer del Ayuntamiento de Albacete y del alcalde que aún la mantiene en el cargo. Quizás hasta que alguna mujer angustiada por la situación les mande a hacer gárgaras por meterse donde no las llaman y por intentar convencerla para hacer lo contrario de lo que tiene decidido y meditado, y no precisamente a la ligera, porque afortunadamente hace ya muchos años que las mujeres no necesitan el permiso de nadie para gobernar su vida, aunque sigan existiendo personas que eso del “derecho a decidir” les suena a chino mandarín, y es que la línea que separa el proselitismo del fanatismo a veces es demasiado fina y borrosa.