Agentes de la Policía Nacional han desarticulado una red de prostitución que captaba a jóvenes, de entre 14 y 17 años, en un colegio, discotecas de la Región de Murcia, o bien a través de anuncios de Internet, para que se prostituyeran en pisos de alterne y a domicilio. En el operativo han sido arrestadas 29 personas, entre las que figuran las tres máximas responsables de la organización y demandantes de servicios sexuales que solicitaron expresamente a menores de edad.
La trama había confeccionado un book fotográfico en el que ofrecían «a la carta» a más de 400 mujeres, incluyendo a menores de edad. A finales de agosto del pasado año se tuvo conocimiento de la desaparición de una menor de 17 años de nacionalidad ecuatoriana. Sus progenitores indicaron que desde hacía tiempo su hija mantenía un alto nivel de vida, pero que sin embargo no le conocían trabajo remunerado alguno. Tras llevar a cabo numerosas gestiones indagatorias, a mediados de octubre, se logró localizar a la menor en un piso de la capital murciana, en el que también residían otras chicas y un matrimonio dueño de la vivienda. También se pudo constatar que en dicho domicilio la menor y otras jóvenes, algunas también menores de edad, estaban siendo explotadas sexualmente por los propietarios del inmueble.
A través de los datos aportados por las víctimas y gracias a otras informaciones obtenidas por los investigadores, se pudo comprobar que ese domicilio constituía solo una parte de una red bien estructurada. Al frente de esta organización estaban tres mujeres, responsables de la explotación de las jóvenes y de coordinar las labores de captación. Cada una de ellas gestionaba un piso-prostíbulo, en el que disponían de un book fotográfico que mostraban los clientes, contando con fotos de aproximadamente 400 mujeres, entre las que se encontraban menores de edad, para servicios sexuales bien en el piso-prostíbulo o a domicilio.
En un segundo nivel, se hallaban las encargadas de captar directamente a las jóvenes para ponerlas en contacto con las «jefas».
Las menores explotadas sexualmente, de edades comprendidas entre los 14 y los 17 años, tanto de nacionalidad española como extranjeras, eran captadas por tres vías, a través de compañeras del colegio, en discotecas o en Internet, aprovechándose de los anuncios que ponían las menores buscando trabajo como camareras, para el cuidado de ancianos, de niños o de limpieza. Contactaban con ellas y las convencían para que comenzasen a trabajar como masajistas.
La vía de comunicación entre las tres responsables de la trama y sus clientes, en la mayoría de los casos, era a través de aplicaciones de mensajería instantánea y diferentes redes sociales. Aunque cada explotadora sexual tenía sus «chicas» y su cartera de clientes, existía un intercambio habitual en ambos sentidos.