Hay que ver los daños colaterales que provoca perder unas Elecciones Municipales. También hay que ver los daños colaterales que provoca perder unas Elecciones Municipales el mismo día que pierdes, también, las Elecciones Autonómicas. Pero hay que ver los daños colaterales que provoca perder, el mismo día, las Elecciones Municipales y Autonómicas y ciento ochenta y dos días después, las Elecciones Generales.
La ciudadanía expresó su voluntad, las urnas se abrieron una, dos, tres y cuatro veces y el montón de papeletas que consignaban su voto al PP crecía exponencialmente, con cada minuto que transcurría desde el comienzo del escrutinio en todas y cada una de las mesas electorales de la geografía española. Y por desgracia para nosotros, por desgracia para el PSOE, está situación también se dio en nuestra provincia y en la capital.
Y por si no tuviéramos bastante con haber perdido las Elecciones y por lo tanto haber perdido el gobierno en Moncloa, en Fuensalida, en el Paseo de la Libertad y en la Plaza de la Catedral, aparecieron los daños colaterales o, lo que es lo mismo, los problemas internos.
La militancia socialista tenemos todo el derecho del mundo a exigir responsabilidades políticas a la dirección del partido, pero también tenemos todo el derecho del mundo a exigir responsabilidades políticas a los candidatos y candidatas que encabezaban las diferentes candidaturas y, además, hacerlo en todos los ámbitos, Federal, Regional, Provincial y Local.
Los actuales dirigentes debemos asumir las consecuencias que conlleva estar en la dirección del partido en época de vacas, no ya flacas, sino famélicas, y dar un paso atrás y dejar a otros compañeros y compañeras que asuman las tareas de dirección, así lo han anunciado Zapatero, Barreda, Pilar López y yo mismo.
Pero también quienes encabezaron las candidaturas socialistas deben hacer examen de conciencia y evaluar en qué porcentaje contribuyeron a la pérdida de la confianza de la ciudadanía y actuar en consecuencia. La paja en el ojo ajeno es muy fácil verla y la vemos todos, pero es muy sano ver también la viga en ojo propio, aunque sea más difícil de apreciar.
Hay quien se siente, y con razón, enfadado o disgustado por algo que considera injusto, ofensivo o perjudicial (Indignado).
Hay quienes quieren, desde la buena voluntad, reconstruir las partes dañadas o perdidas del socialismo y por ende del partido (regenadores).
Pero para tener el juego completo, solo faltan que hagan su aparición en escena los indignos.
Los indignos son aquellas personas que no son merecedoras de aquello que se expresa, es decir, que no son merecedoras de la indignación porque su enfado o disgusto no lo es por algo injusto, ni por ninguna ofensa, sencillamente porque de haber injusticia u ofensa hubieran formado parte de las mismas, las hubieran producido, o ambas cosas.
Ni tampoco son merecedores de la regeneración, porque no quieren reconstruir lo dañado o lo perdido, lo que quieren, lo que buscan, es regenerarse o renovarse a si mismos, en una suerte de endogamia que deriva necesariamente en la producción masiva de células malignas.
Como dijo aquel presentador de los telediarios de la 1 “Así son las cosas y así se las hemos contado”
Otra cuestión es que “las cosas” nos gusten, que yo creo que no nos gustan a nadie y actuemos en consecuencia. Solo entonces abandonaremos a los indignos a su suerte.