Por Julio Martínez
Se anunciaba Sergio Serrano en la plaza de toros de Manzanares (Ciudad Real) con dos de los matadores que mejor interpretan el toreo en esta época, Daniel Luque y Ginés Marín. Serrano tiene todavía mucho camino que recorrer para competir en ese circuito, pero lo importante es empezar a coger camino y él está en ello. Una tarde más dejó constancia con un importante triunfo. Cortó dos orejas que pudieron ser más de no ser por el fallo con la espada y salió a hombros.
Aprovechó Serrano la soberbia embestida del toro que hizo segundo y toreó con el capote como nunca. Es un matador que va madurando tarde a tarde. Ejecutó el toreo a la verónica con medio capote, muy encajado y toreando con la cintura. Precioso el recibo. Lo fundamental lo hizo perfecto y también quiso lucirse en lo accesorio, con un vistoso quite por lopecinas.
Brindó al público y se fue camino de las tablas para iniciar el trasteo en el tercio, pero cambió de opinión en el último momento y se echó de rodillas en el centro del ruedo. El toro, un torrente de bravura y calidad. El torero, inteligente, supo ligar, dar espacio y aprovechar la codicia del animal del Conde de Mayalde. Tras el bullicio, Serrano se templó y dejó muletazos con la figura vertical y de mucho temple. La intensidad en la embestida del toro se fue aminorando de manera proporcional al ritmo que le imprimió la muleta del torero.
Por el pitón izquierdo, el toro no cesó en su ímpetu, pero sí redujo notablemente su calidad. Aún así, el torero manchego se colocó de la misma manera. Volvió pronto a reducir las embestidas por el lado derecho. Ligazón, mano baja y temple. En eso basó Serrano su faena. El epílogo, por sentidos y profundos ayudados, tuvo mucho sabor y puso en pie a los tendidos de Manzanares.
La espada viajó entera y ligeramente desprendida, pero el efecto fue devastador. La plaza pidió unánimemente las orejas y el presidente, con poco convencimiento, las concedió. Una actuación sobresaliente con un toro superlativo.
Con el segundo de su lote anduvo muy dispuesto y con vocación de agradar a los tendidos, sin dejar en ningún momento de darse el gusto de torear bonito. Metió los riñones y encajó el mentón para meterse al toro para dentro con entrecomillada facilidad. Los muletazos más sentidos llegaron sobre el pitón derecho, pero el toreo caro lo imprimió al natural. No acertó esta vez con los aceros y perdió la oreja.
Pese al borrón de la espada, se vio a un torero que anda muy suelto por la plaza y con la mente despejada. Lo demostró hace tres semanas en Las Ventas con una ‘leona’ de Victorino y dejó evidencia en Manzanares del momento que atraviesa. Torea con y sin el toro. Tiene claro que es su momento y llevaba ya demasiados años preguntándose por qué no llegaba. Está aquí y, salvo catástrofe, se va a subir al tren.
Al vagón de la temporada 2021, que va a ser la más larga de su carrera y la que traerá los compromisos más exigentes para él. Tendrá que demostrar en ellos que lo visto en los últimos cuatro años no es casualidad, desde aquella portentosa tarde con una de Miura abriendo la feria de la Virgen de Los Llanos. Una feria que, si finalmente se celebra, contará con él por partida doble.