“Predicar moral es cosa fácil; mucho más fácil que ajustar la vida a la moral que se predica” (Schopenhauer)
Desde aquella frase mítica de Ana Botella “si se suman una pera y una manzana, no pueden dar dos manzanas” que tanto disgustó al colectivo LGTB, no habíamos tenido otra oportunidad de escuchar a otro político/a, en este caso, la ministra de Justicia, tan en su salsa, confesando en sus compadreos con el hampa del Estado, no ya que prefiere trabajar con tíos (a los que ve venir de lejos, no así a las mujeres), sino que además no le ponen las “nenazas”, por no reproducir otros apelativos con los que cariñosamente desmenuzó al ahora compañero de gabinete ministerial, el juez Grande Marlaska, relativos a su orientación sexual, manifiestamente pública.
En política, ya sabemos que lo importante es que fiscalicen lo que se está haciendo, bien o mal, por el pueblo, como dice la actual alcaldesa de Tobarra, pero no es menos cierto que todo en la vida del cargo público –y más hoy en día, con todos ellos echando carreras por los portales oficiales de la Transparencia- pasa al escrutinio de los vecinos, también los gestos, los tuits, las conductas personales, y hasta las mofas y las befas que se pueda hacer de una determinada condición –religiosa o sexual-, como es su caso, el de disfrazarse de sacerdotisa en una boda, y no para leer el Tarot precisamente, quizás para participar en una parodia de góspel (canciones religiosas, en todo caso)…; en política, digo, los gestos, los tuits, y la conducta personal de quien pasa a desempeñar un puesto representativo, ya sea concejal de un pequeño pueblo o ministra del Gobierno de la ¿Plurinacionalidad?, debe estar jalonada por una trayectoria intachable a ojos del ciudadano, superar la prueba del algodón en forma de espejo cóncavo, exagerado hasta el esperpento incluso, del que han hecho gala los propios políticos desde que Bono pusiera en marcha aquello de los “bolsillos de cristal”, como respuesta a los primeros grandes casos de corrupción en la democracia española.
El caso es que quienes se consideran guardianes de la más pura esencia de la Igualdad, y hacen de ello bandera política contra el rival –mucho más si fuera Rajoy, interpelado en el Congreso por aquel ‘no nos metamos en eso’-, con acreditados aires de superioridad moral en estas y otras lides de carácter social, son los primeros y las primeras en dar una patada a la mesa del respeto a los valores, ya sean encarnados en una ‘nenaza’ o en un hábito, que a lo visto estos días, no hace a la mentada alcaldesa de Tobarra monja de clausura, ni a la ministra socialista Delgado favorita al premio ‘Clara Campoamor’ en la medida que, al menos para trabajar, prefiere a los tíos. Como mucho, igual un día pueden hacer ambas un cortometraje con Maluma y ‘Borro Casette’.
Una vez más, la pretendida superioridad intelectual de la izquierda queda atrapada en su doble juego, a la manera de las bombas inteligentes “no se van a equivocar” y, por tanto, no matan yemeníes, y hacen del Gobierno de Pedro Sánchez un remedo de pollo sin cabeza, en el que no hace falta más que ver la cara circunspecta de Margarita Robles, arropando en el Senado con esa cara de ‘a mí no me toques’ a la ministra de Justicia, para darse cuenta de que la descomposición que atenaza al equipo gubernamental no tiene cataplasma que la contenga. Y en poco más de cien días.
Mientras todo ello sucede, Pedro Sánchez declara en la ONU su apoyo al ‘multilateralismo’, que me recuerda aquella frase célebre de Fernando Arrabal en ‘El Mundo por Montera’ de Dragó, bajos los efectos perversos de una copa de chinchón en TVE: “El milenarismo va a llegar…” Efectivamente, el milenarismo llegó y con él la nueva política que debe ser hacerse la foto con Donald Trump, en ese primoroso duelo de primeras damas (The Stars and Stripes Forever, yes), aunque, eso sí, ya queda claro que el multilateralismo va a llegar, y que si no hay más cumbres bilaterales con el presidente de Estados Unidos es, simplemente, porque Sánchez no quiere, o al menos, eso nos dijo el corresponsal de TVE, quien confirmó, según fuentes acreditadas “que no habría más reuniones”, justo un día antes de la ya célebre y celebrada foto con Melania.
A Nueva York, a 6.000 kilómetros de distancia llegan, pues, los ecos del Banco de España que rebaja las previsiones de crecimiento económico para los próximos meses, y otro zarpazo a la hucha de las pensiones, tan criticado en otros tiempos, acompañadas de unas grabaciones en las mismas tripas de las cloacas del Estado, ya en presidio, que hacen tambalearse a la ministra de Justicia, esa estrella, que va a salir casi al mismo tiempo que Vinicius Junior deja la Segunda B. Casi acierto.