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De Rufián a Makoke, pasando por Albacete

“Respeta los sentimientos de los demás. Puede que no signifique nada para ti, pero podría significar todo para ellos” (Roy T. Bennett)

Si ocho jóvenes de Albacete hubieran dado una estacacina –que se diría en algunas comarcas de esta nuestra provincia- a unos guardias civiles, estuvieran o no de paisano, no sólo se les habría  caído el pelo en la cárcel -con penas que probablemente superarían a las de Alsasua (Navarra)-, sino que, además, nadie hablaría de ellos.

Se equivoca, pues, el dirigente de Esquerra Republicana de Cataluña, Gabriel Rufián, cuando por desacreditar a la Audiencia Nacional, al sistema judicial, y por extensión, al Estado español, cita a esta ciudad para dar a entender que la condena se debe única y exclusivamente a criterios políticos, por ser los encausados unos simples simpatizantes del movimiento abertzale, con el que tantos lazos de hermandad sostienen los camisas pardas de ERC, socios al fin y a la postre de investidura del ahora muy europeísta Pedro Sánchez.

Los presos de Albacete no tienen un lobby nacionalista que les escriba, un poder que da y quita presidentes al Gobierno en España, y por lo que urge la modificación de la Ley Electoral, algo que, a la vista de la fragmentación del arco parlamentario español, parece ya una utopía para los próximos cincuenta años. Pero lo dijo bien el alcalde de Albacete, Manuel Serrano. Aquí no solemos dar palizas a los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, antes bien, somos respetuosos y agradecemos su labor con riesgo de la vida propia que exponen en cada acción que desarrollan por garantizar la convivencia entre vecinos.

Gabriel Rufián, oriundo de Andalucía como otros tantos nacionalistas excluyentes, debe hacerse perdonar cada día no ser portador de un apellido catalán, de los Barrufet i Grifols de toda la vida, de esa burguesía emprendedora y perfumada que, con sus más y sus menos, también ha contribuido durante los últimos cuarenta años a un desarrollo prodigioso de la sociedad española, que ha llegado a converger con Europa en cuanto a infraestructuras, servicios, renta per cápita, Educación, prestaciones sociales… Nunca les gustó mucho aquello de la cohesión territorial por aquello del Espanya ens roba, pero ese sentimiento clasista que atesoraban las familias adineradas de siempre, ha degenerado hoy en la causa al procès en Tribunal Supremo, y para el que la alta sociedad catalana ha necesitado el furor de conversos como el del propio Rufián, el cual sabe, y con toda la intención lo hace, lo que significa en Navarra o en Cataluña ser de Albacete, o sea, no nacionalista, y la carga socarrona que se le adjudica en esa frase.

No ofende quien quiere, sino quien puede. Y Rufián no puede ofender a Albacete, que es tanto como ofender a sus ancestros. El problema es que representantes políticos que ignoran, desconocen y tratan de utilizar de forma peyorativa el nombre de nuestra ciudad y provincia para arrimar el ascua a su sardina separatista, supremacista en todo caso, sean los que puedan decidir el próximo presidente del Gobierno de España.

Los albaceteños no podemos seguir permitiendo que tipos como Rufián quiten y pongan presidentes en España, porque nos irá muy mal. Nuestro país no puede quedar en manos de quienes tratan de ridiculizar a la Justicia, que es tanto como decir al régimen constitucional del 78. Estamos en unos momentos muy cruciales de la historia, tanto como para que nuestro futuro, el de nuestros hijos, lo decida ERC desde un patio con lazo amarillo, o un concursante de reality televisivo, y por qué no Makoke, en un gesto más de dejar caer a Albacete por el lado de la irrelevancia y la poca consideración a sus electores. De nosotros depende.