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Uno se hace futbolista para noches grandes. Para este Alba, recibir al Cádiz en casa es una cita importante. Influye en lo deportivo y también en lo económico. Pero, ojo, que es Alba, no el Mancha Real. Entrará dinero de la televisión, correcto. El efecto de que llegue un Primera puede atraer algo de público, siempre y cuando se promocione y no se invite a la gente a quedarse en su casa. Este jueves, lejos de haber efecto Primera, se ha firmado una de las peores entradas del curso. Hay que estar orgullosos de esos 4.116 santos que habrán dejado, a ojo, 50.000 euros en las arcas del club esta noche.
Lo que llama la atención es la camisetita de “orgullosos de nuestra afición” tras lo de Murcia. Luego, a pagar, queridos abonados. Han ido los de siempre y han pagado los de siempre. Después del esfuerzo que han hecho y hacen tantos manchegos en este año tan difícil y tras el bochorno de la temporada pasada, el Alba no concibe este partido como un pequeño regalo a su sufridora afición sino como otra oportunidad más para hacer caja.
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Es su negocio y está bien. Es comprensible, pero que no se les llene luego la boca de orgullo, de #TodosTodo y demás gilipolleces. No se las creen ni ellos. Orgullosos estarán también de los 30 años de David como utillero o de la década de Rodri como delegado. O de la labor por amor al arte de los médicos. Al final, todo es dinero. Una fotito, un eslogan para alimentar el ego de Mr. Wonderfull y a seguir funcionando.
Esperemos que ese dinero se destine a buscar gol en invierno. Aun así, frente al Cádiz se ha podido ver a un Alba muy sólido con algunos poco habituales y que tienen ganas de jugar más. El inicio fue muy serio, de los mejores de lo que va de curso. Lástima esa que se fue al palo. Lástima que el árbitro barriera para Primera. El último cuarto de hora fue un insulto al Alba. Faltas incomprensibles, esa cesión que es imposible no pitar y un ataque de frío: tres de descuento y rápido que quiero llegar a acostar a mi chiquillo. El Alba tenía poco que perder, más bien mucho que dejar de ganar. Quizá un pase que podía equivaler a la visita de un primera línea europea. Quizá poder, quién sabe, casi llenar el Belmonte.
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El detalle, la foto inicial. Fran Álvarez, que cuajó otro partido magistral, aunque breve, y Alberto Perea. Dos albaceteños portando el brazalete de capitán de sus equipos en un partido profesional. Uno que ya tiene la carrera hecha y que disfruta ahora de muchos años de lucha. Años en los que incluso tuvo que pasar veranos entrenando en La Gineta para mantener el ritmo cuando estaba sin equipo. Perea ha tenido que recorrer muchos caminos, pero le llegó finalmente el premio. Otro que empieza y que pronto tendrá la oportunidad, como la tuvo Perea, de confirmar el gran año que está echando, pero a lo grande. Disfrutemos de Fran, mientras esté por aquí, y disfrutemos de Perea, un triunfador que pasea el nombre de Albacete por España. Ese sí es el orgullo que representa a Albacete.
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