El Ministro Montoro el viernes, el Presidente Rajoy el sábado, y todos los medios de comunicación durante el fin de semana, nos han estado contando, los primeros, las bondades y lindezas de la supuesta reforma fiscal que el PP nos ha preparado para los próximos dos años; y, los segundos, pues de todo, la verdad. Desde la duda razonable a la exaltación, pasando por la incredulidad. Vamos, una presentación de una reforma como deber de ser, con división de opiniones.
Viendo cómo se las gasta Montoro con esto de la información a la sufrida ciudadanía, mucho me temo que de lo que nos ha contado estos días hay que creerse menos de la mitad si es que estamos de buen humor, y casi nada, si tenemos el día torcido; y de lo que diga el presidente, pues tres cuartos de lo mismo.
Porque, por desgracia, llueve sobre mojado. Hay que tener en cuenta que llevan varios meses contándonos que ya hemos llegado al final del túnel, que los brotes verdes están creciendo más que las habichuelas mágicas del cuento o que el sufrimiento de la ciudadanía de a pie tendrá su recompensa en este mundo y no en el más allá, y que, además, llegará más pronto que tarde, y sin embargo mi vecino de portal sigue sin encontrar empleo y, además, a finales de mes se le termina la prórroga de las prórrogas de las ayudas familiares. Cualquiera, le explica a mi vecino que, gracias a la reforma fiscal del PP, si, por fortuna, encuentra un empleo y, por desgracia, lo vuelve a perder, su indemnización por despido tributará al 20%.
No es cosa de broma, a partir de ahora, cuando uno vaya a negociar su finiquito lo mejor que puede hacer es llegar acompañado por un par de buenos asesores fiscales, no vaya que acabe teniendo que pagar para ser despedido.
Además, dicen los expertos que la anunciada y bien publicitada reforma fiscal se ha quedado en eso, en un anuncio publicitario y que lo dicho hasta ahora se parece mucho más a una rebaja fiscal, para unos más que para otros (adivinen que rentas saldrán más beneficiadas) que a una reforma fiscal en profundidad.
En febrero del año 2012, la misma pareja nos anunció una subida coyuntural del IRPF con una duración de dos años y, de regalo, la reforma laboral; en julio vino la subida del IVA, la eliminación de la paga extra a los funcionarios, el copago sanitario, un enorme tijeretazo a la dependencia etc…, etc… Y no sigo porque tampoco es caso de machacarnos con malos recuerdos. dos años después, la coyuntural subida del IRPF se ha alargado hasta 2016, el IVA sigue por la nubes, los funcionarios, como Indiana Jones siguen buscando su ‘Arca Perdida’, el copago sanitario lo tenemos ya tan interiorizado como que España no ganará el mundial de Brasil y la dependencia es un vago recuerdo de algo que estaba muy bien y que no sabemos si volverá alguna vez, como las oscuras golondrinas de Becquer. Estos son los antecedentes.
Ahora, se nos dice que se reducen a cinco los tramos del IRPF, se aumentan los mínimos exentos de tributar, se elevan las deducciones por hijo y por discapacitado y se disminuye el Impuesto de Sociedades. La idea es que tengamos más dinero a fin de mes para que paguemos las deudas en tiempo y forma y lo que nos sobre, si es que nos sobra algo, pues que nos lo gastemos en comprar lo que se nos antoje, por lo que aumentado el consumo se incrementará la demanda de bienes y servicios, se creará empleo y se ingresará más por el IRPF y por la Seguridad Social y, además, nos ahorramos el subsidio de desempleo. Montoro una vez más cuadra el círculo.
Ya saben que el papel lo aguanta todo, o casi todo, porque basta echar unas cuantas sumas para comprobar que las subidas de entonces supusieron, o eso nos dijeron, unos ingresos extra de 30.000 millones de €, y sin embargo las bajadas de ahora apenas llegan a los 8.000 millones. Vamos, que por el camino nos han birlado, como buenos trileros, 22.000 millones, y con semejante resultado, encima, quieren que se les aplauda por habernos bajado hoy menos de lo que nos subieron ayer.
Y luego están las fechas. La primera parte de la rebaja fiscal comenzará a aplicarse el año próximo, año electoral donde los haya, municipales, autonómicas y casi generales, de tal forma que la pareja piensa que con cincuenta o sesenta eurillos más en el bolsillo cada mes, igual se nos olvida la reforma laboral, la de la Ley del Aborto, el fin de la justicia universal y una retahíla de recortes sociales y económicos más larga que los títulos de crédito de cualquier superproducción de Holywood, aunque solo sea por aquello de que las penas con pan son menos, y que acudiremos a nuestra cita cuatrienal con las urnas más contentos que unas pascuas y como si no hubiera pasado nada.
Y lo que es todavía mejor, sin haber hecho todavía ninguna declaración de la renta con el nuevo sistema, porque hasta mediados del año 2016 no sabremos a ciencia cierta que repercusión tendrá sobre nuestra declaración lo que hoy se nos cuenta. Vamos que ni el mismísimo Maquiavelo lo hubiera hecho mejor.
Y por último, que alguien me explique qué tiene de bueno tratar fiscalmente igual a quien gana más de 60.000 €/año, que a quien obtiene unas rentas superiores a los 200.000 o 300.000 € anuales, porque yo sinceramente no lo entiendo.
Y respecto de la rebaja en los tramos inferiores, más que una rebaja real sobre IRPF se está aplicando una buena imagen de propaganda. A falta de conocer cómo quedan los mínimos exentos, el efecto será prácticamente nulo para los que declaren en el tramo de los 12.000 € y los grandes perjudicados, como siempre, serán los dos millones de declaraciones situadas ente los 40.000 y los 60.000 €, que verán subir su carga impositiva con respecto a 2011.
En definitiva, Montoro y Rajoy nos están vendiendo una reforma fiscal que no es tal, sino una rebaja de impuestos, y que para más inri no comprobaremos su efectividad hasta después de las elecciones municipales, autonómicas y generales del año que viene.
Mención aparte merece que se acabaron las deducciones fiscales en concepto de alquiler, tanto para el arrendador como para el arrendatario, y que los primeros tendrán que tributar por el 50% de la renta del alquiler de su vivienda. Es decir, que aquel que alquile una vivienda pasará de poder desgravarse el 100%, si la alquilaba a un menor de 35 años o un 60%, si el inquilino superaba esta edad, a tributar por el 50% de los rendimientos obtenidos.
Todo un varapalo para el mercado del alquiler y para los más jóvenes, que ante la quimera de adquirir una vivienda en propiedad, recurrían a la opción del alquiler.
Hay que ver lo que hace esta gente por la institución familiar, que, dicen, es una de sus señas de identidad. Será por eso que se empeñan en que los hijos no se emancipen de sus padres hasta bien entrados en los 40.
Como dijo aquel, todo está atado y bien atado, y solo la ciudadanía, con su voto, puede deshacer el nudo y poner a cada uno en el lugar que se merece.