Por Carlos Garrido
Tras más de 25 años de trayectoria y una profunda dedicación creativa, Carlos Buendía ha conseguido el carné de artesano, una distinción que reconoce su oficio no solo como una profesión, sino como una manifestación artística nacida de la autenticidad, la constancia y el amor por lo que hace
En pleno corazón de la Sierra de Alcaraz, en la localidad albaceteña de Povedilla, ejerce su oficio un peluquero que ha hecho de su trabajo una forma de arte. Carlos Buendía no es un estilista al uso. Es, como él mismo se define, un creativo. Un artista que, desde su salón, ha construido una trayectoria personal única, con colaboraciones en desfiles, colecciones vanguardistas y un claro propósito: demostrar que la peluquería es una disciplina artística y artesanal de pleno derecho.
Su último hito ha sido obtener el carné de artesano, una meta largamente soñada y cargada de significado: “No solo era una meta a conseguir, sino también la necesidad de engrandecer y empoderar nuestra profesión”, afirma. “El oficio de peluquero es artesanal, manual, artístico… pero no tiene la necesidad de ninguna titulación o aval. Esta acreditación supone ese respaldo legal que te posiciona al nivel de otras artes, también frente a clientes, marcas y compañeros”.
Carlos reivindica una peluquería alejada de lo puramente comercial, centrada en la identidad, la expresión y la autenticidad. En sus propias palabras, “el camino no es otro que creer en tu marca, en lo que haces y ser auténtico. Así se forja tu profesión y tu estilo de trabajo”. Su fórmula incluye trabajo constante, dedicación diaria en el salón y el impulso de no conformarse nunca: “Vi la posibilidad de realizar colecciones de vanguardia, colaboraciones en desfiles y eventos… y también buscar esa acreditación de artesano ya no solo por los más de 25 años de profesión a mis espaldas, sino por ese esfuerzo en el día a día”.
Obtener el carné no fue tarea fácil. Carlos tuvo que enfrentarse a un tribunal de artesanía y presentar su trabajo con argumentos sólidos. “No fue fácil exponer y defenderlo, pero se reconoció el mérito y eso me llena de orgullo”.
Más allá de los títulos, Buendía vive su vocación con una sensibilidad que lo define: “Como peluquero diría que soy más bien un creativo, que crea con sus manos belleza y aporta felicidad a mis clientes, dando identidad a cada trabajo. Siendo únicos”.
El futuro, para Carlos, sigue cargado de inquietudes e ideas. Sueña con colaborar en una obra teatral o una película, llevar su arte a nuevos escenarios y seguir visibilizando la peluquería como un lenguaje artístico con raíces profundas. “Todo es enfocarse, visualizarlo, compartirlo y llamar a las puertas”, afirma con ilusión. Mientras tanto, se centra en seguir aprendiendo, creciendo y aportando. Y todo, sin perder de vista el orgullo de haber llegado tan lejos desde un lugar tan pequeño: “Poder conseguir tantas cosas desde un pueblo como Povedilla ya me hace ser feliz”.
Carlos Buendía es, en esencia, la prueba viva de que el arte no entiende de límites geográficos y de que, con autenticidad, esfuerzo y visión, se puede construir belleza con las manos… y dejar huella.