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Transición (Opinión)

Texto: Julio Martínez

Más allá de la victoria y de la solidez de este nuevo Albacete, qué bueno ver gente en el Belmonte. Qué bueno, pero qué pena. Qué pena porque serán más de uno y más de dos los abonados que hoy deberían estar al lado con su padre o con su abuelo y el bicho se los ha llevado. O a ti que no has ido al campo pero que algún día fuiste con tu viejo y ya no le podrás contar todos esos días que has tardado en volver al Belmonte en acto oficial. 545 días, concretamente. Han dado para mucho, pero ahí quedan.

Hace 545 días, Pablo Hernández metió uno de sus últimos goles con el Leeds United. Este año ha decidido dejar la élite y volver al barro. Cómo no, tenía que ser testigo el Albacete. Claro que ya no firmamos despegues sino que vivimos el ocaso. Por algo se empieza. Y para empezar, qué mejor que un partido así. Gente nueva en el banquillo y en el verde para tratar de devolver al Albacete al mundo profesional. Parece que hay mimbres, pero el año es muy largo.

Es un año de transición y de redención. Transición para un plantel nuevo y redención para un entrenador que lleva unos años viendo el fútbol desde la barrera, Rubén. Para Serrano, este debe ser el curso de la reconciliación con el fútbol, después de un año complejo en Galicia. Su trabajo debe dar frutos, antes o después. El resto, qué decir. Al Belmonte no han vuelto todos los que deberían o querrían volver. Tampoco Rodri o David, gente con 10 y 30 años en el club que tienen a su casa en los juzgados. No son los únicos, pero el tiempo pondrá a cada uno en su lugar.

Mientras, fútbol aparte, el Alba homenajea a Santi Denia en hedor de multitudes. El último homenaje que organizó el Albacete fue un fiasco porque todos los míticos dejaron tirado al club de su vida, que ha cambiado la sede de la avenida de España por la calle San Agustín. Antes de Santi Denia tocaron los vídeos de los empleados del club pasando por el pasillo de los novatos. Esa fue la forma de celebrar la rebaja de 200 euros en el sueldo. El médico también ha cambiado porque ya no es necesario, dicen. Claro que después de cargarse al anterior se han traído a un amigote con cargo pomposo por el doble de salario. Qué menos…

Nunca hay que dormirse en efímeros éxitos ni confiar en supercherías que se perpetran año a año. El amor solo existe potencialmente si no se concreta y nadie ha terminado de definir su amor por este Albacete en concreto. Ese amor se evaporó desde que todos esos míticos dejaron tirado a un club que es ya una empresa de colocación. Si la temporada arranca bien, ojalá, las aguas estarán calmadas, al menos en la avenida de España. En la calle San Agustín estarán también pendientes de la vida y milagros del tocayo de Bigote Arrocet y su árbol genealógico. Para bien o para mal… Eso sí, a poco que vaya mal van a escuchar a la parroquia. Les deseamos lo mejor, pero deben tener prisa. La última vez que empezaron a entender cómo funciona el ajedrez ya habían perdido la partida. En esta tentativa han cambiado de peones, pero los reyes son los mismos.