Unos días antes de ser nombrado seleccionador nacional de fútbol, Luis Aragonés dijo que la Selección bien se merecía una gran pensada, si lo que se pretendía era avanzar más allá de los temidos cuartos de final, barrera imaginaria con la que nos veníamos topando, desde el que el fútbol se jugaba en blanco y negro con la voz en off de Matías Prats. Y vaya si mereció la pena poner a las neuronas a trabajar a destajo, dos eurocopas y un mundial descansan desde entonces en las vitrinas de la ciudad del fútbol de Las Rozas.
Salvando todas las distancias, y ya que llevamos diez años de internacionalidad ferial a cuestas, creo que la Feria, nuestra Feria, bien se merece otra gran pensada. En mi opinión, creo que ya va siendo hora de que la estructura sobre la que se asienta el día a día de la Feria, se acomode al cambio de siglo. Igual lo que era novedoso hace treinta años, ahora ya no lo es tanto.
Indudablemente, hay que hablar de las fechas, pero también del ocio y del negocio, de la diversión y del derecho al descanso, de los ingresos y los gastos, de las decenas de ferias pequeñitas que conforman la gran feria, la Feria con mayúsculas, del deporte y de la cultura, y como no, del bebercio y del comercio. Y lo tienen que hablar nuestros legítimos representantes en el Ayuntamiento, pero también tiene que opinar la ciudadanía, ya sea organizada en torno a alguna asociación, peña o agrupación, o bien a título individual.
Sí la Feria de Sevilla fue capaz de ajustar las fechas de su celebración a las necesidades del conjunto de la sociedad sevillana, no veo por qué no vamos nosotros a ser capaces de ajustar la nuestra a lo que más nos convenga a la mayoría. A estas alturas de la vida y trescientos ocho años después, no creo que el rey Felipe V se vaya a poner de morros, porque el Ayuntamiento organice una consulta ciudadana a través de un amplio proceso participativo, poniendo tantos medios como sean necesarios, para posibilitar que en el mismo pueda participar toda aquella persona que tenga algo que decir y quiera hacerlo, tal y como ha propuesto el portavoz del grupo municipal socialista en días pasados.
La opinión de los empresarios es de sobra conocida, al igual que la de los hosteleros, taxistas y feriantes, pero falta conocer, por ejemplo, el parecer de la comunidad educativa, afectada por el comienzo del curso escolar en plena Feria, y, por supuesto, el de la ciudadanía albaceteña en general. Mal harían nuestros gobernantes, sí la decisión la toman solo veintisiete personas, sin haber preguntado previamente a las otras ciento setenta y dos mil ochocientos dieciséis almas que por aquí moramos. Sí es una decisión fruto del consenso colectivo, el éxito estará garantizado, y, además, en esta ocasión, no toparemos con la iglesia, amigo Sancho, ya que esta ha dado su bendición a la iniciativa. Y conviene recordar que este tampoco sería el primer cambio de fechas que se lleva a cabo en la historia. Aunque cueste creerlo, la Feria no nació del siete al diecisiete de septiembre.
Y ya que nos ponemos a pensar en modo Feria, tampoco nos pasaría nada si le damos una vuelta a la cabalgata de apertura, aun sabiendo que va a resultar complicado conjugar la internacionalidad de nuestra Feria, con algunas costumbres no tan ancestrales que caminan haciendo equilibrios entre la fina línea que separa lo popular de lo vulgar, por utilizar un término suave, que no hay necesidad de mosquear al personal innecesariamente. Pero, en mi opinión, hay que coger al toro por los cuernos y ponernos a estudiar qué sobra y qué falta en el acto ferial más participativo de todos. De hecho, me cuentan que ya hay un buen número de ciudadanos y ciudadanas medianamente organizados, que quieren hacer llegar a los responsables municipales su opinión sobre la cabalgata de esta última Feria, y te garantizo, querido lector, que por lo que sé, no es para tirar cohetes. Pero como entre el cero y el cien hay mucho trecho, seguro que seremos capaces de ponernos todos de acuerdo, hasta conseguir una cabalgata tan participativa como la que más, pero con la vistosidad, plasticidad, buen gusto y armonía propios de su carácter internacional. Mi buena amiga Sole Velasco sabe de lo que hablo, ya que ella lo puso en práctica en la Feria del III Centenario.
Personalmente, echo en falta algún evento diferencial que nos distinga del resto de ferias del territorio nacional, por pequeño que sea, porque será ese evento que nos ponga definitivamente en el mapa de la diversión, no todo ha de ser necesariamente comer y beber como si no hubiera un mañana. Alguien podrá argumentar que ya tenemos la Feria Taurina, y quizás lleve razón… aunque solo en parte, porque para los que no gustan del arte de Cúchares las tardes de Feria seguirán estando huérfanas de entretenimiento.
Me niego a pensar que seguiremos sin hacer nada, engañándonos a nosotros mismos con la ilusoria cifra de los dos millones y medio de visitantes, mientras dejamos morir el Fecinto Ferial, como ya dejamos de perseguir al toro de fuego o permitimos que se apagaran los rescoldos que calentaban el caldico reparador. Porque no creo que sea yo solo la única persona que se haya dado cuenta, de que de un tiempo a esta parte, el Recinto Ferial está de capa caída a partir de las doce de la noche. Si a mi me produce sensación de tristeza entrar al recinto un viernes de Feria y ver el pabellón municipal echando el cierre a la hora bruja, no quiero ni pensar en la sensación que se llevará uno de esos ficticios visitantes.
Y mientras Javi Acuña hacia el tercero para el Alba en tierras mallorquinas, yo seguía dándole vueltas a la necesidad de tener cuanto antes esa gran pensada ferial, a la vez que me hacía la gran pregunta ¿Quién le pondrá el cascabel al gato?, desde luego nuestro actual alcalde no, me respondía a mí mismo. Manuel Serrano tiene sus cosas buenas y malas, como todo el mundo, pero está paralizado por temor a pisar el callo equivocado.
Como dijo el educador Robert Anthony: “Lo contrario de la valentía no es la cobardía, sino la conformidad”. Apliquémonos el cuento, seamos valientes, demos un paso al frente y no nos conformemos con lo que conocemos, busquemos la excelencia, igual llegamos a la notabilidad.