Pasó la jornada electoral del domingo 20 y, como era previsible, llegó el lunes 21 sin que ello suponga nada más que un cambio de día, derrota del Alba incluida, porque la incertidumbre previa a conocer los resultados se tornó en incertidumbre posterior acerca de las posibilidades reales que tienen unos u otos para intentar formar gobierno.
Está claro que la muchachada española ha puesto, sino fin, si al menos coto, al llamado bipartidismo y ha inaugurado una nueva época de corte italiano en la que la tarta electoral se la reparten entre cuatro. Eso sí, cada uno con porciones de pastel muy diferentes.
Aunque los votos de los partidos de la izquierda sumen más que los votos de la derecha, incluidos los nacionalistas vascos y catalanes, además de los pseudocentristas de Rivera, su excesiva fragmentación hace que la calculadora electoral eche humo a las primeras de cambio, mientras que la suma de la derechona, la derechita y los nacionalistas no sirve ni para consensuar el nombre de los leones del Congreso. En esas estamos después de quince días de campaña y doce meses de precampaña.
El globo naranja ha quedado medio desinflado para frustración de sus anónimos mecenas, y su líder en tierra de nadie para desconsuelo de un partido de corte casi unipersonal, basta recordar que en Cataluña han quedado como quinta fuerza política, por lo que mucho me temo que harán de la abstención su leitmotiv, al menos en la primera ronda de consultas, y después ya veremos si se suben al carro ganador, sea éste el que sea y lo conduzca quien lo conduzca, que eso es lo que tiene definirse como de centro, que lo mismo sirves para un roto que para un descosido.
El intento de remontada de Podemos se ha quedado solo en eso, en una intentona de éxito, a pesar de que han exprimido hasta la saciedad las rendijas que deja la actual Ley electoral, lo que le ha permitido obtener una representación sobredimensionada en Cataluña, Valencia y Galicia, regiones en las que se presentaban en coalición con En Comú, Compromís y las Marea. Y como muestra de la sobre representación de Podemos, bien vale un botón: a IU-Unidad Popular cada diputado le ha costado 461.552 votos, mientras que a En Comú-Podemos le ha bastado con 77.328, a Compromís-Es el moment con 74.563 y a En Marea-ANOVA-EU 68.061.
Alguien debería explicar, si es que alguien lo sabe, si todas estas coaliciones electorales tendrán grupo propio en el Congreso y por lo tanto la posibilidad de emitir votos diferenciados según el tema o el territorio, o si se integrarán en un solo grupo bajo la denominación que estimen conveniente, que imaginación no les falta, con un solo portavoz y disciplina de voto (no vale reírse), asunto del que hasta ahora nadie habla, Ferreras y Pastor incluidos, que parecen ser los únicos que saben todo lo que cuece en la formación de Iglesias.
Es cierto que el PSOE de Pedro Sánchez ha obtenido los peores resultados de su historia moderna, pero no es menos cierto que la cosecha no solo se antojaba francamente complicada de antemano, sino que se ha ido enrareciendo conforme se acercaba el día de autos.
Al PSOE y a Pedro Sánchez lo han querido ningunear tirios y troyanos, ha sido el muñeco de feria al que todos tiraban a dar, a ver si caía el premio, por la derecha y por la izquierda, por arriba, por abajo y por el centro y ha sido el objetivo principal de la crítica política, y también de la otra, la de tertulianos, columnistas y articulistas, y, aún así, creo honestamente que ha salvado los muebles.
Ni estaba ni está la cosa para tirar cohetes, pero más de uno y más de una han empezado a descoser el brazalete negro que le habían puesto al traje de los domingos con el que pensaban asistir al funeral político de Pedro Sánchez. El enterrador de turno se ha quedado sin trabajo en Ferraz. En solo unas horas ha pasado de fiambre a líder de la oposición, mal que les pese a unos cuantos de aquí y de allá. ¿Era eso lo que queríamos?, ¿era eso lo que anhelábamos?, ¿solo nos conformamos con eso?, NO, NO y NO, solo es lo que hay y con lo que nos toca apechugar de aquí en adelante y contra eso poco se puede hacer, más allá de tomar cartas en el asunto, ver donde nos hemos equivocado y rectificar. Analizar dónde hemos podido hacer algo más y hacerlo y escuchar atentamente la voz de la ciudadanía, responder a sus demandas y convertir sus problemas nuestros problemas.
Al PP ni le ha ido mejor ni tiene el futuro más despejado. Rajoy se ha dejado por el camino de la corrupción, de los recortes, del ordeno y mando, de la falta de transparencia y de la austeridad a ultranza la friolera de sesenta y tres diputados y más de tres millones seiscientos mil votos, por lo que contentos, lo que se dice contentos, mucho no deben de estar en Génova y más con el panorama que se presenta por delante, porque ni con los de Rivera ni con los nacionalistas del este y del oeste le llega para renovar sin sobresaltos el contrato de alquiler de La Moncloa.
Haría bien el Rey en consultar con algún vidente antes de encargarle a Rajoy que forme gobierno, porque una cosa son los deseos y otra los hechos y éstos se me antojan peliagudos para los intereses populares, salvo que un ataque de responsabilidad invada el Congreso y haga que la mayoría de los nuevos diputados y diputadas opten por ponerse de canto y facilitar así que el Marques de los Recortes, Duque de la Austeridad y Barón de la Corrupción campee de nuevo, no ya tan a sus anchas dese luego, por estas nuestras tierras patrias. Aunque no será con el apoyo de los diputados socialistas, así de rotundo lo ha manifestado ya Pedro Sánchez.
Según nos decían y auguraban, los españoles queríamos cambiar el bipartidismo por el cuatripartidismo, y el juego de las mayorías y minorías, por el de la negociación, el consenso y el acuerdo, y así ha sido, solo falta saber si esta decisión hará posible que alguien pueda formar gobierno (lo de estable o no, lo dejamos para otra ocasión), o si por el contrario nos conducirá a una nueva cita electoral el próximo Domingo de Ramos, porque habida cuenta de la afición que tiene Rajoy para fastidiarnos las vacaciones, será lo que toque. Avisados estamos.