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Por Julio Martínez
La baja de Roca Rey ha abierto el abanico de sustituciones en la recta final de la temporada. Casi todas han sido ocupadas por figuras del toreo o por toreros mediáticos. Es entendible la apuesta por lo seguro para evitar así una más que posible sangría en la taquilla. En Albacete, una de cal y otra de arena. Ponce, primero, y Emilio de Justo, después. El torero extremeño cuajó a un excepcional y bravo toro de Juan Pedro Domecq, de nombre Iracundo.
Tandas ligadas, cargando la suerte y apretando los riñones. Unas, bellísimas por el empaque; otras, toreras por el sometimiento. De principio a fin, De Justo entendió la bravura del animal, que fue a más en cada muletazo. Un toro de esas características necesita delante un maestro para poder explotar semejante pozo de virtudes. Emilio de Justo no dudó en ningún momento y dejó naturales para la historia de la plaza de toros de Albacete. En perfecta simbiosis con la banda de música, con el tendido y con el toro, el matador alcanzó la cota artística más alta de su temporada. Feliz por el ruedo. Mirando constantemente a su gente en el callejón, que vestía sonrisas de alegría. Una tanda final con la diestra sin la ayuda fue colosal. Eternos y profundos los pases de pecho. Si la faena fue de 10, la estocada, de 11. Consciente de lo que se jugaba, se fue detrás de la espada sin miedo a nada. O muere el toro o el torero. Se escapó de la cogida porque el volapié fue letal. Dos orejones de cualquier plaza de toros. Honor también al sensacional Iracundo, uno de esos animales soñados por cualquier ganadero.
Cuajó también al primero de su lote, otro buen toro, pero sin la rotundidad del sexto. Toreó a gusto con el capote y fue prendido en un quite por gaoneras. Recibió un fuerte golpe en el muslo, pero, aparentemente, no le supuso ningún problema. Lo demostró con la muleta. Muy encajado y con ese toque de pellizco que hace del muletazo estándar uno cadencioso y profundo. Sometió al juampedro, pero falló con la espada, perdiendo así una más que segura oreja.
Miguel Ángel Perera se enfrentó en primer lugar a un toro que fue de más a menos. Se movió mucho y no dejo de galopar, pero ese trote deslució los muletazos. Sosería y falta de transmisión. Lo mejor de la tarde de Perera fue un quite por chicuelinas y un inicio de rodillas en los medios sacándose al toro por la espalda. Eso y una estocada de premio al quinto toro. Saludó una ovación en cada turno.
Enrique Ponce sorteó un lote complicado y un público a la contra. En la tarde número 45 de su carrera en Albacete, el diestro valenciano no pudo más que justificarse con el primero, un animal peligroso y que siempre quiso cazar al torero, especialmente por el pitón derecho. Hizo un esfuerzo y anduvo hábil con la espada. La petición de oreja no fue mayoritaria y la presidenta optó por no conceder el trofeo. Con el cuarto, Ponce no pudo casi ni ponerse. Un animal agarrado al piso, muy bajo y de escaso trapío para Albacete puso al público de mala uva. Pitos y varios improperios al torero en mitad de la faena que no gustaron nada al matador. Resolutivo nuevamente con la espada, saludó una ovación con fuerte división.
Mención especial en esta novena de abono para las cuadrillas, que brindaron unos tercios extraordinarios, especialmente en el tercer toro. Javier Ambel sentó cátedra sobre cómo se debe lidiar con el capote y Curro Javier y Jesús Arruga se jugaron el tipo para colocar tres pares perfectos. La música se arrancó a tocar en honor de la que es una de las mejores cuadrillas del momento. También se reconoció la labor de los toreros de plata que acompañaron a Emilio de Justo. Saludaron Ángel Gómez en el tercero y Morenito de Arles, en el sexto.
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