La primera vez que me llevó mi padre a La Condomina fue el primer día de mi vida. Entonces Roa paraba penaltis y la grada visitante poblaba un breve reducto de la esquina derecha del campo. Entonces el Alba luchaba por subir a Primera y no erraba por los campos de Dios. Que yo entiendo que ir a Murcia en clave futbolística es la misión más importante de uno de Albacete, pero ya ni es el Real Murcia el rival ni es el Alba canónico. Aun así, vamos y ganamos. Que sí, coño, que ir a Murcia está fetén.
En el sándwich que metieron al Alba, el jamón entre el glorioso mundial de Verstappen y el derbi, había ingredientes de sobra para echarse a gozar del verbo ‘bevir’: beber y vivir. Disfrutar de un domingo ‘rebozao’ en el sofá. Igual el mejor plan era ir a Murcia, pero bueno, con calma. La victoria ante los graduados sirve para seguir opositando al ascenso directo, pero debe ser un toque de atención para los que no terminan de definir si el reparto de una comedia es insulto o libertad de expresión. El Alba tiene que seguir siendo de Albacete. La marea blanca en Murcia sí que ha sido ese jugador número 12. Y desde casa ha sido, con perdón, la hostia.
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Verte y sentirte como uno más en una grada visitante que triunfa es una sensación cojonuda, sobre todo si la vives con el equipo de tu barrio y no con Madrid, Barça o Atleti siendo tú de Argamasón, Recueja o Nava de Abajo. Pero hay algo que todavía llena más que es sentir a esa marea de locos manchegos por televisión. Desde la tele lo puede sentir mucha gente que no tiene ni idea de lo que implica ser del Alba e ir a Murcia. Escuchan eso de “que bote el Belmonte” y cambia todo. Espero que se haya dado cuenta Jordi Sánchez, que debe aceptar su rol de suplente.
Sale, lucha, pelea, pero pide perdón en Murcia. Mira, Jordi, da igual que hayas estado becado en la Universidad Católica o que hayas corrido por los aledaños del coso de La Condomina. Con un estadio con 90% de aforo visitante no se pide perdón. Liberto Beltrán, antiguo tuitero del Alba, ha metido gol y lo ha celebrado como si le fuera la vida en ello. Sin pedir perdón. Al que te ha dicho, con buen criterio, que dejes lo del teléfono, dile que te explique lo que es Alba y lo que supone ir a Murcia. En Murcia no se pide perdón. En Murcia se arrasa. Y si se gana 10-0 no se pide ‘respect’, se busca el 11. Tienes a 1.000 tíos dejándose la voz. Qué menos que ir a brindarles el gol y los tres puntos que, esta vez sí, deben consolidar el buen desempeño de un Rubén de la Barrera que sabe lo que quiere y que parece que ha encontrado el camino.
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Fútbol aparte, muy bueno y convincente, la medida del seguimiento del Alba la da una víspera de Navidad con niebla y frío insoportable contra el Majadahonda jugándote ser alguien en el fútbol profesional. Meter más de 10.000 en el Belmonte y no 1.000 en Murcia es la forma de completar un proyecto y solo esa es la idea que ha de tener la propiedad para terminar de convencer a la ciudad de que su equipo es de Albacete y no es su equipo y nada más. Ir a Murcia a pasar el domingo y a cantar y ganar es lo máximo a lo que aspira cualquiera que banque al Alba, pero de esos quedan cada vez más pocos. Al abonado tradicional se le ha ido perdiendo. No quedan casi testigos vivos en Preferencia de los años del queso y del caviar. Ir a Murcia es motivo de celebración, pero no confundamos salir y ganar en una competición de pueblos con césped con salir y gozar del Alba en el mundo profesional.
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