Cristian Pérez triunfó en la novillada que se celebró este lunes en la localidad madrileña de Cenicientos y que puso el colofón a su Feria del Toro. Cortó una oreja gracias a una sensacional estocada en una tarde en la que se mostró muy dispuesto antes dos novillos de Los Maños y Raso de Portillo que no se lo pusieron nada fácil.
El novillero de Hellín fue inteligente en los primeros tercios y firmó una lidia más a favor de los tendidos que del novillo, que no mostró ninguna evidencia de bravura o casta. Le costó un mundo ir al caballo y, pese a la insistencia de Pérez, el novillo no acudió más que una vez. Los tendidos le agradecieron el baldío gesto. Lo único reseñable de los primeros tercios fue la brillante lidia de David Adalid.
Se levantó una tremenda ráfaga de viento justo después del brindis al público y tuvo que probar el torero varios terrenos de la plaza hasta que consiguió tomar el control de la muleta. El utrero de Los Maños, un cárdeno de nombre ‘Marismeño’, se vencía en sus embestidas y no terminaba de humillar, algo que deslució por completo cada uno de los muletazos del novillero.
A base de esperar y consentirle, Cristian pudo extraerle muletazos con más limpieza que calidad. Demostró oficio para lidiar, aunque vislumbró ciertas carencias técnicas, especialmente para vaciar las anodinas embestidas de un animal que exigía al torero poner mucho de su parte para hacer de la batalla algo artístico.
El viento condicionó el toreo al natural y cerca estuvo el novillo de echarse a Pérez a los lomos. Insistió con la izquierda hasta conseguir algún muletazo mínimamente estimable, aprovechando el viaje hacia los adentros. El conjunto de la faena no caló en los tendidos, pese a esos naturales en un epílogo correcto. Mató al tercer intento con una estocada entera y muy contraria tras escuchar un aviso.
El cuarto novillo, ‘Agobiadito’, herrado con el número 35, de la ganadería de Raso de Portillo, era un toro con tres años. Playero de cuerna y más astifino, imposible. Mostró complicaciones de salida e hizo correr de lo lindo a Cristian Pérez para frenar el ímpetu inicial. Tanto es así que el torero perdió pie en la cara del utrero, afortunadamente sin consecuencias.
Hasta en cuatro ocasiones puso al novillo en el caballo del picador albaceteño Daniel López, que no lo tuvo fácil por los cambios de ritmo del utrero en la arrancada. Brindó el toro a la alcaldesa de Cenicientos, Natalia Núñez, y en el mismo sitio comenzó la faena, sacándose al toro al tercio con más eficacia que brillantez.
No lo vio claro en el inicio con la muleta en la izquierda, ayudada siempre por el estoque para ofrecerle más tela al animal, que fue más ofensivo por lo aparatoso de su cornamenta que por su propio comportamiento. No tenía un viaje excesivamente largo, pero tampoco se comía a nadie. Cambió de pitón y sacó los muletazos ganándole el terreno al toro, pero sin la quietud de plantas suficiente como para someter a ‘Agobiadito’, que requería oficio y mando.
El novillo se acabó adueñando del ruedo y Cristian Pérez tuvo que abreviar. Lo mejor de su tarde en Cenicientos llegó en la estocada final. Se tiró a matar de una forma poco ortodoxa, pero letal. Una estocada de premio ante un novillo cuya conformación de pitones ponía muy complicada la suerte suprema. Y así lo reconocieron los tendidos de la plaza de toros, que premiaron al torero con una merecida oreja.