Me gustan las personas que tienen opinión propia, que pelean por ella con argumentos y que defienden su criterio con uñas y dientes. Un criterio, unas ideas y unas opiniones con las que se puede estar de acuerdo o en desacuerdo, pero que son tan respetables como las de uno mismo, precisamente por eso, porque son suyas.
Con los que no puedo es con los correveidiles, los oportunistas y los ventajistas, con los que se suben a cualquier carro que pasa solo porque les viene bien, con los que repiten como loritos lo que otros piensan y con los que pregonan una cosa y hacen todo lo contrario.
Tenemos en nuestro Ayuntamiento la desgracia, porque es una desgracia, de estar representados –por decir algo- por una persona que concurrió a las elecciones municipales de hace un par de años bajo el paraguas naranja de Ciudadanos, y que no cumplió ni un mes como concejal de dicha formación política ya que fue expulsado por los de Rivera, al parecer por saltarse la disciplina de grupo, o porque les bastaron menos de cuatro semanas para conocerlo, o vete tú a saber porqué, el caso es que algo grave tuvo que ocurrir para que no les importase autoamputarse el veinticinco por ciento de su grupo con tal de que la gangrena no se extendiese.
Desde aquel día este buen señor se pasa el día dando consejos a los demás, autocalificándose como “concejal de los vecinos”, como si los demás concejales y concejales lo fueron de los extraterrestres y metiéndose en todos los jardines que encuentra a su paso, sean de su incumbencia o no lo sean, el caso es hablar por hablar, aunque lo que se hable carezca del más mínimo sentido y no se aporte ninguna prueba de lo que se afirma.
Hay quien piensa que los ejemplos son pobres y empobrecedores, pero hay veces que son necesarios para enfatizar lo que se trata de argumentar, aunque solo sea como botón de muestra; ¿qué opinión te merece, querido lector, una persona que arremete sin piedad verbal contra aquellos a los que tacha de opacos y oscuros y cuando se debate en el Pleno Municipal la Ordenanza de la Transparencia, no solo no aporta al texto ni una sola coma, sino que se ausenta en ese momento, privándonos así de ser iluminados por su opinión y dejándonos huérfanos de su oratoria?. Pues eso, a mi me parece lo mismo.
Ejemplos, como las meigas, haberlos haylos, y en este caso a paletadas, y para todos el susodicho concejal tiene coartada, su coartada claro, y en la mayoría de de los casos tan peregrina como las de aquel conductor que va en dirección contraria por la autovía y está convencido de que son todos los demás los que están equivocados. Este hombre es así.
Presume entre sus amistades de que no está solo, que tiene un par de asesores, para los que pide pase de aparcamiento en Feria sin rubor alguno, y hasta abogado de cabecera que lo asesora y aconseja, probablemente más de lo que a él le gustaría y menos de lo que el otro quisiera, pero que ni el uno ni el otro reconocerán nunca.
Esta persona no repara en gastos ni duda en calificar a sus adversarios políticos con adjetivos calificativos tales como “necios”, “aprovechados”, “mentirosos”, hipócritas”, “estafadores”, “corruptos” o “timadores” sin aportar más prueba que su propia opinión, vamos como si fuera el Papa cuando habla Ex cathedra y fuera infalible, y para tanto no da el personaje, la verdad.
Antonio Machado creó un personaje ficticio al que puso el nombre de Juan de Mairena y que como buen poeta, filósofo, retórico e incluso inventor de una máquina de cantar, se le atribuyen multitud de frases más o menos célebres, entre ellas la de que “la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero”. Por lo que respecta al personaje que nos ocupa, no lo conozco lo suficiente para saber si encarnaría mejor el personaje de Agamenón o el de su porquero, pero lo que si afirmo es que tiene por costumbre faltar a la verdad, a veces de forma demasiado compulsiva, bien sea por desconocimiento de lo que se lleva ente manos, porque habla de oídas, porque disfruta enredando, porque sigue consejos equivocados o porque no da más de sí….. como concejal, se entiende.
Ser concejal o concejala de tu pueblo es un privilegio y un honor, pero también supone una enorme responsabilidad, te presentes por el partido que te presentes. En tu gestión te puedes equivocar o acertar, puedes hacer las cosas mejor o peor y como cada cuatro años te sometes al escrutinio ciudadano, es muy fácil comprobar si gozas de la confianza de tus vecinos y vecinas o si por el contrario mereces su repulsa.
Este concejal, ahora no adscrito, se presentó a las elecciones bajo el paraguas de Ciudadanos tras ser animado a abandonar UPyD por motivos que desconozco, vamos que si es concejal no es por méritos propios, sino por estar incluido en una candidatura de un partido político y en buena lógica debiera haber entregado su acta de concejal, porque aunque en ella figure su nombre quien le permitió acceder al cargo fue el partido del que después fue expulsado, y ahora, en el colmo de la hipocresía se permite el lujo de criticar a los demás, porque es lo que toca, y hablando por boca de ganso, ¡menudo ejemplo a seguir!.
El mismo Juan de Mairena hablando sobre la verdad, dijo que “la verdad del hombre empieza donde acaba su propia tontería. Pero la tontería del hombre es inagotable”
Saludos.