No fueron ni Penélope Cruz ni Antonio Banderas, fueron miles de gargantas socialistas las que gritaron alborozadas alrededor de las nueve y media de la noche del pasado domingo que el ganador de las Primarias para elegir a nuestro secretario general era Pedro Sánchez. Atrás quedó un larguísimo proceso que para algunos puede resultar atrevido, pero que en el fondo fue modélico y que para sí lo quisieran muchos partidos por diversos motivos, si bien el principal es que quien resulta ganador, y más de la forma en la que lo ha hecho Pedro Sánchez, tiene toda la legitimidad del mundo para dirigir la nave socialista durante los próximos años, y además sin contestación alguna, ya pudiera provenir desde dentro, que es la peor, o desde fuera (léase medios de comunicación), que tampoco es manca. Tenemos un ganador, tenemos un secretario general que responde al nombre de Pedro Sánchez, y punto.
Lógicamente, este tipo de procesos también deja perdedores, no todo son gritos alborozados, risas flojas y caras de satisfacción, también hay lamentos, caras largas y alguna lagrimilla. Pero eso también forma parte del proceso de elección, del juego y de la vida misma, en la que tanto para el duelo como para las alegrías hay tiempo, aunque sea el justo.
Si el domingo Pedro Sánchez, emulando a uno de los más famosos gladiadores de la antigua Roma, Marcus Atilius, resultó ser el claro vencedor en las urnas, la gran derrotada fue Susana Díaz, más por lo que se suponía que iba a suceder que por el propio resultado, no en vano siempre podrá presumir de haber resultado ganadora en las ocho provincias de su federación y de contar con el apoyo de casi el cuarenta por ciento de los votantes socialistas. Por su parte, Patxi López tiene sobrados motivos para estar moderadamente satisfecho. Sinceramente, en una votación no tan polarizada como la de ayer, su candidatura seguro que hubiera estado en la pelea hasta el final con claras opciones de victoria.
Yo me confieso perdedor en este proceso, mi candidata no logró el objetivo de la Secretaría General. Había que tomar partido y lo tomé, había que optar y opté, había que votar y voté, aunque el resultado no fuera el que yo esperaba. Alguien me ha preguntado hoy ¿Estarás triste?, y yo le he respondido que no, a continuación me ha preguntado ¿Entiendo, entonces estarás como unas castañuelas?, tampoco, le he respondido, para aclararle seguidamente, que no puedo estar triste porque por fin tenemos una cabeza visible en el PSOE y tampoco puedo estar como unas castañuelas, porque esa cabeza no es la de la persona por la que me decanté.
El único motivo que tenía para no votar a Pedro Sánchez fue su empeño en convocar un congreso extraordinario exprés para mediados del mes de noviembre del año pasado. Un Congreso en el que elegiríamos o ratificaríamos a nuestro secretario general en un procedimiento hecho a su medida y que a mí personalmente no me gustó, no tanto por lo precipitado como por lo dirigido, y sobre todo porque aún estaba por decidir nuestro voto en la investidura a Rajoy. Alguien podrá pensar que menudo motivo más nimio, pero lo siento, es el mío y además, a diferencia de Groucho Marx, no tengo otro.
Pero al igual que ocurrió en las anteriores primarias, en las que voté a Edu Madina, porque fue el que propuso que votase la militancia, (como veis siempre apuesto a caballo ganador). Una vez conocidos los resultados se acabaron las bromas, como le he escuchado decir a Patxi estos días, ahora lo que toca es cerrar filas en torno a nuestro secretario general y eso es lo que haré, aún a riesgo de que algún mal intencionado pueda pensar que tras mis palabras lo que se esconde es un “bien queda “o un “chaquetero”, por decir algo suave, pero las personas que me conocen saben muy bien que soy de los que están convencidos que el PSOE está muy por encima de personalismos de cualquier clase, y ahora lo que importa es el PSOE, y a su causa nos debemos todos con el secretario general a la cabeza.
Pedro ha obtenido un amplísimo respaldo de la militancia y por lo tanto se ha hecho merecedor de nuestro respeto, de nuestra confianza y de nuestro apoyo. A él le corresponde ahora comenzar a suturar heridas, tender puentes que propicien la unidad imprescindible que nos permitirá volver a gozar de la confianza de la ciudadanía, una confianza que nos conducirá a la Moncloa para desde allí devolver la ilusión a la sufrida ciudadanía y lograr que el recuerdo de Rajoy sea tan solo un mal sueño.
A todos los demás lo que nos corresponde es apoyarle sin fisuras y pensar en la mejor manera en la que podemos seguir siendo útiles a nuestro Partido y a través de él a nuestra sociedad. Los que tengan responsabilidades de gobierno, gobernando con acierto para la ciudadanía, los que tengan responsabilidades orgánicas haciendo su trabajo con humildad y dedicación y los que no tenemos ni una cosa ni otra, pues arrimando el hombro allá donde se nos necesite. No hay otra si queremos que el PSOE vuelva a ser lo que fue y desde luego, yo lo quiero.
Ya solo me queda felicitar al ganador, al que personalmente le deseo toda la suerte del mundo, porque si a él le va bien a todos los demás también nos irá estupendamente, agradecer a Susana Díaz y a Patxi López el valor que han demostrado tener al concurrir a este proceso y desearles igualmente éxitos en el futuro.
Y no podía concluir sin animar al Alba en su partido de vuelta en Lorca el fin de semana próximo, recordándole las palabras que anoche mismo dijo Pedro Sánchez, “con ilusión, ganas e ideas, todo es posible”. Pues eso.