Su historia la cuenta este lunes el periodista Juan Sardá en el diario El Mundo. Se trata del albaceteño Manuel Martínez Calderón, fallecido en 2001, que hizo una fortuna en Barcelona y que al morir dejó 20 millones de euros en una empresa que se dedica a publicar varias esquelas cada año para recordarle.
Según el citado diario, Calderón llegó a Barcelona de Albacete con 800 euros en los años 50 y acabó amasando una fortuna con los derribos. Curiosamente, fue un hombre mucho más discreto vivo que muerto. Durante sus 40 años de ascensión empresarial sólo concedió una entrevista en 1994 para la televisión en la que se le ve nervioso y apurado. Toda su vida quiso pasar desapercibido a pesar de que había forjado un imperio.
El 14 de mayo de 2001, una esquela a toda página anunció su muerte. Desde entonces, todos los meses, un anuncio en La Vanguardia recuerda su óbito. Dos veces al año, coincidiendo con el aniversario de su muerte y el de su nacimiento, la esquela aparece publicada a toda página. «Siempre seremos cuatro», es el misterioso mensaje que acompaña el anuncio. «Siempre seremos cuatro» es también el nombre de una sociedad con un capital social de 20 millones de euros destinado única y exclusivamente a perpetuar su memoria con las famosas esquelas. De esos cuatro, sólo quedan dos vivos: sus hijos José María y Julia Martínez Vivancos, administradores de una herencia que incluye patrimonio inmobiliario, la empresa de derribos originaria y un negocio de tragaperras.
La madre de ambos, Nieves, con la que Martínez se casó a los 50 y a la que doblaba la edad, falleció en octubre del año pasado. Y falta como mínimo uno, el primogénito, Manuel, hijo de su primera esposa y con el que el patriarca tenía mala relación.