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A Cospedal, el Karma le ha jugado una mala pasada

Antonio Martínez
 
No me costa que la ex presidenta regional profese la religión budista o la hinduista, pero estoy seguro de que habrá oído hablar en alguna ocasión de la ley cósmica de la retribución o de causa y efecto, esa que dice que en los dramas humanos, el karma es lo que explica la reacción que se produce a las acciones buenas o malas realizadas en el pasado más o menos inmediato. Y es que está claro que reunirse en secreto con el entonces comisario Villarejo, a puerta cerrada en la planta séptima de Génova 13, con su marido como único testigo en una calurosa tarde de mediados de julio de 2009, en plena eclosión del caso Gürtel, no fue una buena acción, y el karma se ha encargado de poner a cada uno en su sitio.
 
A uno, al ex comisario, a la sombra, en la cárcel de Estremera, a otro, al marido, señalado como presunto organizador y manijero en este malhadado asunto y a la otra, a la ex todopoderosa Cospedal, en la picota de la opinión pública por intentar retrasar y entorpecer todo lo posible la instrucción del caso Gürtel, caso que al final, como todos sabemos, le dio a Rajoy el finiquito como presidente del Gobierno, y en esta ocasión ni en diferido, ni en forma de simulación, sino en vivo y en directo. Lo de encargar dosieres sobre Javier Arenas, de momento, se lo dejaremos a los de asuntos internos, que seguro que se lo pasan pipa leyendo lo que del andaluz pudo encontrar el sabueso de Villajero, que debió de pensar, que habiendo compañeros de Partido, para que quiere esta gente tener enemigos.
 
No me consta que Cospedal tuviera buena o mala conciencia de lo que se estaba trajinando en su despacho aquel martes por la tarde, pero estarás conmigo querido lector, en que no hace falta estar muy avispado para discernir que mucha tranquilidad de ánimo no debía tener, cuando envío a su marido a recoger a Villarejo en un coche oficial y camuflado del propio Partido Popular, a la vez que les franqueaba la entrada por el garaje de calle Génova, para que no quedara constancia de aquella incómoda y poco usual visita y que les hiciera esperar el tiempo necesario, hasta que la fiel Mariví, pudiera comprobar que la planta había quedado totalmente desierta. Y si no les hizo aparecer tocados con gafas de sol, sombrero y gabardina, es porque hubiera cantado demasiado en pleno verano.
 
No me consta qué tipo de trabajos puntuales le pudo encargar Cospedal aquella tarde a Villarejo, más allá del dosier sobre Arenas, Bárcenas, Galeote y su fundación, ni tampoco me consta que los mismos se hubieran llevado a cabo, y me temo nos vamos a quedar con las ganas, al menos de momento, de saber a cuanto ascendieron los gastos de aquellos encargos, y por supuesto de conocer la identidad de quien fue el pagano de todo aquello, que conociendo las astronómicas tarifas del susodicho ex comisario, le debió de salir por un pico, y eso que por aquel entonces, al decir del marido, estaban tiesos.
 
Lo que me escandaliza, lo que te escandaliza, lo que nos escandaliza a todos, es que la entonces secretaria general del Partido Popular, no echara de su despacho con cajas destempladas a un personaje que la acaba de decir a la cara que había hecho todo lo posible por romper el pen drive de Bárcenas, en el que según cuenta el ex comisario había de todo, y que no saliera corriendo al primer juzgado de guardia, para poner en conocimiento de la Justicia lo que el amo de las cloacas le acababa de confesar. 
 
Pero no, por lo que fuera, decidió tomarse un botellín de agua mineral y seguir escuchando, entre otras cuestiones, lo de la chaquetilla de Juan Cotino, el ofrecimiento de Villarejo para descubrirle la identidad del topo que la Policía decía tener en plena sede ‘popular’, o que el punto débil de Rubalcaba era su hermano. No seré yo quien se atreva a decir si su actitud pudo contravenir tal o cual artículo del Código Civil o Penal, que doctores tiene la Santa Madre Iglesia, pero lo que sí sé, es que su expediente tiene un manchurrón de padre y muy señor mío, que no lo quita ni el mejor de los blanqueadores. (Blanqueadores de manchas, no de otra cosa, que mira que sois mal pensados).
 
No me consta, que ante la evidencia de la gravedad de lo escuchado en las grabaciones, la aún diputada Cospedal, haya hecho acto de contrición en forma de dimisión de todos sus cargos orgánicos, políticos y representativos, ni que se haya autoimpuesto la penitencia de expiar sus pecados, el original y los otros, solicitando el reingreso en su plaza de abogada del Estado, que digo yo, que tampoco tiene que ser mal destino para purgar sus malas acciones.
 
Tampoco me consta hasta donde le puede llegar el mosqueo que tiene en estos momentos con sus compañeros de Partido, en especial con Pablo Casado, que pronto parece haber olvidado, que fue gracias a la aprendiz de espía que hoy ocupa la presidencia de los ‘populares’, porque supongo que no le habrá hecho mucha gracia que el apoyo del presidente y del secretario de Organización se haya limitado a agradecerle sus explicaciones (por decir algo) y reconocerle que no haya mentido (vaya mérito), pero que ellos, y por extensión toda la cúpula ‘popular’, el único compromiso que tienen es con la militancia, un compromiso que se basa en la transparencia, la ejemplaridad y la rendición de cuentas, apuntando además, por si quedaba alguna duda, que cualquier conducta que vaya contra cualquiera de ellos, contará con su más absoluto rechazo. Lo que en román paladino viene a decir, “María Dolores, apáñatelas como puedas, que yo me escurro como una anguila y no quiero saber nada de gente apestada como tú”.
 
Y mientras tanto, la antigua presidenta regional, sigue erre que erre con que ella no ha mentido, que aquella reunión se celebró, -como sí pudiera decir otra cosa después de haberla oído España entera alto y claro hablar de Bárcenas con Villarejo- y que cumplía con su obligación, sin aclarar que misteriosa obligación es esa que le lleva a encargar a un tercero, y menudo tercero, un dosier sobre un dirigente y supuesto compañero de su propio Partido, además de un seguimiento especial al hermano de Rubalcaba, aunque solo fuera por si acaso.
 
Pues vale, para ti la perra gorda, que diría el castizo, sí eso es dar explicaciones yo soy marciano. Como apunta Gabilondo: “La antigua secretaria general de los populares, está a dos telediarios de pasar a ser aquella persona por la que usted se interesa”.