Por Julio Martínez
La escuela taurina de Albacete sigue exportando nuevos valores a la realidad. Los cuida, los mima y después los saca a la calle. Con la correa, pero dándoles libertad. La labor de Sergio Martínez y Gonzalo González no está pagada, y eso que les ha costado demostrar que son ellos los encargados de asentar los cimientos que otrora pusieron Rojas y Cortés, Cortés y Rojas. El último descubrimiento ha sido Alejandro Quesada.
Se enfrentaba al primer compromiso serio de su vida. La primera novillada sin picadores en la que tenía que demostrar que quiere ser torero y que no es un alumno más que está para hacerse la foto. El certamen ‘Promesas de Nuestra Tierra’ que organiza el matador local Manuel Amador es un escaparate idóneo para chavales como Quesada, que lo único que tienen es camino por recorrer. Y los primeros pasos los ha dado este domingo en El Bonillo. Pasos firmes y de buena zancada.
Se enfrentó a una bonita y exigente novillada de Fernando Peña, un hierro de garantías para un festejo menor. Quesada es una rara avis en el toreo de principiantes. Es algo así como Lola Flores cuando iba a Nueva York. Lo que más se puede destacar de él es su capacidad para andar siempre ‘descojonado’ por la plaza. Es feliz pasando miedo. Se lo pasa bien en momentos en los que otros andan literalmente “cagaos”. Es un torero distinto y por eso merece la pena hacer hincapié en su particular e incipiente locura. A Quesada hay que ir a verlo. No se lo pierdan.
¿Por qué? Por cosas como las que le hizo al quinto eral de la tarde. No tuvo casi tiempo para digerir la vuelta al ruedo a su primero tras una labor intermitente. No es Quesada torero de ponerse el mono de trabajo. No busca la ligazón por la ligazón ni se remanga con la primera ‘mangurrina’. Su primer oponente fue muy bueno y no se lo puso fácil. Lo quiso hacer todo despacio, pero el novillo fue más templado que su muleta. Nada criticable para alguien que anda empezando. Lo mejor fue el epílogo de la faena. Detalles muy toreros para cerrar el trasteo. Coquetos ayudados con mucho sabor, quizá más propicios para otra plazas y no para una nación más mediática que aficionada. El pinchazo y dos golpes de verduguillo dejaron todo en una vuelta al ruedo.
Volviendo al porqué, Fernando Peña llevó a El Bonillo a un ensabanado de nombre ‘Avefría’, una pintura similar al primero en todo salvo en las pintas. La personalidad de Quesada, alejada del habitual sota, caballo y rey de los que se ponen el juego del toreo en dificultad principiante, se impuso ya desde el capote. Busca siempre impactar, aunque si algo destacó de su labor con el percal fue una sensacional media verónica, semejante a una que pegó una tarde estival en Cenizate. Le vuela bien el capote a este torero, pese a la dificultad que manifestó el brío inicial del novillo.
Con esa sonrisa en la cara, que no abandonó en ningún momento, se fue a brindarle el novillo a Sergio Serrano, que terminó el sábado de demostrar en Las Ventas que está aquí para ser un torero y no un DNI para poder actuar en Albacete por decreto canónico. Tras el brindis, se sacó al de Fernando Peña con garbo a los medios. Ya vertical y quieta la planta dejó derechazos de suprema calidad. Se abandonó en la primera tanda, consciente de que la tarde se le había puesto muy de cara.
A Quesada le falta seguramente venderse más y mejor, porque tiene condiciones. No es el más carismático. Aún así, un concepto animado fue el denominador común de su tarde. Y la alegría, la felicidad. Quesada anduvo por El Bonillo muy feliz. Tiene voz de hombre, pero tiene expresión de restaurador neoyorquino. Parece que no va con él. Sería criticable si no fuera porque luego es capaz de cuajar muletazos de categoría. Muy suyos, todos. Es un novillero diferente. Supo aprovechar a otro extraordinario novillo como fue ‘Avefría’.
El novillero manchego, hijo del cuerpo, estuvo pendiente del público, del toro, de Sergio Martínez y de sí mismo. Porque Alejandro Quesada estuvo toda la tarde conversando con Alejandro Quesada. Por momentos faltó acople, pero no es un defecto en alguien al que el vestido de luces le suena a milagro. La espada no es su fuerte, pero lo será si le dejan. Cortó dos orejas de ley a un novillo, ‘Avefría’, que se fue dando la vuelta al ruedo en sus estertores.
Y lo de siempre, hay que destacar la labor de Manuel Amador. Es una delicia lo que está haciendo por el escalafón menor. Novilladas de lujo en plazas accesibles. Con la televisión para darle difusión. La novillada de Fernando Peña, apuesta suya, es uno más de los aciertos del matador de Albacete, que también es apoderado de Sergio Serrano. Lo tiene todo Amador. Si le deja su colega Simón, organizará una sensacional feria de Albacete. No tengan duda. Y, si la justicia impera, Alejandro Quesada estará de luces, sin caballos, en esa feria.