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EL CAMBIO SIGUE A LA ESPERA

La sesión de investidura de Pedro Sánchez no sirvió para tener un presidente de Gobierno después de 75 días desde que se celebraron las Elecciones Generales en vísperas de Nochebuena, pero sí que sirvió para conocer quien está pensando en la sufrida ciudadanía y quién está solo pendiente de la calculadora electoral, además de comprobar que Don Tancredo sigue a lo suyo, mirando para otro lado, escondiendo la cabeza debajo del ala y esperando que la confluencia cósmica, la alineación de los planetas o cualquier otro suceso similar le permita renovar el contrato de alquiler de La Moncloa. Es una pena, pero el Sr. Don Cambio sigue a la espera de mejores acontecimientos.

Es cierto que el pacto suscrito entre el PSOE y Ciudadanos quizás pueda resultar un poco insólito, si tenemos en cuenta la reciente historia de nuestra democracia. Por estos pagos no estamos acostumbrados, pero nada acostumbrados, a que dos partidos que no son del mismo espectro político, sean capaces de suscribir un documento que rezuma avances sociales por la izquierda, pero que tienes sus toques conservadores por la derecha, para que nos vamos a engañar.

¿Pero no es eso lo que nos decían que había dicho la ciudadanía tras las últimas elecciones?, que había que pactar, que ya no valían las mayorías absolutas y que había que ponerse de acuerdo para lograr un gobierno estable, pero de consenso, un gobierno multicolor que aplicase políticas de este programa o de aquel, un gobierno, en definitiva, resultado de un amplio consenso de la mayoría de las fuerzas políticas con representación parlamentaria.

Si la ciudadanía dijo que había que pactar, a cuento de qué viene tanto NO. Si la ciudadanía dijo que había que consensuar, a cuento de qué viene tantas líneas rojas a la hora de sentarse a hablar, y si la ciudadanía quería un gobierno estable, desde luego no acertó de pleno con su voto visto lo visto, por lo menos hasta el día de hoy, aunque Pedro Sánchez y Albert Rivera hayan puesto de manifiesto que si se quiere, se puede.

Lo que también ha quedado patente es que Rajoy está más solo que la una y que cada día que pasa se encuentra más contra las cuerdas y ve con enorme preocupación como su destino político se parece cada vez más al de Artur Mas, y claro, se le ponen los pelos de punta solo con pensar que tiene que volver al Registro de Santa Pola, que bien mirado tampoco es mala jubilación.

Pablo Iglesias y sus confluencias, Joan Baldoví y Alberto Garzón, insisten en un gran pacto de izquierdas, que no estaría nada mal y con el que yo estaría encantado, si las cuentas salieran y si fueran capaces de anteponer las personas a los territorios, porque buscar el amparo, y el voto por supuesto, en los independentistas catalanes está fuera de toda lógica desde los postulados de un partido de corte nacional y constitucional como el PSOE, aunque sea cierto como dice Pablo Iglesias, que lo es, que los catalanes no son demonios. Efectivamente no son demonios, pero sí independentistas, al menos muchos de ellos y ellas, y fiar el gobierno de España a la celebración del referéndum catalán, resulta tan peregrino como elegir de presidente del Real Madrid a Joan Gaspar.

A falta de presidente, ministros y ministras, ante nosotros tenemos por delante casi dos meses donde el trabajo de los equipos negociadores, los mensajes vía twitter, las declaraciones más o menos afortunadas y los posicionamientos políticos en tertulias serán nuestro pan de cada día.

Una de las partes del NO, Rajoy, seguirá insistiendo ante sus forofos que la gran coalición con Ciudadanos y la abstención del PSOE es posible, lo que le permitiría al PP volver a las andadas, dando por bueno, de paso, que la corrupción ya no importa, y a otra cosa mariposa. Igual alguien le tiene que recordar al presidente en funciones, que esa gran coalición es tan posible como que el Alba ascienda a primera división esta temporada.

La otra parte del NO seguirá insistiendo en un gobierno de izquierdas, al menos desde las posiciones más proclives al acuerdo que encarnan, a mi modo de vr, IU y Compromís, ya que “solo” le piden al PSOE que reniegue de Ciudadanos para luego pedirle su abstención después de haberle dicho casi de todo, vamos un juego de niños.

Lo de Podemos y Pablo Iglesias, es harina de otro costal. Sinceramente, no creo que esté dispuesto a llegar a ningún acuerdo que no contemple que él sea el próximo presidente del Gobierno, aunque hoy lo disfrace con una supervicepresidencia por aquello de respetar las apariencias. Somos muchos los que estamos convencidos de que Iglesias, al igual que Rivera, cuentan los días para una nueva convocatoria electoral, convencidos de que su calculadora electoral arrojará unos mejores resultados convertidos en más diputados y diputadas. Pero tiempo al tiempo, no sea que, como en el cuento,  la lechera se acabe rompiendo.

A Pedro Sánchez no le queda más remedio que seguir dando el callo, hablando con unos y con otros y escuchando de casi todo, es lo que tiene estar en medio del fregao con sus noventa diputados, que pueden parecer muchos, pero son a todas luces insuficientes para formar gobierno, una lástima. Pero este tiempo nos ha permitido descubrir un Pedro Sánchez inaccesible al desaliento, consensuador,  capaz de llegar a acuerdos y negociar con los de dentro y con los de fuera, firme en sus convicciones, pero flexible en sus decisiones, solo por eso la espera ha merecido la pena. Algo es algo.