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Manual de resistencia para España

El no ser útil a nadie es lo mismo realmente que no valer nada” (R. Desartes)

Oficialmente declarada la incapacidad permanente de nuestro abanico de partidos para llegar a un acuerdo con el que reflotar el Pacto de Toledo y con él, el sostenimiento del sistema público de pensiones, sólo nos queda apelar a la épica -quizás a la heroica- de un Gobierno que restaure las previsiones de crecimiento económico y del empleo al nivel de lo que lo hacía este país antes de la fatídica moción de censura que nos deja a este nuevo Lorenzo Lamas/rey de las camas encaramado en lo más alto de la cursilería política de la eurozona, y con la financiación de los servicios públicos básicos en estado de alerta nacional.

Con el veto de Torra y resto de camisas negras a los Presupuestos Generales del Estado, que paradójicamente lo eran todo menos Generales y del Estado, perentoria era la llamada al comodín de las urnas, si bien, y una vez más, bochornoso ha sido el espectáculo de todo un presidente por accidente especulando con las fechas cuando tenía a huevo la del 26 de mayo. Debe ser verdad aquella cita proverbial de Carmen Calvo cuando dijo que el dinero público no es de nadie, pues de otra manera no se entiende el dispendio de otros 200 millones de euros, por cuenta del contribuyente.

Claro que, comparado con la inmensidad del océano, y del déficit institucionalizado, tampoco debe tener tanta gravedad una comisión más del cero coma por ciento. Visto así, deberíamos ir a las urnas cada veinte días, mejor cada siete, y que la fiesta no pare. Ya hay que tener desahogo y poco aprecio por los ciudadanos que levantan cada día la persiana, para tirar de esta forma con pólvora del rey cuando por otro lado nos venden la demagógica película del alto comisionado contra la desnutrición infantil en España por culpa de los recortes de Rajoy. Será por cargos.

Este uso arbitrario del todavía presidente del Gobierno sobre la fecha del 28-A viene a demostrar que nuestra joven democracia tiene todavía un largo camino por recorrer. La necesaria reforma de la Ley Electoral está llamada, no sólo a acotar la influencia desproporcionada de los partidos que no quieren saber nada de España, sino también a ordenar aquellas convocatorias que pudiéndose hacer en un domingo, se hacen en dos, o en tres, por simple cálculo aprovechategui. De la misma forma que está regulado el día de reflexión, la publicidad institucional, la presencia en la Radio Televisión Pública de los partidos, o las inauguraciones en campaña, habría que delimitar el semicírculo del área que corresponde al presidente del Gobierno, la de la disolución de las Cámaras y la convocatoria de elecciones. No se trata de poner puertas al campo, pero sí al ego de quienes por haberse fotografiado en la intersección de Times Square junto a un ramillete de guardaespaldas deben creerse el faro que alumbra el nuevo orden mundial.

Nunca una moción de censura demostró tan a las claras las verdaderas fauces de quienes urdieron tan falaces argumentos para tumbar lo que bien funcionaba. Nadie lo dirá, pero antes de Sánchez, ya Rajoy puso en marcha su propia operación diálogo que vino a certificar la defunción de la vía política para resolver lo que hoy se ventila en sede judicial del Tribunal Supremo. Fue Rajoy el primero en advertir que la solución ya no vendría vía PGE, que es lo que ha intentado burdamente Pedro Sánchez, y que no ha sido capaz de inventar nada nuevo. Ya vio Rajoy, antes que nadie, que lo que reclamaban los del tres per cent , una especie de revolución de los claveles con relatores de la ONU, tiene mal apaño.

El naufragio del Pacto de Toledo es sólo el síntoma de que el festín electoral importa más que la supervivencia de España tal y como la hemos conocido en los últimos cuarenta años. Mal camino llevamos si en las próximas convocatorias electorales, los españoles no reaccionamos y encontramos nuestro propio manual de resistencia para blindarnos ante tanta fuego fatuo y cabezas huecas que viven del colchón de Rajoy. Del económico, claro.

ADOLFO JMF