Nada se parece tanto a la ingenuidad como el atrevimiento (Oscar Wilde)
Y a fin de cuentas, casi nueve meses después, alguien debería explicarnos esa victoria pírrica del PNV tras certificar la muerte súbita de Mariano Rajoy en una moción de censura que no por inédita, ha dejado de ser menos extravagante; nadie con dos dedos de frente se hubiera pegado ese tiro en el pie, cuarenta y ocho después de abrazarse a los Presupuestos Generales del Estado de 2018, en lo que anticipaban las crónicas de hace un año como la garantía de un final de legislatura de la mano del extinto Gobierno del Partido Popular. Nadie se hubiera censurado a sí mismo, salvo el PNV que debe tener el rh averiado, y algún día, cuando la necesaria reforma de la Ley Electoral les acote, estos patriotas del Euzkadi Buru Batzar deberán contar a sus paisanos si para ese viaje, tales alforjas eran necesarias.
Este amenjesús en el que finalmente se ha convertido el embarazo no deseado de Pedro Sánchez, marcado por sus azotes al diésel, a la clase media y a la tumba de Franco -esa cortina de humo en su viaje hacia ninguna parte-, puede desembocar el 28-A en un Gobierno a la andaluza que no necesite de los partidos nacionalistas para sacar adelante sus próximas cuentas y que, arrastrado por los nuevos aires que la moda impone, confronte a mano abierta con las comunidades históricas por quítame allá unas competencias. No logrará el Estado arrebatar ninguna de las ya concedidas, mucho menos la de Educación, pero la sangría inversora en el País Vasco y Cataluña, en detrimento del resto de España y de Castilla-La Mancha, habrá acabado para alegría de la A-32, entre otras, que duerme el sueño de los justos desde el 95.
Pues si pobre ha resultado ser el papel mediador de los nuevos ricohombres de Galapagar en su respaldo al borrador “más social de la historia”, decían, paupérrimo ha sido el espectáculo de los diputados vascos implorando a sus compañeros de estelada, o de escapada, la reconstrucción de un relato con el que apuntalar a Sánchez a los mandos del Reino de España. Que Bruselas, que el Banco de España, que la AIReF (Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal) y, más recientemente, que el Instituto de Estudios Económicos (IEE) hayan desnudado en un pispás la insolvencia económica de Sánchez y sus confluencias, les importaban más bien poco ante el error consumado de cambiar inversiones por derrotas parlamentarias/victorias morales, que diría el todavía presidente. Más se perdió en Eslovenia, vendrán a decir otros.
Habremos de convenir, pues, que el independentismo ha sido coherente en su impostura. Con el juicio al procès abierto en canal, con los políticos presos saludando a España; y con un puñado de notables de la rebelión cuatribarrada en el ‘exilio’, no han tenido estómago para mirar hacia otro lado, pues la calle tampoco le hubiera permitido otra cosa. No podían aceptar esa oferta, por tentadora que fuera, y no conviene olvidar que con su veto a Pedro Sánchez, el Gobierno catalán renuncia a mejoras millonarias en los fondos que iba a recibir. Para empezar, 1.500 millones de euros para gestionar directamente en la Generalitat, y otros 2.251 millones en infraestructuras, o sea, 900 millones de euros más con respecto a las últimas cuentas del 2018. Y va Torra y pone morros, que el seny, como el cariño verdadero, ni se compra, ni se vende.
Estamos, pues, como hace nueves meses, con el Tribunal Supremo pendiente de blindar la Constitución del 78, pero peor, porque cada año que pasa de déficit y desaceleración económica es un disparo en la sien a la protección social de los ciudadanos, léase sistema público de pensiones, Educación, Sanidad, etc. Y ya se sabe que el sueño de la recuperación produce monstruos con forma de recortes. Creyó Sánchez que subiendo la apuesta amedrentaría a sus socios de moción, sin advertir que éstos, como en la fábula del escorpión, lo llevan en su naturaleza: De Felipe González a Pedro, pasando por Rajoy y otras piezas de caza menor especialmente molestas para el pujolismo corrupto como Vidal Quadras, fueron oportunamente cobradas y expuestas a escarnio público.
Algo de justicia poética tiene este viernes negro en el que el velatorio del consejo de ministros pasa por la puerta de Rajoy, sentado a las puertas del Registro de la Propiedad, leyendo el Marca. La otra, la Justicia humana, lleva su camino insobornable y, además, es la dueña del VAR. Y sin tres per cent, que es lo bueno.
ADOLFO JMF