La reciente sucesión de incidentes en varios campos de la provincia ha llevado al entrenador del equipo de Tarazona de la Mancha a alzar la voz y firmar un contundente texto en defensa del respeto y la deportividad
El fútbol vive de la pasión, la territorialidad y la cercanía. Pero esa mezcla, que debería ser motor de identidad y apoyo, está derivando cada vez más en un contexto hostil que afecta a jugadores, árbitros y entrenadores. En las últimas semanas, partidos del Atlético Tarazona han registrado insultos graves desde la grada, amenazas a colegiados e incluso agresiones entre jugadores, obligando a suspender temporalmente un encuentro y a que los equipos debieran salir escoltados al túnel de vestuarios.
No es un caso aislado. Cada jornada deja situaciones similares en otras localidades, con un denominador común: una escalada de violencia verbal y física que amenaza la esencia del fútbol modesto. Preocupado por lo vivido y por el impacto que estos comportamientos tienen sobre chicos muy jóvenes que empiezan a formarse como deportistas y como personas, Fran Bueno, técnico del propio Atlético Tarazona, ha querido compartir públicamente una reflexión profunda.
A continuación, reproducimos íntegra su carta:
CARTA DE FRAN BUENO: “CONTRA LA VIOLENCIA EN EL FÚTBOL”
“Soy entrenador de fútbol autonómico. Antes fui futbolista. Como jugador, tenía muy normalizada la violencia que se vive, casi cada domingo, en los campos de fútbol. Quizás porque, dentro del terreno de juego, uno está concentrado en el partido y apenas percibe lo que ocurre fuera, entre el público.
Ahora, como entrenador, me horroriza todo lo que escucho detrás de mí, muy cerca, en la grada. A veces se me ponen los pelos de punta. La gente se mete con los jugadores y con los árbitros de todas las maneras imaginables, casi siempre aprovechando algún defecto físico o característica racial para ensañarse: “Gordo”; “Negro”, “Maricón”, “Enano”.
No hay domingo en que no haya un conato de pelea entre aficionados. Además, es habitual que árbitros y rivales tengan que entrar al túnel de vestuarios escoltados por jugadores y técnicos locales, ante la amenaza del público de invadir el campo.
No olvidemos que los jugadores son, en su mayoría, chicos muy jóvenes. Tienen que enfrentarse no solo a la presión que ellos mismos se imponen y a la exigencia de los entrenadores, sino también a los insultos y descalificaciones de la grada. Es difícil mantener la calma en medio de tanta irracionalidad. Sin embargo, casi siempre lo hacen, compitiendo no solo dentro de los límites del reglamento sino respetando los valores sagrados de la deportividad y el compañerismo.
Pero no son los aficionados los únicos que no saben comportarse. También hay algunos malos deportistas dentro del campo. Pocos, pero hacen mucho daño al fútbol. Hace unas semanas, en nuestro partido contra el filial del Quintanar del Rey, un jugador visitante, el número once, agredió a uno de nuestros jugadores. Dos puñetazos con el balón en juego, fruto seguro de la frustración o la impotencia.
Lo más grave vino después: con la tangana ya sofocada y tras ver la tarjeta roja, el jugador del Quintanar volvió a por nuestro jugador, que estaba sentado en el suelo, desorientado e intentando levantarse. Sin esperar, aprovechando la superioridad de su posición erguida, le propinó otros dos puñetazos directos a la nariz. Nunca habíamos visto algo así. Todos en el estadio nos quedamos helados.
El árbitro suspendió el partido unos minutos y nuestro jugador salió del campo con la cara como un Cristo: llena de sangre y con una brecha considerable encima del labio. Al principio, un aficionado saltó al campo para intentar “hacer justicia” por su cuenta, pero volvió rápidamente a la grada y la situación se calmó. Tras pasar por los vestuarios el partido se reanudo, aunque ninguno de los allí presentes pudimos dejar de pensar en la violencia de la agresión. El agresor recibió una sanción de doce partidos por parte de la Federación. Insuficiente, si queremos alejar a los violentos de nuestro deporte.
Algunos, incluso dentro del fútbol, justifican estas agresiones diciendo: “Es que el otro jugador le provocó; le había insultado previamente; la afición rival empezó primero”. Quiero dejar claro que, venga de quien venga, la violencia es responsabilidad únicamente de quien la ejerce. Hacerse cargo de los actos propios, sin escudarse en excusas infantiles, es fundamental para erradicar un problema que devora al fútbol regional y que, de seguir así, alejará aún más a las familias que ven este deporte como algo violento y poco edificante para la educación de los niños.
El fútbol es, en su esencia, un deporte que transmite valores de respeto y convivencia entre personas de diferentes orígenes socioculturales, edades y condiciones. Conozco a mucha gente maravillosa que ha aprendido más formando parte de un equipo de futbol que en la universidad o incluso en la familia.
Entre todos los apasionados del fútbol debemos llegar a un consenso: el valor fundamental de nuestro deporte no es ganar o perder a toda costa, sino la deportividad y el respeto por el oponente, que es, a su vez, un compañero con el que compartimos algo esencial: la pasión por el fútbol y por el deporte. Quien no respete a los demás, no tiene sitio en un campo de fútbol».
FRAN BUENO
