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Cuando acudamos a la cita electoral del próximo día 28 de Abril, no solo estaremos depositando en las urnas la papeleta electoral con las siglas del partido político de nuestros amores, sino que también estaremos eligiendo qué tipo de futuro deseamos para nosotros mismos y para los que vengan detrás de nosotros. Aunque dicho así, sin anestesia ni nada, pueda parecer que me estoy pasando de rosca con una afirmación tan rimbombante. Nada más lejos de la realidad. Continúa leyendo y me darás la razón, o no, que diría Rajoy.
Por mucho que insistan Abascal y su caballo, el 28 de Abril no decidiremos si echamos el cierre y bajamos las persianas de las plazas de toros, o si condenamos a las escopetas de caza a cadena perpetua en los armeros por los siglos de los siglos, amen. Porque no ocurrirá ni lo uno ni lo otro. Que nadie dude que durante próxima Feria, los amantes del arte de Cúchares podrán seguir rascándose el bolsillo para adquirir una entrada que les permita presenciar en directo el festejo taurino del siglo, que cada año les programa el avispado empresario de turno. Al igual que cuando se levante la veda que corresponda en cada momento, quien guste de la caza, lo podrá seguir haciendo, sin más cortapisas que las que dicten las leyes y el sentido común.
Tampoco tendremos ante nosotros la difícil disyuntiva de tener que elegir entre una España desecha y rota en dos pedazos, o enterita como la hemos conocido hasta ahora, por la sencilla razón de que eso tampoco ocurrirá. Aunque la Ciudadana Arrimadas y el Ciudadano Rivera nos intenten convencer un día sí y otro también, de que la unidad de nuestra querida patria está en juego y en peligro. ¡Ay Dios, que sería del discurso de algunos y algunas sin el debate territorial sobre el tapete!, ¿de qué hablarían?, me pregunto yo. Pero que no cunda el pánico, España seguirá limitando al norte con el mar Cantábrico y con los montes Pirineos que la separan de Francia, y no con Cataluña. Lo siento, pero así será y lo peor del caso, es que ella y él también lo saben, pero como la veleta demoscópica apunta hacia allá, pues dale Perico al torno.
Ese domingo tampoco estaremos decidiendo si de la noche a la mañana nos hemos convertido en una indeseable pandilla de filoetarras independentistas desalmados, por el mero hecho de hacer lo posible para que Casado no pasee por los jardines de la Moncloa al perro recién adquirido, que no adoptado, para sus hijos tras haber ganado el concurso electoral. O quizás incluso en algo peor, porque de la boca de este hombre puede salir cualquier cosa con tal de parecer centrado, cuestión esta que se me antoja harto complicada, porque como dijo Rafael Guerra, “lo que no puede ser, no puede ser, y, además, es imposible”. Y ojo, porque la última no tiene desperdicio: “Hay que echar a Sánchez de la Moncloa porque va a volver a dialogar con Torra y Puigdemont”, que ocurrencia ¡¡¡dialogar!!!, a quien se le ocurre.
No, querido lector, ese domingo lo que nos jugamos es sí queremos blindar las pensiones y su revalorización en nuestra Constitución, o sí por el contrario, nos decantamos por las tesis que defiende el nuevo gurú económico conservador, el popular Daniel Lacalle, que, entre otros desatinos, quiere implantar un sistema de pensiones similar al modelo sueco, pero con los salarios de aquí y las irregulares carreras de cotización de los trabajadores españoles, sobre todo después de la entrada en vigor de la reforma laboral. Lo que en román paladino quiere decir, que mejor no conducir un Ferrari con el limitador de velocidad de un tractor, que por muy amarillo que sea, no es lo mismo.
No, querido lector, ese domingo lo que está en juego es sí queremos ofrecer cobertura a los parados de larga duración que no encuentran un empleo ni a la de tres, o si preferimos mirar para otro lado y cruzar los dedos para que a mí no me toque.
De lo que va la votación, es saber si queremos seguir avanzando con paso firme por el pedregoso camino que que nos llevará a alcanzar la igualdad real entre mujeres y hombres, de conocer si queremos seguir luchando contra la violencia machista, esa que asesina a las mujeres por el mero hecho de serlo, o si por el contrario, lo que elegimos es pasar página sin más, dar carpetazo al asunto y olvidar años y años de lucha, retroceder hasta la Edad Media, restaurando ya puestos el derecho de pernada y ridiculizar y ningunear a las mujeres que llevan mucho tiempo dejándose la vida en este empeño y algunas, demasiadas por desgracia, en sentido literal.
De lo que se trata es de que podamos elegir tanto el bien vivir como el bien morir, sin que los preceptos religiosos de una determinada confesión, marquen la agenda política de un estado que se declara aconfesional, según el artículo 16 de nuestra Constitución, que hay algunos y algunas que solo presumen de constitucionalistas cuando les interesa.
Estas pocas cuestiones, enunciadas tan solo a modo de ejemplo y otra larga lista que les sigue a continuación, es lo que de verdad se dilucida en las elecciones del último domingo del mes de abril. Todo lo demás solo son juegos de artificio entre las bravuconadas de quienes llaman derechita cobarde a quien se jacta de no desviar jamás la mirada, en un duelo dialéctico más propio del Ok Corral que de la España del siglo XXI, y que solo pretende desviar la atención de lo que realmente importa al conjunto de la ciudadanía, y dirigirla hacia terrenos donde la testosterona prevalece sobre el sentido común, por no hablar del intercambio de carteras ministeriales que ante los medios de comunicación se ofrecen a diario Casado y Rivera, como si de un par de quinceañeros se tratara, lanzándose puyitas inocuas al salir de clase.
Pero como no hay mal que cien años dure, siempre nos quedará París, el sufrimiento del Alba en los minutos finales de los partidos y una pizca de sensatez a la hora de depositar nuestro voto, que visto como está el patio va a ser más necesaria que nunca, sí de verdad lo que queremos es avanzar. En tu mano está que pase. Lo dicho.