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De la Transición Ecológica al Tránsito Nacional

Sírvete de lo aparente como indicio de lo inaparente. Solón de Atenas 

A veces, uno pone primero el titular, y después empieza a plasmar en el teatro de la vida lo que las musas les van susurrando al oído en la vorágine de los días y las noches, sin que nunca llegue el minuto y la hora en el que, quien suscribe, termine por ordenar del todo lo que pasa por nuestras cabezas, ora por deformación profesional, ora porque el volumen de información es tal, y tan vertiginoso, que no da tiempo a reposar la noticia. Como dijo Heráclito, todo fluye, todo está en movimiento, y nada dura eternamente.

Creo que algo de esto le ha pasado también a Pedro Sánchez con el rebautizado Ministerio de Agricultura, Desarrollo Rural y Medio Ambiente por el de Transición Ecológica, que más parece el Ministerio del Tiempo, por aquello de asemejarse tanto a una serie televisiva del género fantástico y de ficción histórica creada por los casi manchegos hermanos Olivares.

Primero le damos al Ministerio un titular, y después le procuramos el tránsito intestinal, aunque sea a costa de montar en poco menos de cinco meses el mayor aparato de altos cargos de la historia de Moncloa. Y qué bien que le sienta el momento all bran a la mayor parte de estos que se suponían socialistas ejemplares, cuando hacen la declaración de la Renta. Pobre Màxim Huerta, si lo llega a saber, se queda unos días más. Tantas sociedades instrumentales, tanto fraude fiscal, tanta tesis plagiada, para luego presumir de una eficiencia energética inexistente. Salvo que eficiencia sea no incinerar a los gordos y gordas -pobres, ya ni eso-; o desalar el mar, que debe ser ya el cénit de la ecología marinera, por no decir aquello de la coña marinera, cuando el dulce Ebro se nos desborda a borbotones.

Quizás por ello, y porque había que dejarse notar, Pedro Sánchez y su Ministerio del Tiempo, acaban de superar con amplitud el Acuerdo de París contra el Cambio Climático y el protocolo de Kioto, decretando la defunción de los coches de gasolina y diesel para el horizonte de los años 2040 y 2050, y otras restricciones que nos preparan para la vuelta de la esquina. Toma castaña. De embajador de UNICEF a lo Angelina Jolie, con una Alta Comisionada para la Lucha contra la Pobreza Infantil en España (será por altos cargos), a ‘Whe are the Word´ con Michael Jackson (Nosotros somos el mundo/ Nosotros somos los niños/ Nosotros somos aquellos quienes hacemos un día más brillante…).

Si no fuera porque le hemos visto volar -junto a la primera dama- en un Falcon del Ejército del Aire para disfrutar de una noche rockera, sin ni tan siquiera fabricarse una mísera coartada, bueno sí, que era como ir a la ópera dijo alguien de su consejo de ministras; si no fuera porque las bombas que vende Pedro Sánchez a Arabia Saudí son tan inteligentes “que no se van a equivocar matando yemeníes”; si no fuera porque la primera puerta giratoria que abrió este ambicioso plurisocialista, a parte de la del Trasvase, fue la de su esposa para colacionarla en el Instituto de Empresa; y si no fuera porque donde vio rebeldes del procès, ahora ve compañeros de viaje para sonarse los mocos sobre la bandera de España; y si no fuera por tantas cosas que hacen del presidente del Gobierno un figurante de Taxi Driver en la Intersección de Times Square… pues si no fuera por eso, y por esa amnistía general que nos prepara en los albores del Tránsito Nacional, o sea, del óbito de la Constitución Española del 78, podríamos creer que a Pedro Sánchez le interesa de veras salvar al Planeta Azul, mucho antes que a su propio culo sujetado por los que antes de la Aldea Global apuestan en el hispanexit, los muros, las fronteras, la división social, la exclusión, la secesión, el escrache, la violencia, la corrupción y, en definitiva, el racismo de los Torra, Podemos y compañía. El fascismo moderno, sí, también parece llevar el nombre de la izquierda supremacista de Pablo Iglesias y sus confluencias. Pues claro.

Europa afronta un riesgo: el de desmembrarse por la lepra nacionalista y quedar rebasada por potencias extranjeras” dijo el presidente francés, Emmanuel Macron, un siglo después de aquel terrible escenario bélico que dejara un reguero de millones de muertos en las trincheras. De poco ha servido la seria advertencia de los líderes europeos en la reciente conmemoración del armisticio que daba fin a la I Guerra Mundial. De muy poco.

Mejor haría el presidente plurinacionalista del Gobierno de España de librarnos de esa corriente infecto-destructiva, antes que de poner en solfa a la importante industria automovilística de nuestro país, cada vez más tecnológica, más eficiente, más comprometida con la conciencia medioambiental del exigente consumidor medio. Entre tanto, Pedro, sigue lanzando globos sonda desde tu Ministerio del Tiempo y vendiendo bombas inteligentes a los árabes, que ya sabemos que se equivocan poco -las bombas, me refiero-, aunque, eso sí, siempre se equivocarán algo más desde el punto de vista meramente humanitario e incluso ecológico que un coche nuevo, aunque sea diésel.

ADOLFO JMF