Por Julio Martínez
Si miras el once del Alba y su banquillo en Alcorcón no dista mucho de lo que había allá por agosto en Cornellá. Cambia el entrenador y Tana, amateur arriba, amateur abajo. Hasta que no cambiaron a Alcaraz, el Alba no despegó. El inicio de López Garai fue espectacular, como ya lo había sido el de Alcaraz cuando suplió a Ramis y cortó una racha nefasta. Y a los dos se les agotó el crédito una vez que los que se sentían titulares se acomodaron y los del banquillo empezaron a sentirse suplentes vitalicios. Alejandro Menéndez ha revolucionado el rendimiento en puntos de este equipo con los mismos mimbres. Seguramente recuperar ese vestuario pasaba más por explotar el ABC del fútbol y no por el juego de tablets y cosas raras de este fútbol de oficina. Lo mismo dijimos de López Garai.
Los cambios le vienen bien al Alba y modulan sus dinámicas hasta el punto de que algunos jugadores están dando una versión que ni ellos mismos conocían. No obstante, el que dicen que ha sido el mejor partido de este Alba en año y medio ha terminado con un 1-2 con penalti inventado, pidiendo la hora y con Tomeu teniendo que ser otra vez decisivo. Pero lo importante no es tanto el resultado como las sensaciones que deja el equipo. Es verdad que la victoria en Miranda de Ebro fue fruto de dos errores bien aprovechados, que los tres puntos frente al Zaragoza son, como los de Alcorcón, gracias a un error arbitral, a los palos y a tener un portero profesional. Pero de los últimos 12 puntos, el Albacete ha sumado 10 y eso, fútbol y árbitros aparte, es lo único que importa.
Claro que cuando todo se veía nigérrimo y cuando se hablaba de echar a media plantilla las opciones de salvación eran las mismas que ahora, que son todas. Como siempre en el fútbol, lo que da juego son las sensaciones que despierta un equipo, pero lo que da la medida son los puntos. El Albacete sigue en descenso, pero el aire que respira no es tan tóxico. A pesar de todo, queda mucho. Muchísimo. Lo primero, el mercado de invierno, las salidas y las llegadas. Han salido ya unos cuantos, todos ellos irrelevantes para este y para cualquier club profesional, y solo ha llegado uno, del que se espera, mínimo, un poquito más que de la recua que llegó en verano. De momento, el Alba ha de conseguir que no se asfixie en una carrera de 5 metros recién salido al campo. Tiempo tiene Tana, por supuesto.
De Alejandro Menéndez siempre hemos dicho que había que dejarle hacer, pese a que no agradase mucho su uso del verbo y su habilidad rotatoria. Pasadas unas cuantas jornadas desde su llegada, se puede decir que ha cambiado al equipo sin tocar prácticamente nada. Nada más que el orgullo de algunos jugadores que ya ni lo parecían. López Garai trajo los goles de los defensas. Menéndez está recuperando a los que tienen que jugar y, de vez en cuando, anotar. Ojalá no haya que hacer más cambios y que la dinámica sea esta. El Albacete debe pensar que sigue dependiendo de sí mismo para salvarse. Que se aleje de aquellas ‘tontás’ de convertir el Belmonte en un fortín o de hacer buenos en casa los puntos conseguidos lejos de La Mancha. El fútbol sin público es un entrenamiento con espinilleras y con rueda de prensa al final. La plantilla del Alba sigue cogida con alfileres y cualquier lesión o sanción, véase el caso de A. Jiménez, puede ser desastrosa para lograr el objetivo. No sé cuántos refuerzos hacen falta ni en qué posiciones, pero si los que están sacan el fútbol que han mostrado en clubes y cursos anteriores, Menéndez tendrá poco, pero tendrá para escoger once tíos que le ayuden a no tener que decir esas ‘tontás’ cuando el aliento del despido le respire en la nuca.