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El Alba siempre está (Opinión)

Texto: Julio Martínez

Creo que  leí a Escohotado algo así como que la inspiración es el pensamiento en conmoción. La Segunda B tiene poco de literario y el barroquismo solo surge en jóvenes de cantera pomposa o en algún ‘old school’ con calidad. No obstante, y dadas las circunstancias, no hay nada más barroco que un partido del Albacete a las 5 de la tarde en domingo. Es el fichar de un funcionario o el recuento de un preso. El Alba vespertino de los domingos es todo lo que tiene que hacer un ‘afisionao’ que se precie.

La pandemia nos robó las resacas de los domingos y el tiempo nos privó de ver más veces a Fernando Alonso repartir fabada en el paddock. Mientras tanto, ahí estuvo el Alba. Ha vuelto la resaca y Alonso ha regresado a sentir el peso de la púrpura. Y ahí sigue el Alba. No sé si mejor o peor, pero está. Siempre está. Con pitos, con ovaciones y con silencio. El progreso es un avance hacia la complejidad y el Alba es complejo en sí mismo. Pero ahí está. {loadmoduleid 6428}

Para un joven indocumentado, definición de millones de españoles, el domingo es resaca, pasar de la cama a la mesa con comida de tu madre que se ha quedado fría y colleja de padre a rodabrazo por llegar tarde y con aspecto de hiena ‘milf’. Ya por la tarde, sin sobremesa, al fútbol. Con tu padre o con tu abuelo, como hace mi amigo Pablo. Lo mismo da Los Cármenes que el Belmonte. Se va. Se está. El fútbol dominguero nivela el PH con mezcla de bocadillo y cocacola que termina de confirmar el eslogan de “no vengo más al fútbol, son unos mataos”. Ojalá pusieran birra en los estadios. {loadmoduleid 6430}

Cada partido del equipo de la ciudad en la que nacimos nos libera de nuestro confinamiento humano. El Alba nos iguala a todos y confirma que estamos mal, pero menos mal que estamos. Nada hay mejor que la imagen que sacó Footters. Un grupo de críos de ocho o diez años con la mano abierta para chocar con los del Alba, los de la Masía y hasta con los árbitros. Esa es la esencia del fútbol que nos enganchó. A mi me hacía ilusión que me chocasen Geli, Padilla o Walter Pico. A los nacidos después del gol de Iniesta en Sudáfrica les hace felices que Fran Álvarez o Sergi Maestre les correspondan el ‘give me five’. Para todo eso, el Alba siempre está.{loadmoduleid 6455}

Pero no debemos olvidar que el Alba es por esos chavales y no por los que saltan al campo. Los que se visten de blanco con espinilleras son los empleados del que paga y celebra. O que pita. Los pinchazos de YouTube y los llenos de no hay billetes los consigue la gente, no los artistas. El artista es uno, el equipo, once. La hinchada, miles. El que olvide eso no solo omitirá la esencia de este espectáculo sino que acabará con él. Por eso el Alba está en mínimos históricos de credibilidad. El abonado, más o menos exigente, está ahí igual que está el Alba, pero sin él no hay Alba.