Eloy Jiménez me abrió los ojos un día en Tobarra. No el padre sino el hijo. Él era candidato a la élite jugando en el Hellín y nosotros llevábamos el murciélago y no nos ganaba nadie. Tampoco él, pero nos dio la lata. Al año siguiente ya jugaba en el Albacete, cúbito y radio mediante. El fútbol deja de ser un juego cuando te das cuenta de que el que está enfrente no es un rival sino tu competencia. Si está en tu mismo equipo, peligro. Suele ocurrir en el salto de infantil a cadete. Eso piensan muchos, pero no siempre tiene que ser así. Jordi Sánchez podría ver un obstáculo en Dani González, pero es el primero que va a abrazarle cuando hace gol. Un abrazo que vale un ascenso. A Dani González le quiere hasta su rival vestido de blanco. Está viviendo un sueño y se despertará en la fiesta del ascenso.
Está viviendo su sueño y nosotros lo estamos viendo en directo. Debutó con gol y ya es titular. Anota como si fuese uno más, pero ya incluso se lleva el premio a mejor jugador del mes que otorga la afición. Se tiñe el pelo, se lo vuelve a dejar de raíz y vuelta al amarillo Simpson. Juega en el equipo de su pueblo y eso es muy especial. Después del gol y de atreverse hasta con una chilena, el cambio. La gente está con él, pero siguen siendo los 6.000 de siempre. El Albacete tiene que darse cuenta de que Dani González puede ser un reclamo en la taquilla. Jugaba en el Albacer y ahora es el gol del Alba. Moraleja: se puede.{loadmoduleid 6430}
Su figura puede ayudar a que muchos niños le pidan a su padre que el domingo les lleve al Belmonte o les ponga el Alba por la tele en vez de pedirle cuartos para algún juego de la consola. En eso tiene que intervenir el club, con permiso del censor y si el Covid no lo impide. Ir a los colegios. Ir a los pueblos. Regalar entradas a los pequeños, porque al que le entra el Alba en la niñez no lo deja jamás. Porque la afición la perdemos cada dos por tres, pero ahí sigue la fe. Vienen y van los que cobran, pero siempre seguirán los 6.000 que pagan. El relevo es fundamental y Dani González es ese chaval que todos soñamos ser de niños cuando jugábamos contra el Mota del Cuervo en la ciudad deportiva. La afición lo quiere y ahora falta que los niños lo graben en sus carpetas. O en el fondo de pantalla del iPad.
Su compañero y rival es Jordi Sánchez, que ha sido borrado del mapa igual que Julio Alonso. Este domingo volvieron los dos y el Albacete jugó mejor. Jordi facilita el fútbol, más allá de que luego esté o no acertado en su labor, que no deja de ser marcar goles. Julio ha vuelto y lo ha hecho como siempre. Nivel altísimo y fútbol de nota. Inexplicable que saliese del once, pero al míster siempre le sonríe la suerte. El día que decide jugar con dos delanteros a las 12 de la mañana, le llegó otra vez la razón. A las 12.14 ya había reconquistado el liderato y eliminado al Baleares de la contienda por el ascenso directo. {loadmoduleid 6455}
Puso en valor a Manu Fuster en rueda de prensa y no es para menos. Cuando los meniscos le dejan, contar con el valenciano es hacer trampa. Ve el fútbol como el que juega al FIFA. Va un paso por delante del resto y siempre elige la mejor opción, que no siempre es la más fácil. Es el goleador del equipo, pero es sobre todo la luz cuando el plan de De la Barrera se oscurece por errores individuales. Súmale a un Alberto Jiménez que la lleva fuera, un Riki cuyo cerebro es un balón y una defensa con dos titanes de raza negra. Dos perros de presa como Djetei y Boyomo que tampoco tendrán hueco en el titular del ascenso, pero que son claves para explicar el éxito del vilipendiado míster. El que resiste, gana. Rubén de la Barrera está fuera de duda, objetivamente, y Dani González lo ha conseguido. Ahora, conquistado el abonado, falta el público.