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Por Julio Martínez
Es difícil volver a hablar de toros cuando nadie sabe la gente que ha muerto por el bicho. Los minutos de silencio son segundos inconclusos para el nervio que llevan los chavales con su primer festejo televisado. En Albacete tenemos la suerte de reivindicar toreros que no son de esta tierra. La última coleta conquense que se meció con garbo se hizo llamar Chicuelo y tiene una estatua allá donde quedamos siempre para ir a los toros. La suerte nuestra es tener a toreros como Alejandro Peñaranda. Es verdad que no es de Albacete, pero es nuestro lobo solitario.
Los toros han vuelto a Albacete y solo podemos alabar a dos personas. A Alejandro Peñaranda, que ha demostrado que quiere ser algo más que un torero y a la familia Martínez-Conradi, que tiene en Albacete su particular Waterloo. La novillada que recuperó la fiesta en la provincia ha sido exquisita. De nota muy alta, pero la disposición y el aliento de Alejandro Peñaranda nos ha invitado a volver a confiar en una escuela taurina que llevaba tiempo en hedor de egipcianas multitudes. Pocas cosas hay más satisfactorias que ver a Sergio Martínez dar consejos en el callejón. Para el que no lo sepa, son muchas orejas en Las Ventas. Sergio es un maestro con todas las letras y Alejandro Peñaranda es un gran alumno.
Hay que alabar también el buen trabajo de Manuel Amador, que está demostrando que ser empresario taurino se puede compaginar con haber sido torero. Ha devuelto la Tauromaquia a una provincia que ha ido a Munera a ver los erales de La Quinta. Mucha gente no sabía quién toreaba, pero todos sabíamos que Alejandro Peñaranda estaba por ahí danzando. Igual que Carlos López, su mozo de espadas, igual que Javier Perea, Santi González y Ricardo Izquierdo -habitual en la cuadrilla de un tal José Tomás-. Será de Iniesta, pero ya lo hemos reivindicado. En serio.
La tarde de Peñaranda fue cumbre, de torero macho. Un lote de La Quinta que exigía demasiado. El torero de Iniesta, que es nuestro, demostró que quiere ser torero y que tiene mucha afición. Quizá le faltó arrojo con el primer animal, pero quiso hacer las cosas bien. Lo mejor llegó en en el sexto. Peñaranda lo bordó. Le dio tiempo y espacio al exquisito eral de La Quinta, que se fue arrastrado dando la vuelta al ruedo. Un tiempo y un espacio que permitió disfrutar a Peñaranda y que puso de pie a todo la plaza de toros de Munera. Nadie conoce el futuro y, taurinamente, es difícil pensar en toros. Si hubiese feria, Peñaranda habría debutado y se hubiese puesto en frente de José Fernando Molina como torero TOP de la escuela taurina de Albacete.
Lo mejor es que han vuelto los toros a Albacete. Albacete es tierra taurina y así lo ha demostrado su gente. Rubén Pinar, Miguel Tendero, Sergio Serrano, Pedro Jesús Merín, Mario Sotos, Sergio Felipe, Alberto Pozo, Cristian Pérez, Jesús Moreno, Cristian Pérez, José Fernando Molina, Alejandro Peñaranda, Manuel Caballero junior. En fin, que hay muchos nombres. Hay esperanza para pensar que Albacete puede volver a lo que fue en su día. Sergio Martínez y Gonzalo González lo están intentando. Víctor Zafrilla les echa un cable. Y, sin duda, Albacete está con ellos. La sombra de Dámaso es alargada y todos quieren auparla. A la ministra de Trabajo no le pediremos nada más que cumpla lo que dice la Constitución. A Yolanda Díaz solo cabe pedirle la dimisión. Muchos profesionales de Albacete están tirados sin un duro. Para eso está la afición. Para eso está Alejandro Peñaranda. Que se preparen. El toreo ha vuelto a Albacete.