No era nada lo del ojo, y lo llevaba en la mano. No se me ocurre frase más apropiada para hacer la comparación con el tan cacareado retorno del diestro de Galapagar. Los medios de comunicación en general y las redes sociales en particular son un hervidero de imágenes del de Galapagar en un reciente tentadero dentro de su particular puesta a punto. Se comenta que Simón Casas pretende organizar un mano a mano entre “Joselito” y JT en Nimes. Todo ello es un caldo de cultivo óptimo para el resurgir de Román Martín.
Y es que son muchas las incógnitas que se plantean, pero tanto o más abundantes son las certidumbres que lleva bajo el brazo. La primera duda que plantea su regreso es con qué toreros medirá telas, frente a qué toros y en qué escenarios. Porque no es lo mismo retar a “Morante” en Sevilla, a “Manzanares” en Alicante, y a “El Juli”, Fandiño o Perera en Las Ventas que plantearse una temporada sin apreturas buscando un año sin meterse en líos. ¿No sería grandioso ver a José Tomás lanzando esos órdagos? Soñar es gratis, de momento.
Porque lo que no es gratis va a ser verle. Y es lógico y lícito: si José Tomás revienta la taquilla y su figura va más allá de lo estrictamente taurino, devolviendo la ansiada emoción a los tendidos, es normal que pida el oro, el moro y al empresario con mantilla si precisase. Ahora bien, queda por comprobar si su regreso como iconoclasta, esto es, huyendo de los sistemas establecidos y siendo un satélite aislado dentro del universo de la Fiesta actual, le va a convertir en el epicentro taurino, eso que tanto desea el aficionado. Porque nada entristecería más que ver cómo el que puede ser un Mesías del Toreo se convierta en un mero profeta. ¿Qué tiene José Tomás que provoca tal revuelo informativo? Fácil respuesta: todo ese halo de misterio que le envuelve le convierte en figura. Lo demás, por desgracia, a veces parecen meros figurantes…