Por Julio Martínez
Creo que no hay nada en el mundo que te haga sentir más completo que jugar al fútbol bajo un aguacero. Los que hayan jugado al fútbol con un mínimo de exigencia o responsabilidad saben a lo que me refiero. Y los tragaldabas que van el domingo al Copete y a los Municipales a las 9 de la mañana con la escarcha, también. La lluvia, además, motiva. Sobre todo cuando eres modesto y te juegas nada más que el orgullo de terminar y mirar al compañero de tu derecha y decirle “hemos ganado, bro”. Y hasta el próximo entrenamiento no vuelves a hablar con él. También por esos nervios y esa agresividad positiva que te entra cuando sales a calentar con el césped embarrado. Eso para los que tienen suerte de ser titulares y, por supuesto, de jugar en césped. Yo sé que muchos de los que leen estas líneas han catado la tierra. Pero de verdad, no como esos que ponen la fotito del Mikasa para hacerse los valientes.
Yo recuerdo alguna de esas tardes de aguacero y barro. En tierra, claro. Siempre fui de tierra, de esas en las que salía uno a jugar en el campo de Aguas Nuevas como los diez –excluimos siempre a Tomeu- amateurs que salieron este jueves al Molinón. Arrastrabas calentando en el rondo y pasabas la revisión del árbitro ya con sangre en las rodillas y con la camiseta que te tocaba ese día llena de mierda. Ese es el fútbol que me ha evocado hoy ver al mejor portero de la historia del Albacete. Ver a Tomeu empapado cagándose en todo y en todos en absolutamente todas las jugadas de ataque del Sporting. El Alba, aun con cinco defensas, es un coladero. Al Alba, grotesco equipo que se ha librado del siniestro guanche, le ha librado la lluvia y el de siempre, Tomeu Nadal.
No obstante, vamos a ser serios, este siniestro guanche, el arrogante Mauro Pérez, que le debe pedir prestadas las gorras a los jugadores para parecer más ‘modernete’, no es el culpable único de este descalabro. Total, él no era más que un asalariado mediocre loco por cogerle el micro a Castelo y decir todas esas gilipolleces a las que nos ha acostumbrado. Pero, ojo, ¿era necesario que saliese ahora? La plantilla es la que es y la propiedad ya ha anunciado que el invierno no va a ser fructífero, por lo que el cambio de isla en lo deportivo no se antoja productivo. Además, el nuevo ‘general manager’, como dicen los americanos, lleva sin trabajar desde que descendió a Las Palmas, único equipo serio que se le conoce. Es otro López Garai de la gestión. Esperemos que su futuro sea más próspero. Lo deseamos.
Porque de López Garai es mejor no decir nada. A López Garai hubiese sido mejor dejárselo olvidado en Gijón. Es un insulto a la palabra entrenador. Ya no es por aquello de que se esté jugando su puesto. Su puesto, como ya firmamos, valía lo mismo que un puñado de ajos de Las Pedroñeras. Su puesto nos la refanfinfla. Nos interesa el Albacete. Y ya. La salida de Mauro Pérez ha tapado la mayor calamidad de la historia de este club, que fue la permanencia una jornada más de este entrenador que nos ha engañado a todos. ¿El futuro? Es muy difícil entregarle este “regalo” a un entrenador profesional. Lo único que espero es que no se lo encasqueten al Noguerol de turno y nos vendan aquello de que es gente de la casa, conoce la dinámica, la cantera y va a aportar la experiencia y los años de adhesión al club. El Albacete no necesita postureo, necesita goles y puntos. Necesita un revulsivo. Necesita que Álvaro Jiménez y Manu Fuster sean el eje del equipo y que a Tomeu Nadal no le entre ni un leve constipado. Quedan jornadas de sobra para todo.
En El Molinón, bajo la lluvia y sobre el barro, se podría haber dado ese golpe de efecto motivacional que es entrar al vestuario con la camiseta marrón y ponerse debajo de la ducha hirviendo. Esas son las verdaderas conjuras y no las barbacoas en la Ciudad Deportiva con Paco. Eso es lo que hace vestuario y no alinear a los de la cuerda de los propietarios para hacerle la pelota al de la barbita perfilada que lleva sin aparecer desde que Catali era alevín. No hay fútbol sin barro, pero no hay fútbol tampoco con este Albacete. Si ya de por sí es grotesco y dañino para la salud tirar dos horas del día viendo a este equipo, hacerlo con semejante temporal se antoja imposible. Aun así, se entiende que un punto en Gijón debe ser positivo. La verdad, ya ni sé con quién toca la próxima jornada ni me importa. Cuando diga el calendario pondremos la televisión y volveremos a ver al Albacete. Y si bajan y esta calaña se va de aquí, seguiremos poniendo el Albacete e iremos al campo cuando podamos. Y lo haremos en Segunda, en Primera o donde haga falta. Así que no hagan el ridículo en redes sociales ni nos emplacen a sentir algo con lo que mercadean. Del Alba somos porque nos sale de los cojones. Igual que no hay fútbol sin barro, no hay Alba sin sus aficionados. Sin vosotros, los que ahora mandáis, lo que habrá será paz cuando os vayáis.