“Ser natural es la más difícil de las poses” (Óscar Wilde)
Desde aquella toma de posesión de José Bono de 2004 en Defensa, en la que unió sobre el regazo desde el Nuncio de Su Santidad hasta Pedro J. Ramírez, pasando por Raphael y la Chica ye-yé, sin olvidar a Baltasar Garzón o Antonio Gala -se escabulleron los del PP a los que invitó, entre ellos al ex alcalde de Toledo, José Manuel Molina o Ruiz Gallardón, que no quisieron sumarse al Reallity-, pocos actos de aterrizaje de nuevos ministros habían despertado tanta expectación como el de Máxim Huerta.
Y entiendo la controversia de su nombramiento, obvio, pero particularmente, como ciudadano, nada tengo que reprochar a un hombre que sin ataduras de argumentario político, hiciera uso de su libertad para poner en solfa a secesionistas, deportistas, clase política o abogados de la Junta de Andalucía en el proceso judicial de los ERE, o incluso declarar que le gusta la actitud de Rajoy.
Máxim decidió ser más libre todavía, y dejó un programa de televisión de gran audiencia en las mañanas de Tele 5, en una posición por la que muchos de sus compañeros de profesión, matarían. Desde entonces, se ha dedicado a escribir libros, tuits, y a un programa en La 1 de RTVE, en horario de prime-time, sobre lugares míticos para el cine. O sea, destinos de película y cobrando.
Máxim no debe odiar el deporte, de hecho, acude a un céntrico gimnasio de Madrid a rebajar esa tripita cervecera que le han procurado estos años de recuperación económica y social con gobierno pepé. Sí creo adivinar de su desmedida afición al twitter, que odia la vanidad, la superficialidad y el dinero que se mueven en torno a los deportistas de elite, a años luz de lo que puede conseguir un escritor de éxito, por mucho que firme en la Feria del Libro.
Pero no hay que desfallecer; conozco a algún intelectual, aquí, en mi ciudad, en Albacete, que también odiaba el deporte y hace un tiempo saltó de los brazos de Umberto Eco para correr la Media Maratón de Santa Pola en 1.54, que no es moco de pavo. Tampoco hay que adornarse demasiado, Máxim, pues ni todos los que hacen deporte son héroes, ni todas las que lo practican son heroínas. Una cosa que esté bien.
A Máxim Huerta le hará falta un buen secretario de Estado para el Deporte, como lo tenía su predecesor en el cargo, Méndez de Vigo, que tampoco era Pedro Escartín en esto de la cosa física. Pero ha tenido a José Ramón Lete, que ha sido baloncestista profesional y posteriormente consejero de Núñez Feijóo en Galicia. Y ha gestionado bien, desmenuzando, entre otras cosas, el virreinato opaco de Ángel María Villar al frente de la Real Federación Española de Fútbol, algo que no hubiera conseguido ni en cien vidas el bueno de Vicente del Bosque.
Pedro Sánchez ya tiene el cásting, con golpes de efecto para arrancar dos años de campaña electoral continuada y desnucar a Iglesias como si fuera un conejo. Ya me hubiera gustado a mi ver a éste sólo ante el peligro de los hombres de negro, con un país tomado del pescuezo por la Eurozona, con la prima de riesgo a 600 puntos básicos, con el Parlament levantado en rebelión como en el 31 y la banda sonora de Ennio Morricone en ‘La muerte tenía un precio’, al fondo, a la derecha. Estaba Rajoy, entonces, para astronautas. Já.
Pero ahora, la situación es distinta y unos PGE expansivos en el horno. Con buena herramienta, bien se ficha.