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Yo soy del Medievo

No se puede ser y no ser algo al mismo tiempo, y bajo el mismo aspecto (Aristóteles)

Quizás porque llevo tu luz por donde quiera que vaya, Laura, profesora, he sentido el mazazo emocional, más fuerte si cabe, de esta incalificable desaparición de una joven mujer que cayó en la trampa mortal de un psicópata mientras practicaba deporte; quizás sea por el origen zamorano de la víctima, que me acerca todavía más al dolor de la familia, a la desolación de sus paisanos.

Quizás porque me resulta insoportable imaginarme la agonía de su muerte, el vuelco de ese corazón asustado y roto, se me ha helado la sangre, otra vez; lo lamento, y desdeño profundamente la demagogia de la izquierda política de nuestro país, tan tenue en sus reacciones frente a la crueldad, tan contradictoria en su discurso, ese querer ser y no ser al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto.

“Hoy tumbaremos la propuesta del bloque reaccionario, populista y oportunista del PP y Cs sobre la cadena perpetua. Defendemos los derechos humanos del ataque de esta tropa nostálgica del Medievo” (IU-Podemos); “El PSOE ni apoya, ni avala, ni asume la prisión permanente revisable y mucho menos la cadena perpetua” (Pedro Sánchez, presidente del Gobierno de España). Y yo pregunto. ¿Qué derechos humanos le podemos aplicar ya a Laura? ¿Y a su familia? ¿O sólo tienen derechos humanos los depredadores sexuales?

Esa izquierda que pide la derogación de la prisión permanente revisable, que la ha llevado al Tribunal Constitucional, -que la refrendará-; también la de los que se han opuesto recientemente al endurecimiento de la pena, solicitada por el Partido Popular, la de todo ese arco parlamentario elitista y rufianesco, tan alejado del sentir mayoritario de los ciudadanos, la del recuperado espíritu de la moción de censura que, mirando a los ojos de unos padres sin vida, tuvieron la sangre fría de decirles en el Congreso: No es no. Ni en caliente, ni en frío. No.

Estamos hablando de una agresión a sangre y puño de hierro, a manos desalmadas de alguien ajeno al entorno doméstico, un bicho sin conocimiento. Pero antes fue una persona mayor de 82 años, una anciana desafortunada que se cruzó en su camino de odio, hace menos de 18 años. Ha sido esta vez Laura, podría haber sido cualquiera, como cualquiera fueron los que murieron en el mercadillo navideño de Estrasburgo unos pocos días antes, en otro acto terrorista, para mí equiparable al del asesino de Luelmo.

Quizás porque es un nombre de mujer, Laura, que me sabe tan cerca; a disciplina, a nobleza, a la independencia que da una formación académica cosida en el esfuerzo y el sacrificio personal y familiar, también, claro, en la vocación de una profesora que cruzaba la península tras años de estudio, joven madre y padre a la vez de decenas de alumnos de instituto.

Hago mía la letra del cancionero, y hago mío el sabor amargo del llanto eterno, el que será de sus padres, de sus hermanos, de sus allegados, porque te quiero a ti, porque te quiero. Porque no puedo entender las segundas oportunidades a quienes no tienen remedio, ni voluntad de tenerlo, a los que amenazan a nuestro entorno, a nuestra sociedad libre, a un pueblo amordazado por el terror. ¿Será justicia? ¿Será venganza? ¿Qué será lo que pasa por sus cabezas cuando los adalides de la modernidad y del bla, bla, bla- miran los ojos del padre de Diana Quer, Mari Luz Cortés, a la madre de Marta del Castillo y tantos otros padres y madres muertos en vida?

El Gobierno de Rajoy hizo muchas cosas bien, y una de ellas fue la reforma del Código Penal en 2015 para instaurar en España la prisión permanente revisable, homologable a las que ya existen en el resto de Europa; si bien, todo hay que decirlo, se quedó corta. Es una pena revisable que incluye un tiempo mínimo de cumplimiento sin salir de prisión, tiempo que oscila entre los 25 y 35 años en función del número de delitos cometidos y su naturaleza. Y que se aplica en casos muy tasados: asesinato de una persona menor de dieciséis años; asesinato cometido tras delito contra la libertad sexual/violación; acto terrorista; asesinato múltiple; contra el Rey o jefe de Estado extranjero, y genocidio. Esta reforma llegó tarde para Laura.

Estamos amenazados por esos anormales con instinto atrofiado, para los que la vida ajena vale nada, ni tan siquiera la propia, son bailaores de la danza de la muerte. No pueden seguir entre nosotros, al acecho de la próxima víctima, porque su voracidad depredadora es insaciable.

Y es necesario que la sociedad vertebre y refuerce las herramientas para protegerse. Claro que la prisión permanente revisable no ha evitado la muerte de Laura, pero evitará las siguientes, mucho más si la ampliamos. No hay mayor mentira que la de una verdad a medias, como la que acaba de pronunciar Pedro Sánchez, el buen doctor.

Laura, tan lejos y tan cerca. Te siento a flor de piel. Muchos y muchas de los que ahora se rasgan las vestiduras sólo reconocen los derechos humanos de la otra parte, que no los tuyos, ni los de tus padres. Pero es la hora de decir -todos a una-, algo más: No es no, también para los asesinos. Y sí, yo también debo ser un nostálgico del Medievo.

ADOLFO JMF