Por Julio Martínez
Faltaba poco más de un mes para que Maradona hiciese su último gol en España, con la ayuda de nuestro Catali. Un 13 de diciembre de 1992, el Albacete caía 1-3 frente al Zaragoza en la jornada 14 del curso 92/93. En su segundo año en Primera División. Tan solo sumaba entonces 8 puntos. Desde esa fecha y hasta la nueva debacle en esta que es la Liga del Alba solo cuando gana, este club no había visto una cifra tan ínfima de puntos. En las 14 jornadas de esta atípica temporada, el Albacete de Skyline, primero de Lucas Alcaraz y ahora de López Garai, suma únicamente 10 puntos. Son los peores registros de la entidad en los últimos 28 años, después de pasar por hasta tres categorías. Parece que López Garai está más fuera que dentro, pero no sé vislumbra a alguien en el mercado que pueda arreglar esto.
Aritz ha metido cambios y rotaciones para seguir jugando a nada. Solo la entrada de Ortuño y Jiménez le dio aire al equipo. Ellos son los jugadores más destacados de las últimas semanas, pero empezaron en el banquillo. Mejor probar a un desconocido y a un Zozulia que desde que se quitó la isla de la frente ya ni las peina. Está el Albacete para experimentos… En el día 1 d.M., nada peor para homenajear al Pelusa que un partido de este Alba. Se aprecia desidia en el campo y pocas sinergias. En las tres últimas jornadas se han hecho tres penaltis absurdos por falta de concentración. En ataque, todo es improvisado salvo alguna conexión en la que esté de por medio Manu Fuster, que sí muestra algo de orgullo. El Alba es extremadamente aburrido. Fastidia fines de semana, te amarga el lunes y el jueves, lejos de arreglarlo, te hunde más. O te hundía. Parece que cada derrota empieza a doler menos.
Lo que verdaderamente duele es el futuro que se viene y que ya anunció la propiedad hace unos días. Un futuro negro en lo económico, algo lógico por la situación actual, y nigérrimo en lo deportivo. Salvo los pesebreros que alaban todo lo que hagan los que tienen en la mano darte más o menos contenido para entretenerte, la masa social del Albacete se veía venir esto y lo lleva apuntando desde que empezaron a sonar los primeros nombres semiprofesionales. Y no se ha hecho ni se hizo nada. Diamanka, que gustó aquí en un partido de Segunda B en el pleistoceno, sirvió de quite del perdón para expiar un verano desastroso. Y muchos, tan contentos. Y en esas estamos. El Alba necesita una especie de gurú a lo Iván Redondo que haga un milagro y le dé la vuelta a esta tortilla pegada y, qué remedio, sin cebolla.
Y el domingo, a la hora de comer, vuelve Ramis al Belmonte, que puede terminar de destrozar a este equipo. El futuro de López Garai es lo que menos debe importarle al Albacete. Vino a remediar una catástrofe y solo pudo contener el agua un par de jornadas. Pan para hoy, hambre para mañana. El Alba no trabajó en renovar el proyecto del curso pasado y lo dejó todo en manos del espíritu del penalti de Cádiz, que nos quiso vender de histórico y que algunos, que deben ser prescriptores de lo más nefasto que se ha vivido por aquí, compraron. Mala época esta para comprar a ciegas, pero hay que ir al mercado a buscar alguien que ponga a los de blanco a sudar. Si no se compromete el vestuario, más allá de la fotito en Instagram, el Alba no tendrá que esperar a mayo para conocer su destino.