Primero son mis dientes que mis parientes (refrán)
Mucho ha cambiado el Partido Nacionalista Vasco desde que hace 33 años votara en contra de la primera Ley del Aborto de Felipe González argumentando, entonces, que la vida humana comienza en el mismo momento de la concepción (… que se ve que ya no). De hecho, su lema -que sigue vigente-, es ‘Dios y leyes viejas’, en referencia a los fueros, y aunque durante la Transición Política transmutó en aconfesional, el PNV no ha querido o no ha podido desprenderse nunca de su pátina católica, humanista y conservadora, quizás porque su antaño certera vocación europeísta fuera alimentada por su vínculo con los partidos democristianos del viejo continente.
Pero mucho más ha cambiado el Partido Nacionalista Vasco desde que hace unas semanas, concretamente el 24 de mayo pasado, apoyara los Presupuestos Generales del Estado del Gobierno de España, con la aplicación del 155 en Cataluña, Dios y la Constitución Española mediante. Cinco meses han transcurrido desde aquel respaldo a las cuentas de Rajoy hasta esa foto reciente de Urkullu con el vicepresidente ‘in péctore’ del Gobierno plurisocialista, Pablo Iglesias, en aras de los Presupuestos de 2019, los del sablazo fiscal al diésel, o sea, a millones de trabajadores, de autónomos, de familias de clase media, de la España rural y urbana que echa cuentas para la derrama del gasóleo de calefacción -el invierno ya llegó- y las obras de accesibilidad en los portales para sus viejas rodillas. Al pijo con la pobreza energética.
Desde aquel “ejercicio de responsabilidad” con un Gobierno del Partido Popular a este remedo de abrazo de Vergara de la extraña pareja, median poco más de cien días de felonías como nunca antes habíamos visto en la era moderna. Entre bastidores, la lucha desatada entre los pragmáticos democristianos que exprimieron bien la hucha del ministro Montoro para hacer del País Vasco una de las regiones más ricas y mejor comunicadas de Europa; y los que se decantan abiertamente por el caserío autárquico del Señorío de Vizcaya, que durante tantos años recogiera las nueces políticas que caían del árbol filoetarra. El integrismo de Sabino Arana está, parece, más vivo que nunca.
Ni un partido con la historia sobre centenaria del PSOE podía taparse más las narices para dejar enredar al embajador de Podemos en sus relaciones diplomáticas con las regiones españoles, llamémoslas comunidades autónomas o nacionalidades históricas (si ya hasta Andalucía aspira a serlo y El Bonillo lo es, al menos en el aspecto más cervantino del término); ni el nuevo ricohombre, nacido al albur de las campas de 2011 en Sol -e irrelevantes en el País Vasco-, podía imaginarse tan potente en las alfombras rojas, o deberíamos decir alforjas, de otro partido de rancio abolengo como el PNV, cuyos perfumaditos señores del Euskadi Buru Batzar celebran el Día de su Patria con el mismo boato con el que otros no saben ni cómo definirla y, sin embargo, la presiden, ¿nación de naciones, quizás?
En paralelo a la actuación del Poder Judicial, que manda al banquillo a Junqueras y todos los procesados por el referéndum ilegal del 1-O, el enviado del presidente del Gobierno de todos los españoles se reúne con los presos sediciosos a darles calor y a chapotear en el tres per cent; o bien, se compromete con Urkullu para alentar la cosoberanía que impone la hegemonía integrista del PNV-Bildu.
Sólo Dios y las leyes viejas, o sea los fueros y la Constitución Española, podrán frenar ya esta deriva hacia ninguna parte a la que nos está llevando el bolivariano de Moncloa, sin más proyecto político que envolverse en la bandera de España para engañar al CIS y aplicarnos después la eutanasia de un federalismo asimétrico donde la España rica se queda con la hacienda y la molienda del AVE y los puertos, y la España pobre ahí se pudra con los buitres leonados sobrevolando los restos del Trasvase y los cactus de Miranda; un proyecto político asimétrico con el que no se van a conformar ya quienes vieron en la moción de censura la oportunidad de destronar el régimen de Monarquía parlamentaria. Sánchez nos lleva, irremediablemente, a una fractura social que fomentan precisamente quienes detentan el poder, y amenazan con producir muertos porque sin ellos, no hay independencia; sin tetas, no hay paraíso.
A los españoles ya sólo nos puede salvar el lema del PNV, precisamente. Pero tengamos claro que esto no es una telenovela del Good Doctor, válgame la tesis. Sánchez, Podemos y Rufián van a intentar socavar el sistema judicial español, con la colaboración inestimable de Urkullu, antes de que se produzca cualquier sentencia condenatoria a alguno de los encausados por la corrupción política e institucional de Cataluña. Y lo vamos a ver muy pronto.
La moción de censura no fue a Rajoy, sino al sistema. Sánchez o el sistema. Sólo uno sobrevivirá. Lo dijo esta semana, con otras palabras, Pablo Casado y se estremecieron las paredes del Congreso.