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Aburrimiento, frío y poca casta en la 3ª de feria

Por Julio Martínez

Desagradable. Así definieron la tarde Enrique Ponce y El Juli. La corrida de Daniel Ruiz, seria y con trapío, se contagió del frío y de la apatía de unos tendidos que acudieron en masa a la plaza, pero sin ilusión. El hombro de Roca Rey se ha cargado media feria. No es que fuera mala la corrida sino que le faltó vida. Salvo primero y segundo, todos fueron de buena condición. Con ritmo y buen son, especialmente el tercero, al que toreó con mucho temple el toledano Álvaro Lorenzo. Tenían el defecto de la falta de casta y no será porque no tenían delante toreros de los considerados enfermeros.

Enrique Ponce obtuvo un trofeo con el cuarto de la tarde, un animal que, sin ser rotundo, se desplazó y permitió al maestro valenciano lucirse y hacer disfrutar al público raso. El ajuste fue el principal debe de una faena cuyo epílogo fueron unas poncinas eléctricas y de rápida conexión con los tendidos. Se tiró a matarlo convencido de que al toro le sobraba una oreja. La paseó entre los vítores del magistrado Pablo Llarena y del presidente regional Emiliano García-Page. Con el primero, Ponce se justificó en dos tandas postreras ante un animal reservón e incómodo en el ruedo.

El Juli pinchó una obra de magisterio al quinto, un toro de Daniel que tuvo tanta clase como sosería en el final de muletazo. Lo cuidaron de salida y arrancó el madrileño la faena con poder y dulzura a partes iguales. Profundos muletazos con un empaque de nuevo cuño en la tauromaquia de Juli. Hubo varios naturales desmayados que no llegaron a los tendidos, pero que convencieron a los profesionales. La cadencia torera contrastó con la inacción de la banda de música, bien tapadita para sofocar el frío. Faena que no fue rotunda por la falta de fondo del toro, pero que evidenció la facilidad del torero récord en lo que va de siglo en Albacete. En segundo lugar estoqueó a un sobrero del mismo hierro, flojo y sin casta ninguna.

Completaba la terna Álvaro Lorenzo, que obtuvo un trofeo con el tercero de la tarde, el mejor del encierro. El animal pedía temple y suavidad en las telas. Lorenzo paró el tiempo en muletazos sueltos. Fue poco a poco sacando el fondo habitual en los toros de Daniel Ruiz y entendió a la perfección lo que pedía en cada cite. Le dio distancia después de arrancar rodilla en tierra y ejecutó un toreo al natural soberbio. Acompañado todo por rotundos pases de pecho. La estocada viajó trasera y atravesada pese al rápido efecto que tuvo. Esta vez sí, acertó la presidenta. Contuvo la efervescencia del público y otorgó una única oreja, pero loar el acierto no tiene trazas de feminismo. No se confundan. Viene el frío y se acercan tormentas camino del ecuador de la feria, esperemos que respete el tiempo y mejore el aspecto ganadero. Toreros hay y la afición quiere verlos.

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