No pienso nunca en el futuro porque llega muy pronto (Einstein)
En realidad, qué hace un hombre con sólida vocación europeísta como José Borrell -ya de vuelta del parlamentarismo- blanqueando la moción de censura de junio de 2018, pues si hay algo que odien con toda su alma estos charnegos conversos del rufianismo profundo es precisamente a un catalán ilustrado. Qué hace, ya digo, un ministro esculpido en el socialismo democrático del Congreso de Suresnes y escupido por su propios socios de gobierno, por su propio jefe de filas, el Good Doctor y válgame la tesis, si no es camuflar el odio a España, el odio a la diversidad, el odio a la solidaridad inter-territorial. No lo entiendo.
José Borrell lo ha sido todo, o casi todo, en la política española. Y porque está de sobra cumplido en su ambición personal, fue quien coronó una manifestación histórica por la unidad de España en Barcelona, con un mitin que pasará a los anales de la crónica política como el más fluido intelectualmente, el de más talla argumental contra los que quieren arrastrar por el lodo de serrín y estiércol los derechos de la otra mitad de ciudadanos que no se sienten concernidos por la corrupción del tres per cent, y que tampoco han sido aleccionados en el grácil lema, tan nauseabundo y manoseado por las poderosa burguesía catalana del Espanya ens roba. Qué fue del seny catalán, por Dios.
Borrell es ese hombre que hace poco más de un año, con una bandera europea en la mano, dijo aquello de “esta es nuestra estelada” e hizo un llamamiento a la serenidad y a la razón para evitar un enfrentamiento civil. Fue el mismo hombre que dijo ante miles de españoles y cientos de medios de comunicación de todo el mundo aquello de “Catalunya no es una colonia, ni un Estado militarmente ocupado”.
Pues la gran contradicción de Borrell es ser ministro del Reino de España gracias precisamente a los votos de quienes balancean sobre el Artículo 2 de la Constitución Española, que son los mismos que auparon a Pedro Sánchez a lo más alto del cerro monclovita desde el que se otea el resquebrajamiento de la Monarquía parlamentaria, aquellos que no quieren ni oir hablar de otra cosa que no sea la secesión supremacista, porque deben creerse de mejor condición que un albaceteño, un murciano o un cacereño, por citar algunos gentilicios que forman parte de las regiones peninsulares rezagadas en el ránking de la renta per cápita. Cuanto ni más, de Presupuestos Generales del Estado. Ya lo advertía el taimado Pepe Bono en los años 80: estos que se apartan de la mesa porque quieren comer aparte… es que quieren más bocado.
Por eso insultan a José Borrell, porque representa el socialismo simétrico de un mundo globalizado, como el que defendieran los primeros los gobiernos de Felipe González; y ha sido el propio González quien ha venido a decir aquello de que prefiere al anterior Jefe del Estado, o sea, a Franco, antes que al que nos quieren implantar los socios de Borrell y Pedro Sánchez en el Gobierno. Ya saben, mi casa es la tuya, que va a ser que no.
La gran contradicción, pues, no es de Rufián que está en su papel de agitador del Congreso. Siempre hubo en clase un gamberro que hacía llorar a la maestra, el problema lo tiene Ana Pastor que no puede llamar a los padres, pues éstos son peor: en el 34 provocaron cuarenta y seis muertos. La gran contradicción, digo, no es de Esquerra, ni de Podemos que están en lo suyo -en la fractura -, ni de los nacionalistas; el que no pinta nada en ese gobierno de sociedades instrumentales que alarma a Europa tanto o más que la Italia de Salvini es José Borrell, ese hombre que ha sido presidente del Parlamento Europeo, ministro de Obras Públicas en un gobierno que entendía que los trasvases hidráulicos formaban parte de la solidaridad regional y, por tanto, favorable a un Plan Hidrológico Nacional que incluía el aprovechamiento del Ebro.
José Borrell no puede seguir siendo la coartada de un Sánchez al que Bruselas, el FMI y la OCDE acaban de desnudar en su insolvencia. Estamos tontos o qué. Nos están avisando de que vamos a tirar por la borda toda la labor de reconstrucción nacional llevada a cabo por los ciudadanos tras la gran crisis financiera de 2009, y que con ello ponemos en solfa, de nuevo, todo el estado de Protección Social que milagrosamente hemos sido capaces de salvar del naufragio, a diferencia de Grecia o Portugal, sin ser intervenidos por la troika. El jefe del Ejecutivo es un zombi en el halloween de la deuda pública y las embajadas y, mientras esto sucede, nos dedicamos a pedir el VAR sobre el gargajo de un tipo de Esquerra, como si en el Congreso no pasaran cosas peores.
El futuro de España, en manos de Podemos y ERC, se oscurece tanto como el futuro de Borrell en el regazo del doctor desnudo. Nadie ha respaldado menos al ministro de Exteriores tras su rifi-rafe con los camisas negras que sus propios compañeros de bancada. Pobre nación española. Nadie podrá escupir más sobre el futuro de nuestros hijos que quien prestó su ambición personal a la moción de censura al Régimen del 78.
ADOLFO JMF