0 comment

Molina y San Román, la cara y la cruz del toreo

Por Julio Martínez

El mano a mano anunciado para la quinta de feria no cayó demasiado bien entre el grueso de la afición. Quizá por ello el destino le deparó un ambiente infernal. El viento marcó el inicio de la tarde y el frío volvió a apoderarse de los tendidos. La principal virtud que ha de tener un mano a mano es la de la rivalidad entre los contendientes. Diego San Román es el novillero de este 2019 y José Fernando Molina tiene todo para mirarle a la cara de tú a tú.

El torero manchego se llevó el triunfo con un concepto largo, templado y de mucho sentimiento. Tiene Molina en el toreo por bajo un filón para llegar a donde quiera. Trincherazos y pases de la firma de una calidad superior. Siempre serio y concentrado, pero con destellos de desmayo y relajo. Cortó dos orejas en faenas eléctricas, sin demasiado ajuste pero con muletazos largos, profundos y exigentes. Con el cuarto, el mejor del encierro de Juan Manuel Criado-Encinagrande, hizo un esfuerzo superlativo. Lo dejó sin picar y hubo de exponer para someter a un animal codicioso y encastado. El inicio poderoso diezmó al toro, que fue poco a poco perdiendo las inercias. Largo el toreo a derechas y cadencioso al natural. El trazo de sus pases imposibilita la verticalidad, una característica que brilló por su ausencia. Solo un par de trincherazos. Le funcionó la espada y Albacete estuvo con él. Un trofeo al segundo y otro más al cuarto que le valieron una puerta grande. Se la dedicó a Dámaso González, uno de sus principales partidarios allá donde esté.

Diego San Román dejó ir la salida a hombros con la espada. Los tres avisos cayeron puntuales después de una faena intensa y valerosa. El mejicano es valiente y utiliza ese valor para torear. Se deja llegar a los novillos al mismo pecho, pero luego es capaz de conducirlos por debajo del vientre con temple y profundidad. Además es un tipo sonriente y cae bien en los tendidos. Cumbre estuvo con el novillo, pero fue incapaz de matarlo. Intentó acabar con él en la suerte de recibir, dejando una estocada casi entera de nulo efecto. El animal se encogió y se puso imposible para descabellar. Tras los quince minutos, hubo de hacerse cargo el puntillero de la plaza. La imagen de un hombre vestido de calle matando un toro en la plaza y con las cámaras de televisión mostrando semejante esperpento a toda España son censurables. Un espectáculo indigno no ya de un coso como el de Albacete sino de una cultura de respeto al animal como es el toreo. Que esté amparado por el reglamento no quita que sea algo bochornoso.

{gallery}/toros/2019/dia_12/{/gallery}