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PROHOMBRES Y POBRES HOMBRES

En todas las ciudades y en todos los tiempos, siempre ha habido y los habrá, quienes pasan a la historia como “prohombres”, y los que ni tan siquiera forman parte de la historia, esos son los “pobres hombres”.

Mientras que los primeros son admirados por sus cualidades, disfrutan de una especial consideración entre sus colegas de profesión y se ganan el respeto de la parroquia porque no escurren el bulto, dan el callo y siempre tiran para adelante,los segundos son desdichados, infelices, puede que incluso temidos, pero nunca respetados y siempre dignos de lástima.

Aquellos suelen ser de aquellas personas consideradas como hechas a sí mismas, con una trayectoria profesional, con sus luces y sus sombras, como casi todo en esta vida, pero, que a  diferencia de estos, que igual también han salido de la nada,no han edificado ningún imperio empresarial disfrazado de naviera sobre los cadáveres de aquellos a los que, desde su paranoia, consideran sus enemigos, cuando en realidad son solo aquellos o aquellas que no se han plegado a sus intereses, y claro eso no se puede consentir.

Las opiniones de los prohombres suelen ser tomadas en consideración, los pobres hombres ni tan siquiera tienen opinión, solo tienen intereses. Las acciones de los prohombres van encaminadas al beneficio de la colectividad, los pobres hombres consideran que la colectividad ha de estar al servicio de su individualidad. A los prohombres se les recuerda por sus gestas, a los pobres hombres ni por sus gestos. Los prohombres se ganan día a día el respeto de sus conciudadanos, los pobres hombres solo infunden temor, y eso en el mejor de los casos. Los prohombres son dignos de admiración, los pobres hombres te dejan frío el corazón.

Los pobres hombres se acercan al poder como el señor Don Gato se acercaba a las sardinas, para resucitaviejos intereses personales, cambian de opinión como cualquier hijo de vecino se cambia de camisasiempre quieren jugar con el viento a favor y con árbitros caseros, puede que incluso inviertan en campañas electorales el equivalente de un día de sus beneficios empresariales, aunque solo sea por asegurarse adhesiones inquebrantables, son personas que no suelen utilizar la corrupción porque eso es tirar el dinero, ellos son más sutiles y presionan con otras artimañas, además de gustarles presumir de poner y quitar regidores a su antojo. Se ven asimismos como señores feudales con derecho de pernada incluido.

Mientras que los prohombres son desprendidos cuando alcanzan tal condición, los pobres hombres no dudan en rebuscar en la basura chapas que reutilizar, los prohombres, por aquello de la ejemplaridad, se imponen a sí mismos límites, mientras que los pobres hombres instan a que los demás modifiquen los límites que entienden les perjudican, a fin de cuentas ellos se lo merecen todo por derecho divino, porque el humano les es esquivo.

Los pobres hombres no dudan en fundar o comprar empresas con las que intimidar a quienes osen hacerles la contra o no sepan contestar con humildad a sus requerimientos con un fingido “si bwana”, acompañado de una no menos fingida inclinación de cabeza, al igual que no dudan en enterrar con lo único que tienen de sobra, dinero, los desmanes de todo tipo y condición que pudieran cometer.

Los pobres hombres solo conocen la moral de oídas, para ellos no existe diferencia alguna entre el bien y el mal porque su criterio es ley allá donde reinan, por muy pequeño e insignificante que sea el reino, los pobres hombres no pasean por la calle como tu y como yo, sino que transitan por estrechos túneles subterráneos, eso sí, bien iluminados, que hasta hay podíamos llegar.

Los pobres hombres son miserables “pese”, que dicen los latinos, y no dudan en descargar en cabeza ajena sus iras solo por el placer de hacer daño, esa es su naturaleza y así está escrito en su ADN.

A los prohombres se les recuerda con efigies, los pobres hombres no necesitan pedestal alguno que soporte el vacío que la indeferencia provoca. A su muerte, los prohombres gozan de epitafios dignos de formar parte de algún poemario, los pobres hombres no tienen epitafio alguno, porque ni siquiera tienen lápida sobre la que escribir. 

En el tránsito entre la vida y la muerte los prohombres son acompañados por una cohorte de gentes de todo tipo y condición. A los pobres hombres no los acompaña ni Caronte, que ese día se lo toma de asuntos propios, mientras que sus seres queridos brindan con champagne del bueno, no a su salud, sino dando gracias por su mala salud.

Querido lector, si has llegado hasta aquí, igual te estás preguntando por la persona o personas que han inspirado los párrafos anteriores, claro, que igual ya lo has adivinado sin necesidad de más pistas. De todas formas, como dijo Piqué al término de su partido con el Villarreal, cuando al parecer recriminó al Presidente de la Liga Javier Tebas la actuación arbitral: “El ya sabe a quien me refiero y lo que le he dicho”además de recordarle a los periodistas que “tampoco es necesario que lo sepáis todo”. 

Pues eso, el interesado lo sabe y no seré yo quien lo nombre, no por temor, ni mucho menos, sino simplemente por no nombrarlo.  Cuando alguien fallece nos consolamos pensando en que esa persona seguirá entre nosotros mientras siga viva en nuestros corazones, pero a ese otro tipo de personas, como no queremos que sigan entre nosotros, lo mejor es ni nombrarlos, no sea que pase como con Bitelchus, que al nombrarlo tres veces aparece. 

Da cosa solo de pensarlo, ¿Verdad?.