El Consejo Superior de Deportes ha publicado un informe sobre la situación económico-financiera del fútbol español desde 1999 hasta 2011 en la que muestra a las claras el alto nivel de endeudamiento de los clubes de Primera y Segunda División así como la creciente deuda que se ha ido generando con las administraciones públicas sin que nada le ponga freno a esta sangría constante que hace que año tras año más equipos se encuentren el filo del abismo e incluso hayan desaparecido cuando su insostenible situación financiera les ha llevado a categorías menores donde la deuda era ya imposible de solventar, algo así como lo que le está sucediendo a un Albacete Balompié cuya deuda no es tan importante como la de otros clubes pero cuya incapacidad para generar ingresos al estar sumido en la Segunda División B hace prácticamente inviable su mantenimiento si pronto no se recupera el status de Profresional con el ascenso a la ahora denominada Liga Adelante.
El informe toma como base la distribución de clubes en la temporada 2010-2011 y remonta los datos, facilitados por los clubes al CSD, hasta 1999. Así se puede ver que los resultados ordinarios de los balances, es decir, los ingresos y gastos habituales, dan como resultado una constante sangría de pérdidas que sólo se equilibra, en algunos casos, gracias a los resultados extraordinarios, es decir, a la venta de jugadores, en la mayoría de los casos. Con todo y con eso, la mayoría de las temporadas se cerraron con pérdidas, siendo más evidente en Segunda División, donde desciende considerablemente el nivel de ingresos y todas las temporadas se han cerrado desde la 1999-2000 hasta la 2010-2011 con resultados negativos.
Es por ello que la deuda ha ido creciendo considerablemente, lo que provocará muy pronto, el colapso de la mayoría de los clubes de Primera y Segunda, principalmente los que tengan menos capacidad para conseguir ingresos atípicos. También es necesario, un mayor control de la administración, principal perjudicada por el aumento de la deuda.
En Primera División, los clubes tenían una deuda global de 1.005 millones de euros en la temporada 1999-2000, lo que ha ido creciendo considerablemente hasta alcanzar en la campaña 2010-2011 los 3.592 millones de euros, con un incremento en esos 11 años de más del 350%. El techo se alcanzó en la temporada 2008-2009, con una deuda total de 3.635 millones de euros. El gran problema de dicha deuda es que la mayor parte de ella es a corto plazo.
En la Segunda División, con muchos menos ingresos por publicidad y televisión, el incremento de la deuda también ha sido importante, aunque en menor porcentaje. En la campaña 1999-2000 la deuda estaba cifrada en 269 millones de euros, pasando en la 2010-2011 a 522 millones de euros, casi un 200% más.
El gran problema de los clubes está en la deuda que han ido generando con las administraciones públicas, por aquello de que siempre ha sido más fácil aplazar dicha deuda, a costa de grandes intereses de demora, para gastarse el dinero en fichajes. Así, la deuda de los clubes de Primera con la Agencia Tributaria, en 2010-2011, ascendía a 476 millones de euros, mientras que en Segunda era de 139 millones de euros, según refleja el informe del Consejo Superior de Deportes con los datos aportados por los equipos. Más que la cantidad, el dato significativo es el porcentaje de aumento de la deuda en esos 11 años, pues ha crecido en un 540% en Primera y en un 315% en Segunda División.
Con la Seguridad Social pasa tres cuartos de lo mismo, con lo curioso de que prácticamente deben lo mismo los clubes de Primera y los de Segunda. El informe habla de una deuda en 2010-2011 de casi 8 millones de euros en Primera y 7 millones en Segunda, con un incremento de deuda en esos 11 años de 214% en Primera y de nada más y nada menos que del 480% en Segunda División.
A tenor de estas cifras está clara la evolución negativa del negocio del fútbol para los clubes con una constante pérdida de su capacidad de maniobra que generará en breve en el colapso total a no ser que tanto la administración pública como los organismos que dirigen el fútbol español, dígase Liga de Fútbol Profesional y Real Federación Española de Fútbol, sienten las bases para frenar en seco esta dinámica y habiliten las medidas necesarias para que los clubes cumplan sus presupuestos y, sobre todo, equilibren sus balances, para conseguir una competición más limpia y en igualdad de condiciones para todos los participantes.