Por Julio Martínez
El segundo novillo del Freixo salió con ganas de comerse el mundo. Así lo vio Cristian Pérez, que se echó de rodillas para recibirlo. Pese a ello, el torero de Hellín se dio cuenta de que aquello era un regalo de clase y ritmo. Se puso en pie y bordó el toreo a la verónica como hacía tiempo que no se veía en un novillero local. Templado, sereno y encajado. Los lances por el pitón izquierdo tuvieron una cadencia superior que fue jaleada por Albacete. Lo quiso cuidar tanto que no se llevó más que un cortecito en varas. Apretó de lo lindo en banderillas y después se apagó. Sin vida, raza ni fondo, el utrero echó por tierra lo que parecía iba a tomar vuelo.
Cristian Pérez tuvo más suerte con el quinto, que se movió con alegría y le permitió lucir sus armas. A porta gayola desde los medios, variedad con el capote y fuego con la muleta. Después de brindar a Fernando Moreno, ganadero de Los Chospes, se echó de rodillas y dejó un muletazo poco ortodoxo pero eficaz sacándose al toro por la espalda. Tandas por los dos pitones con más corazón que cabeza. Le faltó la serenidad que evidenció con el primero, pero fue todo amor propio. Fue volteado en el cierre de faena y, convencido de que podía cortar dos orejas, se tiró a matar sin muleta. Lo consiguió a la segunda y paseó la oreja de mayor peso de la tarde.
Los muletazos más toreros del festejo vinieron de la mano izquierda de Sergio Felipe, que tiene tanta clase como apatía. No termina de vender lo que hace y eso es algo fundamental en el toreo. Claro que lo primordial es eso, el toreo. Ahí tiene mucho ganado, porque lo ejecuta de manera primorosa, especialmente al natural. Cortó una oreja al cuarto, pero fue en el primero cuando se vio su mejor nivel. Enfrontilado y con las puntas de las zapatillas en dirección a los pitones del toro, el de Alcadozo esbozó un manojo de naturales que firmaría cualquier figura. La espada le cerró la puerta grande, pero sigue demostrando un concepto muy puro y muy torero.
Debutó con picadores Jesús Moreno cortando una oreja de poco peso al utrero de la presentación, que fue el mejor de la rara y exigente novillada del Freixo, propiedad del matador de toros Julián López “El Juli”. Pese a la poca entidad del despojo, se vio a un novillero que maduró casi en cada muletazo. Arrancó la faena muy verde, pero se fue entonando según transcurrían las tandas. Con ganas y ambición, pero con las lógicas carencias de uno que empieza. Llegó a disfrutar con la izquierda en varios naturales largos y de mano baja. Tiene, al contrario que Sergio Felipe, la capacidad de conectar con los tendidos. Lleva la alegría en el rostro y transmite buen rollo. Su carrera acaba de comenzar y tiene un largo camino por delante. Ilusión no le falta. Habrá que ver si puede ir sumando contratos para pulir un concepto todavía difícil de definir.
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