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La Contracrónica… Uno más uno son cuatro

Un domingo en Tenerife apetece todo menos hacer deporte. Huir del frío peninsular y ver el Teide desde las nubes es lo más parecido a soñar. Si te toca jugar, qué menos que disfrutar. El Alba intentó lo que no pudo y supo sufrir para sumar. Cuando escalas por la tabla, cada punto te afianza. Cada jornada cuesta más sumar y hacerlo fuera de la tierra tiene doble valor.

La fórmula de empatar y hacerlo bueno en casa se suele aplicar a los equipos que únicamente sueñan con no descender. Mientras el Alba vislumbra las primeras luces de un sueño, infinito de momento, cada punto lejos del campus supone afianzarse en un playoff que ya tiene escalón blanco.

Las hubo de todos los colores en Tenerife. Desde la primera de Eugeni hasta el palo de Manaj. Faltó eficacia y sobró descaro. Adoleció hoy el Alba de alternar registros cuando sufrió más. La insistencia por jugar cada balón y no rifarla es de elogiar, pero un grupo que quiera ir para arriba debe manejar distintas situaciones.

A destacar, sobre todo la primera parte. Un inicio dominante que puso de los nervios a los de blanco y a los de la grada. En los últimos años, el Alba ha estado al otro lado. La del escarnio al que le sometía el Belmonte. Conseguir sacar de quicio a una grada y a un club necesitado dice mucho del esfuerzo y el buen fútbol de los de Ramis.

Con las tres expediciones insulares cumplimentadas y varias de las grandes plazas ya visitadas, el Alba debe, ahora sí, luchar por algo más. Salpimentar la ilusión de una grada que quiere más y acompañar con goles y puntos un fútbol que merece no bajarse de la élite. Trece jornadas después, esto ya no es casualidad. La tercera plantilla más goleadora y la mejor visitante.

Toca ahora hacerse fuertes en el Belmonte y en siete días llega la primera prueba. Solo en Lugo saben lo que es ganar este año en Albacete y falta les hace repetirlo. El colchón que tiene el Alba debe convertirse en un muelle que ayude a seguir escalando. Después de ver el Teide desde las nubes, ya nadie quiere bajar. Ahí, en la cumbre, uno más uno son cuatro.

Julio Martínez Romero