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Rajoy y los 12 magistrados sin piedad

El Pleno del Tribunal Constitucional decidió anular por unanimidad la amnistía fiscal aprobada por el ejecutivo de Rajoy en el año 2012, cuando, emboscado tras su mayoría absoluta, decidió tirar de Real Decreto Ley para echar una mano a los que entienden que ellos y ellas no tienen por qué formar parte del conjunto de la ciudadanía que tiene el deber de contribuir al sostenimiento de los gastos públicos. ¡Deberes a ellos, já!

Los doce magistrados que componen el Tribunal Constitucional no han tenido piedad alguna con Rajoy ni con su lugarteniente, Cristóbal Montoro, y la cosa tiene su mérito, porque la unanimidad no se consigue así como así en cualquier Tribunal, y en el Constitucional, menos, y si además le añadimos que el ponente, Andrés Ollero, resulta ser un exdiputado popular, el mérito se eleva a la categoría de superlativo.

Doce hombres sin piedad que han puesto a los pies de los caballos a un gobierno que, con la excusa de necesitar aumentar unos ingresos que consideraba imprescindibles, lo que realmente hizo fue “legitimar la conducta de quienes, de forma insolidaria, incumplieron su deber de tributar de acuerdo con su capacidad económica, colocándose finalmente en una situación más favorable que la de aquellos que cumplieron voluntariamente y en plazo su obligación de contribuir con los impuestos establecidos”.

Vamos, unos jetas de tomo y lomo, y no me refiero sólo a los que se beneficiaron de la amnistía, sino también a sus autores, a quien la diseño, léase Montoro, y quien la encargó, léase Rajoy, por mucho que Hacienda, esa que dicen que somos todos, diga ahora que la sentencia es poco menos que una perorata política sin consecuencia técnica alguna para los más de treinta mil contribuyentes que regularizaron unos dineros no declarados anteriormente, a unos tipos de interés muy reducidos y que dejaron en las arcas del estado menos de la mitad de lo inicialmente presupuestado y aireado hasta el aburrimiento, apenas 1.200 millones de euros, que no es que sean pocos, que a ti y a mí, querido lector, se nos antojan una barbaridad, seguro, pero que se queda muy alejado de lo que Montoro nos decía y prometía, lo que por otra parte viene siendo habitual en él, tampoco íbamos a pagar ni un solo euro por el rescate bancario y a los cuatro días comenzaron los recortes, paga extra de diciembre, incluida.

La sentencia no sólo anula la amnistía fiscal, sino que también anula las malas artes procedentes del abuso de las mayorías absolutas y a quienes se amparan en ellas para hacer de su capa un sayo. Obviar al Parlamento y sus debates para llevarse el gato al agua cuando en el mismo se dispone de mayoría absoluta, también tiene su gracia, debieron pensar Mariano y Cristóbal mientras se echaban unas risas en Moncloa, pensando de donde podían rascar unos eurillos. Y claro, rápidamente a su memoria acudieron los amigos de siempre, Rodrigo y Luis sé fuerte, sus conocidos catalanes del Clan de los Pujol y algún que otro prócer patrio, entre los que se encuentra algún pobre hombre de estos lares con aspiraciones de emular a Rupert Murdoch, que con lo listos que dicen ser, no sabían, pobres ignorantes ellos, que en España también existen bancos donde guardar el dinero, que no hace falta saltar los Pirineos o cruzar el charco para ello, y una cosa fue llevando a la otra, hasta que se les encendió la bombilla de las buenas ideas y parieron una amnistía fiscal a la medida de los defraudadores, quiero decir de los amnistiados, que cabeza la mía, es decir, pagar poco, o casi nada, por repatriar mucho, o casi todo.

Con lo que no contaban es que el PSOE presentaría un recurso de inconstitucionalidad contra el dichoso Real Decreto Ley, que doce hombres sin piedad del Tribunal Constitucional lo tumbarían, que muchos de los entonces amnistiados hoy están empadronados en la prisión de Soto del Real, que ya es casualidad y que, además, muchos de ellos son o han sido altos cargos del Partido Popular, que ya es el colmo de los colmos.

Montoro será reprobado casi con toda seguridad por el Parlamento, al igual que ya lo ha sido Catalá y además con idéntico resultado, ninguno de los dos dimitirá, ni serán invitados a dimitir, por mucho que en Génova, 13 haya gente que empiece a estar un poco harta de tanto despropósito y es que el brazo protector de Mariano es muy lago y precisamente, reconocer una equivocación o que ha metido la pata no se encuentran entre sus virtudes, él es más de esconder la cabeza debajo del ala y esperar a que escampe.

Y es que esto ya cansa, no hay día en que algún alto cargo del Partido Popular no se vea envuelto en algún escándalo del tipo que sea sin que Rajoy les invite a conjugar el verbo dimitir, claro, que siendo él el máximo hacedor igual debería comenzar por aplicarse la medicina en primera persona, pero eso ya sería digno de un guión de una película de política-ficción, y guiones de ese tipo por nuestra piel de toro no es que se lleven demasiado, más bien nada de nada.

Aunque no debemos olvidar que la solución la tenemos nosotros, los votantes, en nuestra manos, basta con no tocar ni con un palo las papeletas de la gaviota, o del albatros, al decir de los entendidos, y así, con ese pequeño gesto, lograremos hacer con el marianismo lo que ya hicimos en su día con el aznarismo, enviarlo al baúl de los recuerdos.

Como también ha quedado en el recuerdo del Atlético Baleares el sueño del ascenso a la Liga 123, menos mal que Aridane, emulando a Iniesta en Sudáfrica, nos quitó el susto del cuerpo en el minuto 117.

¡Que pase el siguiente!, y me refiero tanto al Belmonte, como a la Moncloa, claro está.