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Las derechas están desatadas

No cabe duda que los resultados electorales cosechados por la izquierda en Andalucía han dado más alas a las derechas de nuestro país que si se hubieran hartado de Red Bull. Unas derechas que no descansarán en paz hasta ver entronizado a uno de los suyos en el Palacio de San Telmo, y de paso, regodearse viendo a Susana Díaz ocupando la primera fila de la bancada de la oposición, seguida por la anticapitalista Teresa Rodríguez y sus confluencias.
 
Casado y Rivera están, desde la noche electoral, condenados a entenderse porque les une un mismo y único fin, expulsar a los socialistas del gobierno de Andalucía a toda cosa, cueste lo que cueste y sea con quien sea, último bastión, hasta ahora inexpugnable, del socialismo español, y todo ello a pesar del ruido de fondo que provocan los fuegos artificiales propios del periodo que transcurre entre la elección y la formación del nuevo parlamento, un periodo en el que parece que todo está a punto de saltar por los aires, hasta que la fumata blanca se eleva al cielo en señal inequívoca de que todo está atado y bien atado, al menos hasta el próximo desencuentro, que como las meigas, haberlos, los habrá.
 
 Ahora que ya han transcurrido casi un par de semanas desde la cita electoral, y que el soufflé andaluz ha bajado un poco, estamos empezando a vislumbrar lo que de verdad ocurrió el pasado día 2. Un domingo que nunca olvidará Susana Díaz, porque disfrutó de una amarga victoria que no le servirá para nada, salvo para encabezar la oposición a las derechas, para reflexionar sobre lo acontecido y para buscarle alguna explicación al crecimiento de la abstención dentro de sus votantes tradicionales. Un domingo, que más parecía ser un lunes frío, lluvioso, desapacible y fascista en la sede de Adelante Andalucía, que no solo no fueron capaces de atraer para su causa el descontento socialista, sino que se dejaron por el camino tres escaños y casi doscientos mil votos, y todo ello a pesar de la poca sombra que Pablo Iglesias le hizo a la líder podemita andaluza durante la campaña electoral.
 
El PP de Casado y su lugarteniente malagueño Moreno Bonilla, a pesar de haber perdido siete escaños y más de trescientos mil apoyos, lograron disimular lo que en otras condiciones hubiera sido un estrepitoso fracaso, subiéndose rápidamente al ascensor de los Ciudadanos de Rivera y Juan Marín, y echándose en brazos de Santiago Abascal, “ese chico lleno de cualidades”, al decir de Aznar, que iba para comparsa y mero artista invitado y acabó siendo el protagonista principal de este thriller electoral.
 
Pero lo rocambolesco no quedó ahí, sino que sucedió a continuación. Los que habían ganado las elecciones en Cataluña y que ni siquiera hicieron el amago de intentar formar gobierno en aquella ocasión, en Andalucía, siendo medalla de bronce, se arrogaron para si el derecho a presidir la Junta, esgrimiendo, como único mérito destacable, ser el partido que más había crecido en comparación con anteriores comicios, que como ocurrencia no está nada mal, la verdad, importándoles un bledo que en esa complicada ecuación, tuvieran que contar con la actitud pasiva de los socialistas, que eso está aún por ver, o con la activa del juez Serrano, a la sazón condenado por prevaricación, y sus once compañeros de VOX, variable esta muy contestada por sus socios europeos, que no ven con buenos ojos que un partido liberal, reformista y progresista, que es como ellos mismos se definen, pacten con la ultraderecha española, al parecer y según sus propias declaraciones, mucho más preocupados por la caza, los toros y por abolir todo lo abolible, en especial la Ley Integral Contra la Violencia de Género, que por la sufrida ciudadanía. Que si la cosa no fuera tan seria como lo es, tendría su guasa y todo.
 
Los que habían quedado segundos dijeron que de eso nada, que los andaluces y las andaluzas habían dejado claro que querían un presidente popular. Pero la verdad es que sí era eso lo que habían dicho las urnas, lo cierto es que lo han dicho mucho más flojito que en ocasiones anteriores, habida cuenta de la sangría de votos que se dejó el Partido Popular en esta peculiar gatera con forma de urna. Juanma dice que cuenta con los votos de Ciudadanos para tan alta empresa, mientras mira de reojo a los que brindan parafraseando al capitán Acuña de los viejos tercios de Flandes, por si se ponen a tiro, aunque para ello tenga que jurar y perjurar que bajará la persiana de Canal Sur, que abominará de las Comunidades Autónomas o que devolverá al Estado las competencias en Sanidad y en Educación. Casi ná, que diría el castizo.
 
Ante la perspectiva de cambio que se ha abierto en Andalucía, las derechas, todas las derechas españolas, desde las más moderadas, hasta las más extremistas se han desatado y han perdido la vergüenza, no ya tanto de pregonar y presumir que son de derechas, que están en su derecho, valga la redundancia, sino por desempolvar del baúl de los recuerdos del abuelo lo más rancio del antiguo régimen español, protagonizado por un general golpista de voz aflautada y corta estatura. Tanto la han perdido, que hasta Francisco Rivera Ordoñez, no da dudado ni un segundo en posar junto al kit completo del fascismo español, léase retratos de Franco, José Antonio y la bandera anticonstitucional, aguilucho, yugo y flechas incluido, mientras acompañaba el video con un audio en el que se le escucha decir voz en alta “Toros. España. ¡Viva España!”, que digo yo que bastante tendrá que ver una cosa con otra.
 
Para que nos hagamos una idea de por dónde va el baile, en este desparrame sobresale la figura de Aznar, que se ha dedicado durante los últimos días a apadrinar el tripartito, olvidándose de aquello de que ha de gobernar la lista más votada, o de los pactos de perdedores que achacaba a los demás, cuando el Partido Popular era el perjudicado.  Cosas de la vida.
 
Y en esas estamos. Por un lado las izquierdas lamiéndose las heridas en espera de vientos más favorables y las derechas jugándose a los chinos la presidencia del Par-lamento andaluz, de la Junta de Andalucía y un buen puñado de consejerías, todo ello bajo la atenta mirada de ese chico lleno de buenas cualidades, que abandonó el PP por-que Rajoy era demasiado blando y casi de izquierdas y porque ya no le quedaba cargo orgánico e institucional que ocupar, incluyendo en su extenso currículo haber sido direc-tor de la Fundación para el Mecenazgo y Patrocino Social, fundación auspiciada por el gobierno de Esperanza Aguirre, que contaba con un único trabajador además de él mis-mo, con una actividad que sigue siendo tan misteriosa como la ubicación del Hangar 18, por el que se embolsaba la bonita cifra de 82.491 € al año y que casualidad o no, la fecha de su disolución coincide con la de la fundación de VOX. Y esas son las manos en las que estamos, querido lector. Vivir para ver.